“La memoria de los muertos se coloca en la muerte de los vivos”
Cicerón.
Troya o Ilión, la joya de Asia se erguía regia y soberbia sobre sus murallas construidas por las deidades Poseidón y Apolo, bajo las órdenes de Laomedonte, uno de los primeros reyes de esta ciudad asentada en lo que es hoy en día Turquía. El trabajo de las deidades estaba signado como un castigo impuesto por Zeus, ante un conjunto de agravios de los mencionados dioses; además de ello, Ilión era famosa por sus corceles inmortales, ofrendados por Zeus cuando este se prendó de Ganímedes, uno de sus príncipes, raptándolo y haciéndolo su copero y amante en el Olimpo.
La poderosa Ilión contaba con el amor de Zeus, Afrodita, Artemisa, Leto, y estaba bañada por las aguas del rio Escamandro, garantizando así su autonomía estratégica. La fuerza semiológica de que el dios de las artes y la luz Apolo y el soberano dios del mar Poseidón se dedicasen a levantar las murallas de la ciudad constituía un símbolo poderoso de la buena pro del rey de los dioses, incluso Laomedonte se negó a pagar este trabajo a ambas deidades, ganándose su desprecio, pero aun así Ilión era próspera, fuerte, madre de héroes, de valientes mujeres, de poderosas augures como Casandra y de virtuosas princesas como Andrómaca, esposa de Héctor, protector de la ciudad.
Así pues, las murallas de Ilión eran inexpugnables, un reto a los elementos y a los hombres, hasta que Eris, la discordia, lanzará una manzana de oro entre las diosas Hera, Atenea y Afrodita, para ser adjudicada a la más bella de entre las tres. El juicio recayó en Paris, hijo de Príamo y príncipe de Ilión. La astucia de la veleidosa Afrodita actuó en su favor ofreciéndole a Paris la más hermosa mortal si ella resultaba electa, de esta manera Afrodita se quedó con la áurica manzana y Paris recibiría a Helena de Micenas como premio. Esta permuta llevó a toda Grecia a la guerra con Troya.
Durante nueve años las murallas sirvieron de escenario para crueles batallas, pero los griegos jamás pudieron abatirlas, ni siquiera contando con el auxilio de los dioses, trabados en la guerra, por los odios anteriores a la guerra. La astucia de Odiseo les hizo construir un caballo de Madera y esconderse en el vientre hueco, fingir la huida y que los incautos troyanos metieran el caballo en la plaza central de la ciudad, sólo así lograron los furtivos griegos abrir las puestas e incendiar la ciudad, dejarla convertida en cenizas, robar a las princesas y mujeres, hacerlas esclavas y matar a los hombres, llevándose además a los niños de aquella ciudad asediada. Solo Eneas logró huir con su padre anciano, cargado en sus anchas espaldas, para luego fundar Roma, según la tradición.
La generación de esclavos troyanos, escuchaban en los bajeles camino a Grecia de la otrora gloria de su ciudad Estado, los sobrevivientes al incendio se conformaban con los relatos de una ciudad que solo existía en la tradición oral de algunos sobrevivientes, pues la Troya real era ya una inexistencia, una ruina calcinada. Así ocurre hoy con nuestros muchachos, quienes no conocen otra cosa que este ígneo horror de la involución chavista, jóvenes de 20 años para quienes la alternabilidad en el poder es una fantasía, la idea de una vida digna y sin agobios una imposibilidad y hasta la oportunidad de una educación de calidad es una idea vacua, esos son los hijos de la Ilión del Caribe, la pobre generación del chavismo, los mártires de 2014, los de 2017 y los ahora herederos de la herrumbre revolucionaria, nuestros muchachos sólo han oído la mentira como hecho cotidiano, “el insulto como locus de comunicación” (Pérez, 2005), “la lengua que usan es una suerte de balbuceo, incapaz de producir un entendimiento sintáctico, una suma de paráfrasis boba y de retórica vaciada de eticidad” (Barrera Linares, 2009).
Como educador, preocupa que estos nuestros muchachos desconozcan hechos normales en una democracia, no existe nada en sus mentes distinto al caudillismo retrógrado, al horror de la mentira trocada en política de Estado, no hay otra cosa distinta a la cárcel como resultado de la disidencia y a la “irascibilidad como ejercicio del poder” (Séneca, 2007), es menester darles cuerpo, sentido y sustancia a conceptos como: democracia, pluralidad, libertad y virtud.
Nuestras murallas han sido vencidas, derruidas, destruidas e incendiadas, pero la Ilión del trópico existe en las mentes de los maestros, en los giros de la lengua de la docencia, allí está guardada Venezuela, la tarea es contarles que existe un país mejor, una sociedad aún rescatable, un sueño colectivo al cual le daremos forma, por encima de las cenizas de esta revolución de la kakistocracia; entonces volveremos a ese país que no nos fue arrebatado, ni robado, pues nadie nos puede quitar los sueños.
Que esa Venezuela, nazca y se reproduzca, lejos de la peste caudillista, lejos del horror del chavismo, apostando a la decencia, las virtudes y el honor, en ese momento dejaremos de ser un recuerdo para trocarnos en libertad.
Referencias
Barrera Linares, L. (2009). Habla Pública. Caracas: Equinoccio.
Pérez, J. (2005). El insulto en Venezuela. Caracas: Bigott.
Séneca. (2007). Tratados sobre la ira. Tenerife: Artemisa.
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