Se trata de esto: es un libro de apenas unas 74 páginas cuyo autor es Timothy Snyder, con una acertada traducción de Alejandra Pradera, que aborda el fenómeno tardomoderno de la tiranía desde sus etiologías totalitarias surgidas en la Europa de los comienzos del conflictivo y complejo siglo XX. Con un paratexto filósofo y pensador de origen polaco Leszek Kolakowski iluminador que dice: “En política, que uno le engañen no es excusa”. Supe de Kolakowski cuando yo era estudiante de Historia por allá por los años ochenta de la pasada centuria. Se trata de un heterodoxo profesor universitario disidente que fue purgado de las filas del Partido Comunista polaco en la época del totalitarismo prosoviético y obligado a exiliarse para preservar su integridad física e intelectual. Pero de ello hablaremos en otra columna en otro momento. Ahora me centraré en el análisis e interpretación del libro que ostenta por título el mismo que intenta pergeñar esta breve columna de opinión. El subtítulo del libro es asaz elocuente: “Veinte lecciones que aprender del siglo XX”. Ciertamente, su autor Timothy Snyder nos brinda un pedagógico paseo panorámico por los antecedentes históricos y sociológicos del fenómeno tiránico e hinca sus raíces en la antigua Grecia y la antigua Roma estableciendo un ítem difícilmente parangonable en la tradición política de Occidente.
La primera lección que sobresale de este libro consiste en “la obediencia anticipatoria” que es aquél tipo de obediencia, para decirlo con palabras de Ètienne de la Boetie, voluntaria. De donde se colige que la primera conditio sine qua non que requiere todo régimen tiránico para entronizarse y convertirse en sistema sociopolítico “normal” es la anuencia y cooperación voluntaria de los ciudadanos. De nuevo cito a De la Boetie: sin la servidumbre voluntaria jamás podría instituirse e institucionalizarse régimen tiránico alguno.
Nos dice el autor de este libro: sin la obediencia del pueblo alemán y del pueblo ruso jamás se habría podido sostener el totalitarismo nazi ni el fascismo stalinista, ni tampoco el fascismo de Benito Mussolini en la Italia de los fasccio di combattimento. Luego entonces, toda tiranía tiene como precondiciòn para su ejercicio más o menos normal la obediencia y el acatamiento de las nuevas leyes que legitimarán al nuevo orden tiránico que dice representar a las grandes mayorías silenciosas.
Las tiranías, sean de derecha o de izquierda, en verdad eso poco importa porque a la sazón toda tiranía trasciende las estrechas y endebles fronteras de la ideología, son maquinarias tanatocràticas cuyo objetivo último es instaurar el imperio de la muerte en la sociedad para liquidar cualquier vestigio de civilización aquí en la tierra.
Lo propio de todo régimen tiránico a decir de Timothy Snyder es la destrucción gradual y paulatina de todo andamiaje jurídico, político institucional para, sobre los escombros del “ancien regime”; una vez desmontados los antiguos fundamentos institucionales del viejo orden constitucional democrático erigir la nueva racionalidad tiránica totalitaria. Destruir los partidos políticos legalmente establecidos, instaurar la censura de prensa y eliminar la libertad de opinión penalizando y criminalizando el derecho a la disidencia, proscribir las organizaciones sindicales y prohibir los sindicatos y desconocer las convenciones y contratos colectivos son parte sustantivas de la logocracia totalitaria.
El sueño idílico de todo sistema tiránico es instaurar el tan ansiado régimen de partido único; así ocurrió en la Rusia bolchevique de Lenin hasta la actual tiranía constitucional de Vladimir Putin, eso mismo ocurre en la China de Mao Tse-tung en linea directa temporal hasta el totalitarismo de partido único de Xi Jinping, y no otra cosa sucede en la dinastía tiránica de Corea del Norte con el dinosaurio de Kim Jong-un, aquí mismo en ínsula barataria de Cuba, el ventrílocuo Miguel Díaz-Canel, en todos los casos arquetìpicos mencionados el sistema de partido ùnico es la bisagra con que la tiranía opresiva garantiza la continuidad del presente eterno de la sociedad obsidional