Estoy seguro de que el lector o lectora de este artículo en El Nacional de hoy, sábado 26 de octubre de 2024, asumen de antemano que nos vamos a centrar en las figuras políticas de nuestros tormentos (Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro Moros). Me anticipo entonces a informar que no es exactamente así. En realidad, mi nota dirige la atención hacia un objetivo concreto: el extraordinario libro de Hannah Arendt, cuyo título es Sobre la revolución y cuya primera edición en español (en “Alianza Universidad”) es de 1998. Allí encontramos señalamientos y mensajes que valen la pena tener siempre presentes. Veamos a continuación unos pocos de ellos.
–Nada más apartado del significado original de la palabra “revolución” que la idea que ha poseído y obsesionado a todos los actores revolucionarios, es decir que son agentes en un proceso que significa el fin definitivo de un orden antiguo y alumbra un mundo nuevo. (Nota de ERT: A los revolucionarios de hoy día hay que decirles y reiterarles que se bajen de esa nube si creen que ese “mundo nuevo” es eterno; la realidad es que el mundo gira y los cambios constantes son inevitables).
–La pobreza es algo más que carencia; es un estado de constante indigencia y miseria extrema cuya ignominia consiste en su poder deshumanizante; la pobreza es abyecta debido a que coloca a los hombres bajo el imperio absoluto de sus cuerpos, esto es, bajo el dictado absoluto de la necesidad (…) Bajo el imperio de esta necesidad, la multitud se lanzó en apoyo de la Revolución francesa, la inspiró, la llevó adelante y, llegado el día, firmó su sentencia de muerte, debido a que retrataba la multitud de los pobres. Cuando éstos se presentaron en la escena de la política, la necesidad se presentó con ellos y el resultado fue que el poder del antiguo régimen perdió su fuerza y la nueva república nació sin vida; hubo que sacrificar la libertad y la necesidad a las urgencias del propio proceso vital (…). Fue la necesidad, las necesidades perentorias del pueblo, la que desencadenó el terror y la que llevó a su tumba a la Revolución.
La revolución, antes de proceder a devorar a sus hijos, los habrá desenmascarado, y la historiografía francesa, a lo largo de siglo y medio, ha reproducido y documentado todas estas revelaciones hasta que no ha quedado ninguno de los principales personajes que no haya sido acusado o, al menos, suscitado sospechas de corrupción, duplicidad y mendacidad.
Ninguna revolución ha resuelto nunca la “cuestión social”, ni ha liberado al hombre de las exigencias de la necesidad, pero todas ellas, a excepción de la húngara de 1956, han seguido el ejemplo de la Revolución francesa y han usado y abusado de las potentes fuerzas de la miseria y la indigencia en su lucha contra la tiranía y la opresión. Aunque toda la historia de las revoluciones del pasado demuestran sin lugar a dudas que todos los intentos realizados para resolver la cuestión social con medios políticos conducen al terror y que es el terror el que envía las revoluciones al cadalso, no puede negarse que resulta casi imposible de evitar este terror fatal cuando una revolución estalla en una situación de pobreza de las masas.
Acá dejo los señalamientos anteriores para su reflexión y estudio. Que viva la democracia, cará…
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