Lo que ha sucedido en el país, luego del fraude del 28 de julio y el golpe de Estado del 29, cuando se desconoció la voluntad popular y se produjo la autoproclamación de maduro en el CNE, ha llevado al país, como dijimos en nuestro artículo anterior, a una nueva situación, completamente distinta y peligrosa.
Ya nada es como antes, ya no se trata de la permanente pugna entre los sectores que se disputan el poder en Venezuela luego de la muerte de Chávez, los cuales, por cierto, con sus evidentes matices y diferencias, son las caras de la misma moneda.
No, ahora ha sucedido algo más importante, que cambia de manera radical la vida del país y marca, de forma definitiva, la naturaleza de este gobierno: la instauración del fascismo o, para ser más exactos, desde el punto de vista teórico-conceptual, la de la violencia del pranato.
El madurismo, desde el gobierno y con el control de todos los Poderes del Estado, y sobre todo, con el apoyo del Generalato y la cúpula militar, ha vulnerado abiertamente la Constitución y las leyes de la República.
Lo han hecho sin importarles nada, de una forma descarada. No recurrieron a las excusas de Carmona, del “vacío de poder”, ni de los militares “preñados de buenas intenciones”, que secuestraron a Chávez, el 11 de abril de 2002. Ahora, el madurismo, viola la Constitución y desconoce los resultados electorales, así, “a lo arrecho”, porque le da la gana.
La evidente ausencia de apoyo popular, que quedó de manifiesto, tanto con las masivas manifestaciones de rechazo, durante la campaña electoral express, así como, con la abrumadora votación en su contra, ha llevado al madurismo a no guardar más las apariencias y decidirse a darle una patada a nuestro Texto constitucional. Y ello, tiene un alto costo político, a lo interno y a lo externo.
El madurismo adelantó las elecciones 6 meses y desarrolló toda una operación política, buscando ganar legitimidad nacional e internacional; y todo le salió mal. Sus estrategas se equivocaron feo, “vinieron por lana y salieron trasquilados”. Y esto sucedió, fundamentalmente, por su desconexión con la realidad nacional, tal como ocurrió con la cúpula de la IV República a finales de los noventa. Siempre es importante recordar aquel dicho que le gustaba repetir a nuestro amigo José Vicente Rangel, “en política, lo más peligroso, es lo que no se ve”.
Es sorprendente cómo, para un gobierno, todo puede aparentar estar bajo control, hasta que le das al pueblo una ventana táctica, una rendija, por la que pueda expresarse. Por ello, aunque el chavismo, no tuvo candidato, fue correcto participar en las elecciones, porque el acto electoral, no sólo es un derecho consagrado en la Constitución, al cual no podemos renunciar, sino que permitió exponer al mundo la debilidad del madurismo.
Ahora, “el rey está desnudo”, sólo lo apoyan las élites que se han beneficiado del saqueo del país; y no nos referimos nada más a la nueva burguesía revolucionaria, sino a Fedecámaras, e incluso, a la Bolsa de Valores de Caracas. Pero, lo que queda claro de estas elecciones, es que a este gobierno no lo quiere nadie.
A nivel internacional, sólo cuenta con pocas solidaridades automáticas, pero con el rechazo UNÁNIME de los grandes países de nuestra región, en particular, los que tienen gobiernos progresistas: Chile, México, Colombia y Brasil. Y esto último es importante, porque el madurismo siempre ha contado con una especie de “cheque en blanco” de la izquierda del continente, en la falsa idea de que maduro es la continuación de Chávez. Pero, hasta eso perdió.
No es cualquier cosa la postura del presidente Lula, sin duda, el líder con mayor influencia en la región y amigo cercano del Comandante Chávez y de la Revolución Bolivariana.
Así, el gobierno de maduro luce hoy más aislado y débil que nunca, y por eso recurre al fascismo y la violencia del pranato.
El madurismo ha lanzado a sus policías y grupos parapoliciales –verdaderos psicópatas– a la calle, a reprimir al pueblo. maduro y sus más estrechos colaboradores, sobre todo, el fiscal sicario, han dado luz verde y estimulado a estos grupos armados para que actúen ilegalmente en contra de miles de venezolanos, la mayoría de ellos, jóvenes.
Los distintos organismos de derechos humanos y familiares de las víctimas, han denunciado la detención, después de las elecciones, de más de 2.400 venezolanos, la mayoría de ellos, por haber sido testigos de mesa o, simplemente, por manifestar en público sus posturas políticas o tener en sus celulares (que en estos tiempos modernos, se han convertido en una extensión de la propia personalidad, y por tanto, son sujetos a la protección de la privacidad) alguna opinión contraria al gobierno.
De estos miles de detenidos, más de 100 son menores de edad, algunos, casi niños. La inmensa mayoría, han sido llevados a penales con presos comunes, según palabras del mismo maduro, “para ser reeducados” en dichos infiernos a los que tales detenidos están sometidos.
Además, los organismos de DDHH y familiares, han denunciado la muerte, por razones políticas, de, al menos, 15 venezolanos, y la desaparición forzada, cuando menos, de 25 dirigentes de la oposición.
El madurismo se regodea de su violencia y se burla de las víctimas. Exponen al escarnio público a aquellos detenidos que se doblegan a sus presiones; pero, además, hacen mofa del dolor de las madres y familiares que se aglomeran frente a los sitios de reclusión, donde maduro asegura que sus hijos serán “reeducados”.
En este punto, habría que preguntarse y, sobre todo, senalarle a aquellos que aún apoyan a maduro, incluyendo la legión de tuiteros, cómicos, instigadores de odio y uno que otro “intelectual”: ¿a cuenta de qué están detenidos?, ¿por qué el gobierno acusa a estos venezolanos, la mayoría jóvenes, de terroristas?, ¿de qué mal los va a “reeducar” el madurismo?, ¿cuál es el delito de expresar sus opiniones políticas y de decir lo que les dé la gana, por las líneas privadas de sus teléfonos? Ésto es lo más parecido a un gobierno fascista, donde la forma de pensar es un delito.
El madurismo ha creado un complejo sistema de represión policial, parapolicial y judicial, para instalar el miedo en la sociedad. Una estructura como la que se instauró en las dictaduras del Cono Sur.
Habría que volver a preguntar: ¿Por qué se ha llevado al pueblo venezolano a vivir en el miedo, a no poder expresar siquiera sus ideas o preferencias políticas? ¿Por qué el pueblo debe agachar la cabeza? ¿De qué tiene que avergonzarse? ¿Por qué tiene que aceptar en silencio, que le destrocen sus vidas y al país? ¿Por qué defender la Constitución y las leyes, es un acto terrorista?
Pues no, señores, nada de ésto tiene justificación. No fue para ello, que Chávez se alzó en armas el 4 de febrero de 1992; no fue por ésto que el pueblo se lanzó a la calle el 13 de abril de 2002, en defensa de la Constitución, en contra del zarpazo golpista de Carmona; no fue por ello que derrotamos el criminal Sabotaje Petrolero de 2002-2003, que derrotamos políticamente la guarimba y la violencia e intolerancia política, en el período entre 2001-2004.
No. El chavismo, el campo bolivariano y, sobre todo, las mayorías de hombres y mujeres del país, conquistamos una posibilidad de construir una nueva sociedad, de conquistar la Soberanía Plena sobre nuestra economía y nuestra política, y donde se actuaba apegados estrictamente a la Constitución y las leyes.
Construímos un sistema político bajo el amparo de un Texto Constitucional Garantista por excelencia, que protege los derechos de todos, donde cada quien podía decir lo que quería, expresar sus opiniones libremente, y donde el Principio de la Democracia Participativa y Protagónica, la expresión más acabada del postulado constitucional de que la Soberanía reside en el pueblo, se ejercía de forma permanente.
Estábamos construyendo un país, con un Plan de la Patria (el original) que, a pesar de las diferencias de visiones y de propuestas, avanzaba en el ejercicio permanente de la, con P mayúscula, donde el pueblo era el gran árbitro que decidía los destinos de todos en cada contienda electoral, y su decisión era sacrosanta, inviolable, con un Presidente, el Comandante Chávez, que jamás hubiera permitido la violación al Texto Constitucional, ni hubiera levantado las armas de la República, en contra de su propio pueblo.
Entonces, nada de ésto, tiene que ver con el chavismo. La destrucción del país y el derrocamiento de la V República y de nuestras instituciones, es única y exclusivamente responsabilidad del madurismo. No pueden hacerlo en nombre de Chávez.
Afortunadamente, tenemos una historia reciente, de la cual formamos parte, y tenemos la palabra y obra del Comandante, que desenmascara todos los días, a pesar de las maniobras y la propaganda, la naturaleza antichavista y anti popular de este gobierno.
Insisto en este punto, porque el chavismo está llamado a hacerle frente al madurismo, esa es su responsabilidad histórica. Luchar para restablecer la Constitución y las leyes de la República y, fundamentalmente, para preservar los derechos soberanos del pueblo venezolano.
De no hacerlo así, el chavismo, incluido la figura del Comandante, será barrido por los acontecimientos. En estas circunstancias, donde se instaura una dictadura, y la violencia se ha convertido en la norma, no se puede callar. El silencio es criminal. El pueblo no tiene nadie que lo defienda.
La indiferencia y el miedo, no son una opción para el chavismo Realmente, no lo son para ningún demócrata o alguien que, sencillamente, quiera a su país. Pero el Chavismo es vanguardia y debe actuar.
Ahora el gobierno trata de consolidar su nueva situación. Con un origen ilegal e ilegítimo, y un enorme rechazo popular, utiliza la violencia fascista o del pranato, para reprimir y acabar con cualquier disidencia; óigase bien, cualquiera.
El rol de la cúpula militar y del generalato, ha sido fundamental para permitir la perpetración del asalto y la violacion del Texto Constitucional, el cual juraron defender. Habría que ver si van a sostener esta situación y permitir que se consolide en el tiempo. Solo que se debería recordarles las palabras del Padre de la Patria, cuando dijo “maldito el soldado que apunta su arma contra el Pueblo”.
Es por esto, que ahora el gobierno habla de una unidad “cívico-militar-policial”, diluyendo el rol de la Fuerza Armada Bolivariana y entregando el país a la violencia policial.
Mientras tanto, promulgan leyes express, sin debate popular y, por supuesto, sin disidencia alguna, con el absoluto control de la Asamblea Nacional, para crear un nuevo marco jurídico que soporte la actuación del fascismo.
Las instituciones están absolutamente subordinadas a las decisiones del dictador, mientras que, las distintas facciones y grupos del madurismo, se reparten las cuotas de poder de lo que queda del país. Todos obtienen lo que quieren sin importarles lo que sucede al pueblo; unos se convierten en ministros-policías, otros, toman control del petróleo para terminar de rematar nuestra Soberanía. Todos los que pasan por el gobierno salen achicharrados, directo al basurero de la historia.
En esta nueva situación, el gobierno ha perdido toda credibilidad, por eso imponen el silencio. Nadie les cree. No sólo los aliados y la comunidad internacional dudan del último proceso electoral, sino que, el pueblo venezolano, aunque se ve obligado a callar, no se come las excusas del gobierno ante el desastre del día a día: ni sanciones, ni sabotaje, ni terrorismo, ni Chávez.
El último apagón nacional, es una muestra de ello, a pesar de que todas las instalaciones eléctricas están militarizadas y sus policías controlan la vida nacional, el gobierno insiste en que se trató de otro “sabotaje”. Ya no son las iguanas, ni los ataques con rayos, ahora es una sofisticada “operación de sabotaje” desde los EEUU, dirigida por los líderes de la oposición. Nadie les cree.
En esta nueva situación, el gobierno luce débil y desesperado, de allí la violencia. Ya no pueden manipular, ni engañar a nadie. El país sigue a la deriva, en manos de una cúpula incapaz, aferrada al poder, mientras la Patria se desmorona. El Pueblo tiene la palabra.