Durante los últimos dos siglos se viene escribiendo una nueva narrativa de la historia, donde se abren temarios sin bases científicas, objetivas, y mientras más viene hurgando la ciencia sobre la historia, más se le empiezan a ver las costuras a la historia antigua y contemporánea.
La historia es una disciplina cargada de muchos oficios acuciosos e invaluable ciencia, no se podría escribir sobre la misma sin la participación de la gastronomía, la biología, la química, la astronomía, la astrología, alquimia, cábala, ocultismo, idiomas, o sea, con la historia escrita se sabe muy poco de la misma, sólo se sabe lo externo, la letra sin el contenido de la época, porque para la misma no sólo se debe tener conocimientos ocultos, sino asimismo profundizar en el tema.
La polimatía del pasado tenía esa cualidad, no es un asunto o carácter, sino de amor por el conocimiento, amor por la sabiduría, por lo tanto, se sabe poco de la historia, ya que ella se presenta no sólo incompleta, sino sin contenido original.
Por ejemplo, desarrollar la historia de la Independencia Americana sin tomar en cuenta los eventos de la Europa del siglo XVII al XIX es tener una visión muy corta de los hechos, descartando no sólo que fue un acto de necesidad, sino también antropológico.
En resumen, se tiene una historia ajustada a los intereses de la época, al igual que las opiniones y análisis políticos, siendo esta la razón de no sólo carecer de historia, sino de orientación a las generaciones que preceden.
Sin embargo, si algo sobresale en la presente época es que las personas empiezan a darse cuenta de lo incompleta de las mismas, de sus sesgos y de empezar en lo particular a reconocer y reconstruir lo general, para así conocer la verdadera historia grabada en la antropología del ser humano.
Es lógico que este fenómeno de la investigación que sucede con la historia pasa con todas las disciplinas y ciencias humanas, ya que absolutamente toda la creación vive en constante cambio y evolución.
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