Estos deben ser tiempos de complejas negociaciones políticas. Poco aflora hacia afuera, lo cual quizás sea lo mejor. Me aparto entonces en este inicio de la columna en el promisorio 2024 del tema que suele ocuparnos más, para hablarles de algunas joyitas cinematográficas que vieron luz en el año que recién concluyó. Como corren tiempos de premiaciones –la ceremonia de entrega de los Globos de Oro se celebró anoche–, la época es propicia para este tipo de recapitulaciones. Pero no les hablaré de Oppenheimer, mi película preferida del 2023 con toda esa carga de historia que entrega en el marco de un relato muy bien contado y excelentemente desplegado en la pantalla, ni de otros blockbusters que llegan a las carteleras. Mi texto va dedicado a “los cazadores de buenas películas” que en Venezuela hay muchos. ¡Yo fui uno de ellos!
Con ínfimas posibilidades allá de acceder en salas al buen cine, nos veíamos obligados a recurrir a vías heterodoxas para tratar de encontrar las joyas de cuya existencia nos enterábamos a través de múltiples canales de información. El internet ha facilitado mucho esta profesión. Ahora se cuenta con variadas plataformas de streaming y, cuando la espera se alarga, es factible recurrir a algunas de esas páginas de descarga que se han negado a morir. En fin, que lo primero es informarse de la existencia y de cómo ubicar al material preciado. Aspiro a que mi lista comentada les sirva para ese propósito.
Monstruo es la más reciente película de Hirokazu Koreeda, un director japonés muy festivalero y que ya ostenta una filmografía de culto. Mi preferida de su producción es Shoplifters –titulada en España Asunto de familia–, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2018 y que, en mi opinión, debió ser la elegida como mejor película extranjera en los Oscars de 2019. Le conocí a través de Nadie sabe en 2004, una cinta que me tentó a abandonar la sala varias veces por su lentitud. Luego estuve pensando sobre ella los siguientes tres días. Comprendí entonces que solo una magistral cocción a fuego lento podía lograr que un drama tan poderoso como el que se cuenta en esa película abrasara las fibras más íntimas de mi consciencia. Monstruo es también algo lenta, pero va creciendo en ritmo en la medida que su caleidoscópico guion va mostrando, desde diferentes perspectivas, lo que al principio parecía ser una historia sencilla centrada en el abuso escolar. Mi valoración del guion suele ser el criterio prioritario a la hora de cribar preferencias. El de Monstruo se asimila a una máquina de relojería perfecta. Salí de la sala sobrecogido por su perfección. De aquí que se las recomiende y no le pierdan la pista a este señor director.
En ese afán de develar magistralmente cómo lo que aparenta ser verdad se va transformando en una verdad distinta y muy difícil de asir de manera integral, considerando el complejo entrelazamiento de múltiples perspectivas, relaciono a Monstruo con Anatomía de una caída. Esta cinta ganadora de la Palma de Oro 2023, de la directora Justine Triet con la soberbia actuación de la alemana Sandra Hüller –a quien había apreciado en el excelente filme Toni Erdmann–, se ha convertido en un verdadero blockbuster. Hace apenas unas horas vi en diferido los Golden Globes de este año (7/1/2024) y Anatomía de… ganó en los renglones de mejor guion y mejor película extranjera. En esta ceremonia y con sus propias palabras, la directora y también guionista confesaba las dudas que le asaltaron en los tiempos de escribir el guion –cundía el COVID–, sobre cómo iba a poder conseguir financiamiento y concretar su película con una historia que partía, de entrada, con demasiados elementos poco atractivos. Sin saber cómo pudo lograrlo –Justine dixit–, lo cierto es que su obra maestra es asombrosamente inteligente. Algo lenta y a ratos tediosa, su largo y a veces frío recorrido es compensado por la reflexión a la que invita sobre los inefables misterios que se desenvuelven en el núcleo profundo de las complejas relaciones de pareja.
A continuación me referiré a dos películas que en realidad son del 2022 pero que se estrenaron en salas madrileñas en el 23. La primera, irlandesa, The quiet girl, que estuvo entre las cinco nominadas al Oscar como mejor película extranjera el año pasado –compitió con mi preferida Argentina 1985–, así que estuve pendiente de su estreno. Una historia rural, de humildes pretensiones pero de impresionante belleza poética. La segunda, francesa, Le tourbillon de la vie –estrenada en España con el título de Pequeñas casualidades– no obtuvo el unánime consentimiento de la crítica; sin embargo, a mí me encantó. La vida es lo que nos pasa, pero cuánto de ello es producto de decisiones nuestras o cuánto de casualidades que se constituyen en verdaderos puntos de inflexión en nuestro recorrido vital. Ese es el tema de esta cinta que construye, a partir de varios momentos claves en la vida de la protagonista, una especie de multiverso que se mantiene en un tono realista y no deriva como en Todo a la vez y en todas partes hacia un delirio grotesco e incomprensible. Creo que fue esta reflexión constitutiva de la ópera prima de Olivier Treiner la principal razón de mi encantamiento, aunque también contribuyó el magnético desempeño actoral de la carismática Lou de Laâge.
Una mención especial a dos competidoras al Oscar en el renglón de película extranjera este año, aunque ya se sospecha cuál será la ganadora. La coreana Vidas pasadas y la más reciente producción de otro director festivalero y con una legión de seguidores: Fallen leaves del finlandés Aki Kaurismäki, una especie de Wes Anderson europeo que produce un cine alejado de lo convencional. Está de moda el tempo lento o adagio cinematográfico y así, mientras la política venezolana emerge de su bucólico trance, aprovecharemos para referirnos próximamente a las joyitas del cine español.