“El arte supremo del maestro
es despertar el placer de la
expresión creativa y el conocimiento”
Albert Einstein
La denominada Revolución Neolítica ocurrida hace unos 10 000 años atrás, permitió a la humanidad asentarse y cimentar la transformación de las relaciones entre los hombres y su interacción con el medio ambiente como fuente de su sustento. En este período se da inicio a la agricultura y a la ganadería, este novedoso estilo de vida trajo consigo la exigencia de medios de regularización entre los estándares sociales, para así lograr satisfacer todas las necesidades de las poblaciones que se estaban formando, de allí nace el intercambio de posesiones o trueque. El canje de productos trae como resultado el completar la dieta o adquirir herramientas necesarias del ser humano sedentario. Sin embargo, con el pasar del tiempo se fue haciendo cada vez más difícil conseguir intercambios equitativos, debido a lo complejo que resultaba calcular el valor de las cosas. Para solventar estos inconvenientes, ciertos bienes de constante demanda comenzaron a hacer de moneda; y luego para este fin se opta por la implementación de los metales, poniendo fin a los trueques e iniciando una nueva etapa que marca el origen del comercio, el crédito, la banca y a otras prácticas como son la usura o la especulación, viejas lacras ya presentes en los albores de las permutas financieras.
La historia nos ha demostrado que la humanidad ha utilizado distintos utensilios para realizar pagos, intercambios, donativos u ofrendas, todas estas prácticas van a depender del tiempo, lugar y nivel cultural, África no fue la excepción; el trueque determinaba un fin y establecía lazos entre los miembros de una comunidad. Posteriormente, los objetos fueron adquiriendo valores determinados o referenciales, las cuales denominamos hoy paleo-monedas.
Con el correr del tiempo, esta cultura agregó un importe a la estética de bienes que intercambiaban, los objetos bellos eran más apreciados por la comunidad por lo tanto poseían más estimación. Así mismo en estas comunidades, cada producto estaba asociado a distintos usos e intercambios, por ejemplo, en la República Democrática del Congo un esclavo varón era equivalente a dos boloko (moneda de cobre en forma de X), o doce bolsas de sal era el precio para obtener una esposa.
Para las civilizaciones africanas, las monedas no estaban estimadas netamente por la tasación del mineral, sino por el uso en las ceremonias o rituales, o por intención estética. Cada lugar de África decoraba sus monedas, indicativo de sus costumbres y creencias; en Sierra Leona los kissi, tenían carácter mágico, eran delgadas varillas de hierro de entre treinta y cincuenta centímetros de largo, con extremos aplanados, conocidos como “monedas con alma” debido a que los sierraleoneses creían que en esos objetos residían los espíritus. Otro de esos elementos que merecen atención son las “manillas”, joyas en forma de brazaletes normalmente de cobre; eran de importantísima cotización en los matrimonios, en las culturas Hamba, Mbole, Jonga y Nkutshu el marido colocaba una manilla a la esposa en el tobillo como símbolo de pertenencia.
De la mano de sus directores Nelson Sánchez Chapellín y Morris Matza, el Museo de Arte Afroamericano inauguró en marzo la exposición El arte de ser monedita de oro; una valiosa iniciativa de esa institución junto a la socióloga Alicia Smith-Kelly y el profesor Elías Castro, directora y coordinador académico respectivamente de la Escuela de Arte de la Universidad Central de Venezuela. Esta exhibición que aún permanece abierta al público en la sede del museo en San Bernardino, es parte de las actividades con las que el MAA rinde un homenaje por el trigésimo aniversario de la Escuela de artes de la UCV.
La selección de las casi 100 piezas reunidas posibilita descubrir voces milenarias y una acentuada carga mística que data de hace siglos como un componente vital del acervo africano; en tal sentido podemos intuir como los antiguos pobladores de esa parte del mundo concebían y codificaban la utilidad de los objetos, los beneficios y las formas de vida sin estar desprovistos de una cosmovisión ancestral. Recorrer esos espacios es mirar brevemente los vestigios de un lugar perdido en el tiempo, una seductora oportunidad para adentrarnos en el arte y una invitación para hurgar en la historia; sin duda una expresión fantástica y muy nutrida, que si bien nos ubica en el pasado de este continente, nos otorga herramientas para instrumentar nuevas comprensiones de la relación del hombre y los fundamentos económicos.
Esta nueva opción museística es un logro más del Museo de Arte Afroamericano en su incansable búsqueda del “hombre curioso”, en cada presentación tienen el objetivo no solo de educar, sino crear nuevos investigadores, estimular a quienes tengas ansias de saber y abrir el apetito por el aprendizaje de todo lo que representan las sociedades y exaltar el sentido de ser venezolano. El arte de ser monedita de oro es una exposición rica en sabiduría y reflexión, sus salas interconectadas permiten ver el desarrollo de los diferentes modelos con los que nos hemos relacionado y construido desde remotos tiempos el valor del trabajo y la pertenencia. Esta muestra es un generoso viaje por el enigmático y vasto universo que guarda la evolución de nuestra especie.
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