Gracias Eterno, por revelar el valor de la vida, gracias por enseñar el sentido de la misma, gracias por develar la grandeza de tus pasos.
En esta oportunidad, se va a abordar un principio ético que no por ser de menor importancia ha sido omitido en todos los ordenamientos y códigos legales del mundo, el cual tiene que ver con el amor y todas sus derivadas; desde los estudios de los principios y valores universales del derecho y la justicia, causa sorpresa observar cómo el principio del amor, siendo de carácter universal, ha sido omitido y hasta borrado de todas las leyes universales, al menos de forma taxativa.
Este principio ético es tan abstracto como la paz, la libertad e incluso la democracia, y siendo este de carácter universal y superior, no hay razón para ser suprimido.
Esto explica en todos los niveles de la mente y de la consciencia por qué tantos atascos en problemas que son simples, pero se convierten en verdaderos nódulos para las innumerables formas del mundo de las relaciones humanas, incluidas las relaciones de gobiernos internacionales y las formas de administración del gobierno nacional, por medio de modelos de comunicación, que siendo simples, no dejan de ser un problema para la modernidad y para la época antigua.
Lo contrario al amor es el odio, y si existe un delito de odio, impreso en leyes del derecho internacional, por qué no se empieza a legislar sobre el amor, dentro del orden jurídico. ¿Acaso es un argumento válido decir que es por su naturaleza abstracta? De la misma naturaleza son la paz y la libertad, que sí son bien esbozados dentro de las formas jurídicas.
Por esta razón, una comunicación efectiva, basada en los principios y valores del amor, tiene el poder de solucionar de forma libre, espontánea, rápida, económica, cualquier atasco; esto lo saben las investigaciones sobre la comunicación, sólo que el sistema educacional no hace énfasis en el desarrollo de este método efectivo, sobre la ciencia de la comunicación dentro del marco de los principios éticos, que no por ser sencillos dejan de ser sofisticados, enmarcados dentro de los valores universales de la ética, del respeto, la justicia y, si se quiere en otra forma explicar y desarrollar, de la cristiandad.
Sin embargo, desde la perspectiva occidental, hay que reconocer que en la antigüedad, es decir, antes de la era cristiana, existió otra forma de vida, muy distinta a las formas de la presente era, basadas en el positivismo de las leyes, de las instrucciones religiosas y cosmovisiones ortodoxas del pasado, que a decir verdad, tampoco mencionan el amor como principio legal o moral, sino que fue hasta la epifanía del cristianismo cuando esta acción del poder del amor toma vida y forma parte de cardinal importancia dentro de todo el edificio de la cultura universal de occidente.
Como se ha dicho antes, si las relaciones sobre los tratados internacionales y el derecho de las naciones, hicieran sus demandas y convenios, dentro del marco de los principios éticos y morales de la universalidad del amor y el respeto, no tendrían por qué existir las costosas guerras que dejan muchas pérdidas de vidas humanas y costosos estragos materiales innecesarias e incalculables.
De ahí que la legalidad toda, además de las relaciones internacionales entre los tratados, convenios y accionar entre los Estados nacionales, se encuentran ante el dilema del paradigma de la legalidad sin bases éticas que las sustenten.