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Cuando se analiza una situación social y política determinada, lo juicioso, lo natural y lo que recomiendan los especialistas es ir de lo general a lo particular, o sea, de las grandes realidades geopolíticas, las tendencias macroeconómicas y las grandes convulsiones sociales, para luego “aterrizar” en los efectos particulares.

Es obvio, que un análisis hecho así debería estar correcto, lo que no estará es completo. ¿Por qué? Pues, porque también es verdad que la suma de pequeños acontecimientos, de detalles, de anécdotas y de vivencias cotidianas, pueden lograr hacer la masa crítica y, a su vez, determinar grandes eventos. Eso es lo que, por cierto, postula una de las famosas “leyes” de la dialéctica: “la cantidad se puede convertir en calidad”.

Con las primarias ha ocurrido algo que nos puede ayudar a analizar la situación actual e intentar hacer algunas previsiones y extraer las tareas que tenemos por delante.

Veamos: ¿Las primarias se han realizado, como consecuencia del acuerdo de Barbados? Sí, es cierto, pero la afirmación esta incompleta. Las primarias también se realizaron porque la voluntad política de los candidatos que nunca se entregaron, ni bajaron los brazos fue creando, poco a poco, un ambiente que terminó dándole calor popular y ganándose el corazón de la gente. El gobierno aceptó no entrometerse en el proceso, porque pensó que le saldría más barato que el fracaso de las primarias viniera de dentro, que implosionaran, como trataron de hacer a través varios de sus agentes. El “argumento” más socorrido es que no había logística, ni preparación y que había que suspenderlas. La precariedad de medios era cierta, las presiones, las amenazas contra quien prestaba su casa, su local también y la logística era incierta. Yo mismo, me avergüenzo de haber pensado que un palo de agua podía arruinar el proceso.

Lo que pasaba es que no estábamos viendo correctamente. Estábamos viendo las cosas con los ojos de “la razón” de la lógica formal de Descartes y no con la de Pascal que nos enseña que “el corazón tiene razones que la razón no comprende”. No entendimos, a pesar de haberlo leído tantas veces, lo que El Principito le decía al zorro: “Solo con el corazón se puede ver, lo esencial es invisible ante los ojos”. No vimos esa fuerza que se anidaba en la voluntad de millones de nuestros compatriotas que al final prestaron los aleros, los patios de sus casas para que la gente se cobijaran del chaparrón; que hicieron café y arepas para los héroes de las mesas. No sacamos la cuenta de que el paraguas es un arma tan poderosa como el domo de hierro de Tel Aviv, que puede proteger de cualquier contingencia y que nuestros compatriotas lo usaron para formar un colosal paisaje de voluntades haciendo cola para votar.

Fue la suma de esas pequeñas cosas lo que al final hizo el suelo fértil para que un liderazgo como el de María Corina pudiera transformar esa emoción, en decisión para ir a votar, en medio de todas las adversidades y que las primarias fueran un éxito.

El mandato, así otorgado por los venezolanos, no es entonces solamente la escogencia de una candidata presidencial. Es también para traspasar las barreras que aún hoy se interponen entre las primarias y una elección libre; sin inhabilitados, sin ventajismo; con reglas claras; con observación internacional y con un juez transparente.

Las primeras reacciones de las direcciones políticas han sido positivas, también las de María Corina Machado. Los que quedan rezongando cada vez son menos.

Ahora toca ir juntando esas pequeñas cosas que aún nos faltan para hacer la gran masa crítica que logre el cambio político. Si logramos hacerlo, lo que hoy vemos como imposible puede hacerse posible.

La moraleja es que lo pequeño no solamente es hermoso, puede también construir lo grande.

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