OPINIÓN

Singularidades de la historia

por Emiro Rotundo Paúl Emiro Rotundo Paúl

Solo podemos conocer y analizar lo que ha ocurrido. Sobre lo que pudo haber sido y no lo fue, solo podemos hacer conjeturas. En teoría, las cosas pueden suceder de muy diversas maneras, en la práctica, ocurren siempre de una única y determinada forma que nadie está en capacidad de prever y mucho menos de controlar (salvo Dios). Después que algo acontece pensamos que pudo haber sido de otra manera, si hubiéramos hecho las cosas de otra manera o si no hubiéramos hecho nada. ¿Por qué los hechos históricos sobrevienen de un modo que regularmente contradicen los deseos humanos? ¿Existe un designio superior que determina el desenlace de las acciones de los hombres? No lo sabemos.

Pero nos atrevemos a manifestar, hablando metafóricamente, que existe lo que pudiéramos llamar la “corriente de la historia”, con cauce y trayectoria propias, es decir, no preestablecidas. Las acciones humanas aceleran o ralentizan la corriente, incrementan o reducen su caudal, pero no modifican su curso ni su trayectoria. El desagüe final de la corriente, el punto terminal de su recorrido, no lo decide el hombre, en todo caso, no voluntariamente. Es falso el determinismo histórico que proclaman algunas ideologías, la marxista principalmente. Todos los intentos hechos en el sentido de dirigir la historia han terminado trágicamente.

Designemos a esos meandros inaccesibles de la histórica con el término de “singularidades”, como hacen los físicos con aquellos prodigios cósmicos que no pueden explicar (el Big Bang, los agujeros negros, etc.) Una de esas “singularidades” históricas ocurrió en Venezuela en 1993 con el enjuiciamiento y destitución del presidente Carlos Andrés Pérez. Los que idearon y ejecutaron esa acción, y quienes la apoyaron, no se imaginaron las consecuencias. El sistema político de Acción Democrática y Copei, conocido como puntofijismo, empezó a dar muestras de agotamiento hacia fines de la década de los años ochenta. Carlos Andrés Pérez, a la sazón presidente electo, miembro prominente de AD, el partido más importante, inició una serie de acciones tendentes a modernizar el sistema político vigente. Se desligó de su partido (o su partido se desligó de él), creó su propio equipo de trabajo (los IESA Boys) e inició una serie de medidas económicas de corte neoliberal que los opositores llamaron el “paquetazo” y que comenzaron a dar buenos resultados en 1992: crecimiento del PIB, desaceleración de la inflación, disminución del desempleo, etc. Se inició también en ese entonces el proceso de descentralización que permitió designar a los gobernadores y alcaldes por vía del voto popular y no por designación presidencial (o partidista) como era antes.

Las medidas económicas del “paquetazo” exigían ciertos sacrificios. Además, y principalmente, requerían una ruptura con los malos hábitos del pasado. Las élites políticas, económicas e intelectuales del país no estuvieron dispuestas a ello y se suscitaron conflictos en diferentes campos: 1) populares: la masiva asonada de los días 27 y del 28 de febrero de 1989; 2) militares: los intentos insurreccionales del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, 3) políticos (los únicos que el presidente no pudo neutralizar): su expulsión del partido, la acusación por corrupción incoada por la Fiscalía, el enjuiciamiento por parte de la Corte Suprema, la sentencia, su destitución por el Congreso Nacional y finalmente su encarcelamiento. El presidente se convirtió en el chivo expiatorio de los pecados de la democracia. Supuestamente, después de esa acción vindicativa, vendrían los beneficios que la Providencia otorga a quienes han lavado sus pecados en la sangre de los sacrificios. Pero lo que sobrevino fue una especie de castigo divino.

El juicio del presidente Pérez fue solo el pretexto para revocar al proyecto de cambio del sistema populista, demagógico y clientelista vigente. El resultado lo hemos vivido en carne propia todos los venezolanos: 1) en lo económico: la crisis financiera, la inflación, la superinflación y la hiperinflación, la devaluación de la moneda y el aumento de la pobreza crítica; todo ellos a un nivel tan alto que se clasifican entre los mayores del mundo; 2) en lo político: el desplome de la democracia, la minimización de los partidos tradicionales (socialdemocracia y democracia cristiana) y su sustitución por nuevas fuerzas políticas que muy pronto se deterioraron ante los embates del régimen; 3) en lo social: el incremento atroz de la pobreza, de la delincuencia, de la inseguridad, la pérdida de la fe en el país y el éxodo de millones de compatriotas que han protagonizado las más dolorosas y conmovedoras escenas de supervivencia por ríos, montañas y selvas del continente.

El rechazo al cambio propuesto por Pérez originó el mayor desastre de la historia nacional. No cabe duda (y esta es una de las presunciones a las que nos referimos al principio del escrito) que si el país hubiera apoyado el “gran viraje” propuesto por el presidente Pérez ante el Congreso Nacional en su primer mensaje ante ese cuerpo (el documento existe y vale la pena leerlo con detenimiento), el curso de los acontecimientos hubiera sido distinto, casi seguro, mejor. El chavismo no se hubiera hecho cargo de la situación y el país hubiera salido de la crisis económica y social existente con la riqueza que se produjo posteriormente y que Chávez dilapidó miserablemente. ¿Por qué pasaron las cosas de ese modo? Hay una explicación plausible: por la falta de visión de las élites dirigentes que no estaban a la altura de su tiempo. Pero, cuidado, de haber sido apoyado el proyecto Pérez el resultado pudo haber sido también contrario a lo esperado, por aquello de las “singularidades” históricas de las que trata este artículo.