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Sin efectivo no hay sostenibilidad

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I

Fuentes no rigurosas en la internet reportan que los orígenes de la máxima “el efectivo es rey” (cash is king) se remonta a las secuelas de la crisis mundial de los mercados bursátiles de 1987, gracias a la mención de Pehr G. Gyllenhammar (1935-actual), el entonces director ejecutivo (CEO) del fabricante de automóviles sueco Volvo.

Quizá cuando Gyllenhammar dijo la frase de marras, se refería a que mantener activos en efectivo (y sus equivalentes) podría proteger a los inversores de las pérdidas potenciales que sufrirían si invirtieran dicho dinero en el mercado de valores y éste experimentara una caída a corto plazo. Sin embargo, el efectivo no es inmune a las pérdidas y, en el caso Venezuela resulta importante siempre tener en mente el efecto de la inflación sobre el mismo.

Aun así, es decir, aun considerando la inflación, hay motivos justificados para mantener efectivo: operacionales, compensatorios, por precaución, especulativos y hasta regulatorios. También, existen cualquier cantidad de modelos para determinar la mínima cantidad de efectivo a mantener en una empresa, allí están el de Tobin-Beaumol y el de Miller-Orr, por mencionar solo los dos más conocidos.

Sin embargo a veces, el efectivo resulta absolutamente improductivo. A modo de ejemplo y en el caso de la banca venezolana, el efectivo, visto en las disponibilidades, es un activo improductivo (non performing assets). En el Boletín Mensual que suministra Sudeban, el activo improductivo forma parte de dos indicadores financieros, uno para la evaluación del patrimonio y otro como indicador de calidad de activos.

La frase “el efectivo es rey” cobró todavía más relevancia  en la figura de Jack Welch (1935-2020), el famoso ex CEO de General Electric, a quien se le atribuye la siguiente cita: «Si tuviera que dirigir una empresa utilizando solamente tres métricas, esas serían la satisfacción del cliente, la satisfacción de los empleados y el flujo de caja» (“If I had to run a company on three measures, those measures would be customer satisfaction, employee satisfaction, and cash flow”). Welch fue elegido, por la revista Fortune, «El gerente del siglo 20″ (Manager of the Century), en 1999.

Ahora bien y para contrastar un famoso con otro, está el caso de Warren Buffett (1930-actual) quien tiene una aversión bien documentada -y de larga data- al efectivo como estrategia de inversión. Buffett, sencillamente, no está de acuerdo con la frase. En una entrevista de 2009 con el periodista estadounidense Charlie Rose, Buffett afirmó que el efectivo es una mala opción para los inversores que buscan salvaguardar o hacer crecer su riqueza. “El efectivo siempre es una mala inversión. Cuando la gente dice que ‘el efectivo es el rey’, es una locura», dijo, y agregó que «seguramente su valor bajará con el tiempo». Buffett comparó el efectivo con el oxígeno, esencial en cantidades suficientes para la seguridad, pero improductivo y depreciable cuando se acumula. Por cierto, este pensar de Buffett también se refleja en otra máxima de las finanzas: “Cuando no tienes mejor cosa que hacer con el efectivo, repártelo en dividendos”.

El caso es que el uso amplio de la frase “el efectivo es rey” durante los tiempos tormentosos de crisis financieras, resalta su importancia como sugerencia -y evidencia- de capacidad para resistir y superar presiones de quiebra. Adicionalmente, si tenemos en cuenta la quiebra y la conectamos con la definición de sostenibilidad, aquella de “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias» (Comisión Brundtland de la ONU, 1987) podemos fácilmente inferir que hay una conexión entre el efectivo y la satisfacción de las necesidades del presente y del futuro.

II

A pesar de todo lo escrito anteriormente y a esta altura del artículo, pudiera persistir la curiosidad del lector de si por fin el efectivo sigue o no siendo rey.

Mi respuesta es que, en Venezuela, si el efectivo no era rey puede que pronto lo sea. Ello a juzgar por la misión asignada a un comité de la Federación de Colegios de Contadores Públicos (FVCCP) para adaptar y aprobar, para su aplicación en Venezuela, de dos normativas denominadas NIIF S1 y S2, donde las siglas significan Normas Internacionales de Información Financiera y donde la letra S se refiere a Sostenibilidad.

Las Normas Internacionales de Información Financiera, NIIF (en español) o IFRS (en inglés), son una serie de reglas o estándares aceptados por diferentes países, con la intención de que se estandarice la aplicación de normas contables en el mundo. Estas son emitidas por el Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad (IASB).

El punto es propicio para recordar que, en nuestro país, los estados financieros son elaborados de acuerdo con las Normas de Información Financiera de Venezuela (VEN-NIF) y sus interpretaciones (CINIIF), de acuerdo con las Normas Internacionales de Contabilidad (NIC) y sus interpretaciones (SIC), y de manera concordante con los Boletines de Aplicación (BA VEN-NIF). Es importante señalar que las NIC funcionan en conjunto con las NIIF.

La NIIF S1 lleva por título «Requerimientos Generales para la Información Financiera a Revelar relacionada con la Sostenibilidad» y la NIIF S2 lleva por título «Información a Revelar relacionada con el Clima».

El resumen escueto de la NIIF S1 es que requiere que una entidad revele información sobre todos los riesgos y oportunidades relacionados con la sostenibilidad que podría esperarse razonablemente que afecten los flujos de efectivo de la entidad, su acceso a la financiación o el costo del capital a corto, medio o largo plazo. Adicionalmente, un contenido similar puede encontrarse en la norma NIIF S2 pero con la palabra “clima”.

Mi conclusión es que las normas NIIF S1 y S2 colocan la capacidad de una empresa para generar flujos de efectivo, todo tiempo y circunstancia, en el corazón de la sostenibilidad. En consecuencia y en Venezuela, si es el caso y la FVCCP aprueba las normas tal y como están, el efectivo será rey.

Un corolario extremadamente importante que se desprende de todo lo anterior es que “sin efectivo –y sin su capacidad para generarlo- no hay sostenibilidad posible”. Y ello es así en virtud de que la sostenibilidad, al menos desde la perspectiva expresa de las NIIF, no es un fin en sí misma. Si la empresa quiebra, desaparece con ella la sostenibilidad. ¿O no?

 

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