Ayer acudí un vez más al llamado de la protesta callejera por los derechos laborales. Lo hice en representación de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar y de mi partido, Encuentro Ciudadano. Razones sobran para manifestar contra un régimen que se ha mostrado como el peor en nuestra historia contra los trabajadores y los alcances de sus históricas luchas. Nicolás Maduro desprecia el trabajo, al trabajador. Le interesa desarrollar otras áreas más cercanas a la mafia, al robo, a la guerrilla, a la entrega política incondicional al régimen, al margen del trabajo.

No se trata sólo de que los sueldos no signifiquen nada en la administración pública. Como nada significan. El salario mínimo en menos de cuatro dólares dice todo en la escala. Un profesor universitario en su máximo nivel y experiencia, titular, con años luengos de servicio percibe acaso cuarenta dólares semanales como sueldo. Lo demás son unos bonos variables. Sueldo no son. Se cobra más en bonos que en sueldo. Bonos que no tienen incidencia en nada. En prestaciones sociales que nunca pagan ni ya existen, no inciden. Tampoco existe protección social alguna: seguros, atención médica, servicios múltiples que hacían grata y llevadera la seguridad y la rutina de la vida. Eliminaron cajas de ahorro, gremios y sindicatos, los conocidos institutos de previsión social, por la vía de dejarlos sin el dinero escaso que aportan los afiliados. Más de dos años ha que retienen ese dinero para quedárselo. Esto lo hemos denunciado en instancias nacionales e internacionales, sin respuesta alguna siquiera.

La deuda de este régimen con los trabajadores es inmensa. Usaron la ONAPRE para bajar los sueldos y los bonos, el vacacional, el de fin de año. Los trabajadores públicos sometidos a la esperanza de que esto tenga fin, el atropello de los derechos laborales o el régimen. Pero cada día, producto de la devaluación, ocurre lo contrario, no para la calamidad laboral. ¿Cual es la intención? ¿Qué más gente abandone su trabajo? ¿Qué más gente abandone el país? ¿Acabar más con las instituciones del Estado? ¿Que con trabajo privado se siga financiando la administración pública y, por ende, al régimen, como hasta ahora? Como puede percibirse, resulta imposible que nada funcione. Así las escuelas, los hospitales, las universidades, los ministerios, muestran su desmoronamiento inducido. Su acabamiento recibido en una bolsa contentiva de algunos alimentos, en estado de indigencia.

La Organización Internacional del Trabajo, en su largo proceso de un Diálogo Social Tripartito nada ha podido conseguir. Las naciones del mundo obligaron ese proceso en lo que constituyó una inmensa derrota para un régimen que ni siquiera paga en la Organización de Naciones Unidas para siquiera poder votar. Que se burla descaradamente de esas instituciones internacionales porque no cree en ellas sino en su proceder autónomo. Esto hay que tenerlo claro. Por eso, esperó que estuvieran en Venezuela los funcionarios de la OIT para suspender el último Foro de Diálogo Social, sin dar explicación alguna. Este mes llega un funcionario para tratar de obligar resultados. ¿Se verá alguno con un régimen que desconoce toda la normativa legal, constitucional, interna y externa? Lo dudo. El despotismo se manifiesta con mayor rigor para hacer sentir su sometimiento de la población.

Nada de lo anterior tiene que ver con las sanciones. Ya lo expresaban algunos participes en la concentración y marcha de ayer. Dinero hay, de sobra. Lo que hay es ganas de doblegar a los trabajadores y su dirigencia, para hacer saber quién tienen el poder, más allá de todos los diálogos a los que se obligue a este régimen macabro, del terror. En la plaza estaban los arbolitos costosos como burlándose de trabajadores, jubilados y pensionados. Dinero hay para festividades, para tarimas y aparatos de sonido inmensos, para maquillar ciudades y pueblos, para la protección de quienes nos agobian, para eso sí, de sobra, para su seguridad hay tecnología y agentes nacionales y extranjeros y vehículos de alta gama. Para la corrupción abundan los recursos. Para todo cuanto implique un negocio donde puedan echar mano. Las nóminas públicas no son negocio.

De nada sirve ya marchar ante los sordos e insensibles. Aunque haya que seguirlo haciendo, así sea para dejar constancia de la existencia, del maltrato, del desconocimiento de los derechos humanos laborales. El problema es mucho mayor. Un régimen que desconoce los valores sociales del trabajo, de la educación, de la salud, no merece seguir estando en el manejo del poder. Pero es la forma que ha encontrado para permanecer en él, a expensas de la explotación laboral, de la esclavitud moderna, de la tragedia humana que causa día a día. Encrucijada difícil que debemos transitar hasta conseguir el modo efectivo, por ahora electoral, de quitarles el poder. Por ahí se encamina la Corte Penal Internacional a enjuiciarlos, a condenarlos, como corresponde. Ojalá puedan echarle mano y no ocurra lo que pasa con Putin, quien incluso esquiva la justicia internacional. Mal momento para los trabajadores. Hay que labrar día a día, hora a hora, tiempos mejores.


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