Sí, hemos vuelto al silencio, todavía más silencio que el que vivimos antes de las elecciones del 28 de julio. Seguramente porque al colapso de los partidos políticos opositores se suma la ola mayor de sangrienta represión con que el gobierno fraudulento, insólitamente fraudulento, con la que pretende defender su crimen contra la soberanía popular, la estructura esencial de la sociedad democrática. Lo cierto es que hay un silencio que grita.
A quien uno le pregunta su opinión por el desenlace de la tragedia que vivimos -sí, dije tragedia- contesta que no sabe y que en consecuencia la cosa, todos sabemos que es la cosa, no sabe cómo se va a solucionar y sobre todo si se va a solucionar. Y solucionar significa que como ordenaban las actas de julio deberíamos volver a la democracia y a la presidencia de Edmundo, caballero sacado del sombrero del prestidigitador de la historia. (¿Quién es el prestigiador de la historia? No sé, seguro que nadie sabe).
Algo se oye, a pesar de todo. En general bulos o bolas. Que desapareció Amoroso sin que se vislumbre con qué objeto. Pero, ¿es que Amoroso ha existido alguna vez con plenitud? Apareció. Hay otras cosas aparentemente un poco más consistentes. El fiscal Saab insultó a Lula, al general en jefe del subcontinente, lo llamó agente de la CIA. Que osadía, que torpeza. Se le pidió perdón oficialmente. Saab también lo pidió, a media lengua. No sabemos si se va a castigarlo. Pero el ruidillo es que la gente olfatea contradicciones en la cúpula chavista.
O esos cambios de generalotes en los puestos mayores de la represión, mosca se podría decir. Lo que pasa es que ya tenemos un cuarto de siglo (sic) olfateando movimientos entre los generalotes y nada, nada. Jorge Castañeda, el mexicano muy entrenado en vaivenes en las alturas continentales, dice que son los cubanos. Yo diría que hay que oírlo.
Ahora se especula, a nivel máximo, Maduro, en veras y bromas, que María Corina se fue a España. Como hoy es jueves y esto sale el domingo, y sé que Maduro puede ser el más cabal embustero, me callo al respecto.
Lo que sí hay que decir es que en el exterior, en el planeta, hay un ruido sobre Venezuela que contrasta con nuestro silencio. Ya lo habrán leído u oído las voces: la ONU, la OEA, Estados Unidos, la Unión Europea, defensores de los derechos humanos públicos y privados, un bojote de países de aquí y de allá y Lula y Petro y Boric. Ello entusiasma, sin duda, pero lo que nunca hemos digerido es el saber cómo esos nobles vítores y abrazos fraternos se convierten en actos que cambien lo que hay que cambiar, tiranía por libertad, al menos política. (Porque lo otro, la economía, hay que reservarse. Basta leer esa impúdica y torcida entrevista del señor Horacio Velutini, hecha por ese estupendo periodista que es Pedro Pablo Peñaloza, para saber cuán embarrado está gran parte del capital nacional con los tiranos).
Me reservo por ahora, porque debo atar algunos cabos, el rollo de Primero Justicia.
En mi artículo anterior yo apostaba a que era tal la desgarradura hecha a la anatomía del país con ese fraude y sus secuelas y tan noble y deslumbrante la gesta de María Corina que algo esencial se había roto en la anatomía de la dictadura. Lo sigo creyendo, a pesar del silencio y los bulos y las bolas. No es posible tal descomposición social, tales contradicciones vitales.
Pero también habría que tratar de romper el silencio.