“A los dieciocho años, a la gente le importa mucho lo que los demás piensen de ellos. A los cuarenta, les da igual lo que los demás piensen; pero a los sesenta se dan cuenta de que nunca nadie ha pensado en ellos”. (Anónimo, visto en Twitter).
No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero yo tengo la impresión de que las redes sociales se están arrogando en lo referente a la información y, lo que es peor, a la formación de las nuevas generaciones, un papel que, en realidad, no les corresponde. Sin embargo, no son pocas las ocasiones en las que, entre la paja, uno encuentra una aguja en forma de aseveración, dura, brillante y puntiaguda, que si no andas con cuidado te produce un pinchazo del que no vas a olvidarte fácilmente.
Es por esto que me encantan las redes sociales. De entre todas ellas, sin lugar a dudas, Twitter es la que más cuadra conmigo. También estoy en Instagram, por supuesto y, extemporáneamente, últimamente me muevo en TikTok. Digo extemporáneamente porque definitivamente no entiendo esta red social. Resulta que un video de cinco segundos de una chica moviendo el culo o “perreando” mientras hace un play back de cualquier reguetón infumable acumula miles de visitas, cientos de miles incluso, mientras que otros contenidos no llegan, o no llegamos, a las quinientas.
Probablemente será un problema generacional, o degeneracional, si me permiten la palabra. Hay cosas que están hechas para determinadas edades y, los que intentamos entrar a destiempo, lo único que podemos conseguir es hacer el ridículo y sentirnos, como dice Joaquín Sabina, como una Kawasaky en un cuadro del Greco.
Es por esto que me encanta el Twitter. Aquí, la edad no diría yo que es lo de menos, tanto como que casi resulta un valor añadido. En esta red no hay sitio para la inmadurez, dado que cualquier comentario puede recibir una respuesta que te deje K.O. en el acto, como uno de esos guantazos con la mano abierta que te llevan a la lona en el momento más inesperado.
“Antes de discutir con otro, respira y cuenta hasta diez; y cuando llegues a ocho, le sueltas una ostia, que no se lo espera”. (leído en Twitter).
Es lo que tiene opinar; que siempre hay alguien que opina distinto que tú. El problema es que en Twitter el que opina diferente suele ponerte a parir; aunque de vez en cuando des con alguien capaz de mantener una conversación coherente, la cosa suele acabar mal. Ya lo decía Alejandro Sanz en su tema “Déjala que baile”. “Hoy que no hay duelos a muerte, cada vez que alguien te irrite, para poder desahogarnos hemos inventado Twitter”.
Pero no deja de ser cierto que también hay mucha genialidad, mucho talento en doscientos ochenta caracteres. Es más, muchas veces se pone a prueba la capacidad de síntesis, cuando intentas expresar alguna ocurrencia y te rompes la cabeza para sintetizarla. Es un ejercicio de microliteratura muy interesante. Y no son pocas las ocasiones en que, a las mentes brillantes, incluso les sobra espacio.
“-Anoche soñé contigo. Estábamos los dos tomando un zumo en una terracita y…
-¿Un zumo?
-Si.
-No era yo”. (Leído en Twitter).
Otra cosa es la información, o la desinformación. No lean Twitter para informarse, por favor. Para eso estamos los periodistas, los periódicos, siempre y cuando uno sepa discernir de qué pie cojea el medio o el informador de turno. El otro día, por ejemplo, había cientos de tuits que nos decían que el día 23-3-23, o sea, hace unos días, nos iban a invadir los extraterrestres. Que mamarrachada. Todo el mundo medianamente informado sabe que ya hace tiempo que nos invadieron. Seriedad, por favor.
Volviendo a la genialidad de los tuiteros, yo sigo a algunos que nunca te dejan indiferente y que tienen un talento innato para los textos de doscientos ochenta caracteres.
“El problema de Cuca (Gamarra) no es que sea rancia, antipática y tenga maneras de beatorra solterona de la posguerra. El problema es que no te puedes tomar en serio a alguien que tiene nombre de lata de mejillones en escabeche”. (Alégrame el día @harryelsocio).
Este hombre es sin duda uno de mis tuiteros favoritos. Sin ir más lejos, el otro día, tras la moción de censura se descolgó con el siguiente tuit. “Perdónenme pero les tengo que dejar, que voy a recoger a Tamames para llevarlo a hombros por la Gran Vía hasta su casa”. (Alégrame el día @harryelsocio).
Y aunque a mí, la verdad, la cuota de paridad me la trae al pairo, no quiero olvidarme de mi amiga La Limón, autora de “El submundo del tuitter”, que lanza unos tuits que son arpones electrificados, como por ejemplo “He mandado felicidades papá a varios números al azar, y estoy esperando las respuestas”, el Día del Padre, o “Los estados de WhatsApp de algunas amigas son los antiguos álbumes de boda que te sacaban cuando ibas a su casa a tomar café”. (La limón @VelcroTime)
Así que ya saben. Si quieren informarse, lean el periódico; pero si quieren divertirse y aprender algo útil, usen Twitter. Y, por supuesto, síganme también a mí (@elvillano1970).
“-Échale un ojo al cocido.
-Prefiero echarle un Avecrem”. (Hannibal Lecter @Doc_Hannibal).
Os quiero, chicos.
@elvillano1970