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Siempre negociar

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Algunos amigos lectores de este medio me han pedido una opinión sobre el tema más importante de la coyuntura venezolana. Como venezolano que ha ejercido la diplomacia por tantos años no me queda otra, aunque algunos dirán por desvío profesional, que apostar siempre por la negociación. Dado que las “partes”, tal como lo señala el primer documento aprobado, se sentaron a negociar con el apoyo de  México como sede  y con veeduría  internacional, los venezolanos —no importan la visión de mundo, el espectro  político al que se pertenece, su protagonismo en estos años de desaciertos y conflictividad— debemos apostar por un resultado conveniente para el país que tanto necesita enrumbarse. Son tiempos de aliarse al éxito y no al fracaso.

El gobierno y la oposición tienen que demostrarle al país su interés honesto en avanzar. El país de a pie no resiste más confrontación, quiere que sus dirigentes encuentren los caminos para recuperar la crisis económica, social y sanitaria que la sumerge en pobreza. En estos tiempos todos estamos perdiendo, incluidos los que se consideran victoriosos. Es por ello que, insisto, a pesar de la resistencia que el tema puede producir en muchos, en el caso de Venezuela el diálogo y la negociación son fundamentales para evitar que el país entre en una espiral de violencia o de conflicto civil.

No hay que hacer grandes análisis politológicos para concluir que cuando las válvulas de escape se cierran, cuando un sector quiere predominar por la fuerza, cuando las instituciones del Estado se parcializan, cuando la economía se estanca, la pobreza crece y la democracia deja de funcionar, estamos ante la antesala de más dificultades.

Es entonces apremiante que gobierno y oposición salgan victoriosos en estos  esfuerzos de diálogo y negociación con garantía internacional. Es evidente que, ante la deteriorada situación del país, la crisis económica y la desesperanza, sería una irresponsabilidad seguir forzando la barra y no sentarse en una mesa de diálogo. En el pasado muchos gobiernos han entendido que a pesar del aparente poder del que dispone, el sometimiento de instituciones y el apoyo de la fuerza, no es suficiente para detener una avalancha cuando esta se produce. Afganistán es un buen ejemplo. Por otra parte, la espiral represiva y el aniquilamiento del adversario no garantizan permanencia en el poder. Es por ello que se necesitan lideres con capacidad de desprendimiento y negociadores capaces de generar consensos para evitar el peor de los males. La historia ha demostrado que sí se puede.

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