OPINIÓN

¿Siempre la antipolítica?

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Una vez más nuestro amigo Sadio Garavini di Turno vuelve con el “ritornello” de la antipolítica, absurdo estribillo. Nos recordamos al respecto que nuestro país Venezuela ha sido el más politizado de América Latina. El agotamiento de la renta petrolera no comenzó con los gobiernos chavistas, había empezado con el cierre de la ventanilla del BCV de los dólares en el gobierno de Luis Herrera Campíns, el cual disfrutaba de elevados precios petroleros. Esto fue el oficio de difuntos de la renta petrolera.

Pero no nos dice ni nos aclara para nada que todos los partidos existentes siempre han acudido al socialismo, al nacionalismo extremo (nacionalizaciones petroleras, del hierro, propiedad de servicios públicos etc.).

En este ambiente, los partidos políticos AD, Copei (Caldera), MAS, etc, cuando se presentó el campanazo del 4 de febrero de 1992 dejaron íngrimo y solo al entonces presidente Carlos Andrés Pérez, quien trataba de remendar todos los males, ante una asonada que tenía como diez años preparándose. Luego, en lugar de luchar contra el mal, (Tu ne cede malis, sed contra audentior ito) y orientar a la opinión pública, se le sumaron. De igual forma, en vez de mover sus fichas en la entonces Corte Suprema de Justicia, le facilitaron el camino a Hugo Chávez Frías en su indetenible voluntad de estructurar una dictadura, al punto de que el más alto tribunal de la nación permitió la figura del referéndum revocatorio la cual no se encontraba en el texto constitucional de 1961. La admiración hacia el gran destructor llegó al cenit de que los abogados constitucionalistas y expertos en Derecho Público competían para redactar la “gran” Constitución “bolivariana”.

Tampoco se movieron cuando el doctor Pedro Carmona Estanga, con la ayuda de un sector de las Fuerzas Armadas, logró sacar del poder momentáneamente al dictador, e ipso facto, salió Teodoro Petkoff, neo-marxista a descalificar al vacío de poder facilitando su regreso y posterior venganza.

Si yo tengo un automóvil descompuesto, lo lógico es que lo mande a reparar. Los partidos políticos desde hace algún tiempo en Venezuela no eran políticos, en el sentido de aupar grupos ideológicos distintos, sino verdaderas agencias de empleo y cabilderos de algunos empresarios. En el actual gobierno, una conocida familia “oligarca” ha recibido un préstamo en dólares para su fábrica de ron, la cual es la más antigua del país. También esa familia se jacta de llevar al buen camino a ex presidiarios. Quizá habrá que preguntarle si aceptarían ex presidiarios como Alex Saab, o los muchachos capturados en Haití por traficar con drogas.

En España hay un PSOE el cual se bate por el socialismo, y partidos como el Partido Popular declarado de centro, otro como Ciudadanos que se autodefine como liberal, y por último se les ha sumado VOX como contrapesos al PSOE y a Unidas Podemos (neo-marxistas). Mientras que en Venezuela todos se definen como socialistas democráticos, socialistas cristianos, socialistas pragmáticos (Voluntad Popular), socialistas renovados (MAS), y ninguno salvo Vente Venezuela, se ha declarado como simpatizante de la economía de mercado y de una auténtica democracia. Una de las fallas en Argentina es que allá también casi todos los partidos eran peronistas e intervencionistas. Por ello, ha sido una bocanada de aire fresco la irrupción de tres candidatos liberales en el Congreso. En Chile la derecha liberal y conservadora se niega a entregarle a la izquierda y al movimiento indigenista la Asamblea Constituyente, en Venezuela se dejaron arropar por Chávez. En Brasil tenemos al Trump brasileño Jair Bolsonaro, enfrentando al Maduro paulista Lula Da Silva, propulsor de la corrupción a través de Odebrecht y su piñata de sobornos en toda América Latina.

Esto no es nuevo en nuestro país. En el siglo XIX y a comienzos del XX, todos los partidos y caudillos eran liberales, había los liberales de Antonio Leocadio Guzmán, los hermanos Monagas, y los de Zamora etc, al punto de que Pedro José Rojas diría que en Venezuela los partidos nunca habían sido doctrinarios. Su fuente fueron precisamente los odios personales. El que se apellidó liberal encontró hechas por el contrario cuantas reformas liberales se han consagrado en códigos modernos. Y cuando se establecieron gobernaron con las mismas leyes y con las mismas instituciones. La diferencia entonces consistió en los hombres.

Esto se ha repetido con el “gobierno” (sic) de Juan Guaidó, al cual numerosas personas han censurado por politizar la administración de Monomeros y de Citgo, y esto ha provocado desazón, desaliento y alejamiento de las masas. Sea cierto o falso esto, el efecto Guaidó ha sido el de mantener alejada a las masas de la protesta callejera y hacer sentirse cómodo al gobierno castro-madurista el cual ahora va a imponer un impuesto exagerado a la compra por medio de dólares. No se puede al mismo tiempo ser gobierno y oposición, es como ser hombre y mujer al mismo tiempo.

¡Por si todo esto y aquello fuera insuficiente, se están agregando al tren mal manejado de la oposición gente que viene del chavismo porque no puede medrar más. Nicmar Evans, quien reconoció que con la Constitución del 1999 se había eliminado la división de poderes, ahora se muestra como el más furioso antimadurista. Héctor Navarro, uno de los exministros de Energía Eléctrica y como tal pertenece a los culpables del mal funcionamiento del sistema nacional eléctrico, ahora simula que está contra el gobierno. Jamás tantos se confundieron tanto.