El régimen presidido por el usurpador representa la debilidad de todo dictador. Parecen muy fuertes, pero siempre están en la cuerda floja. El mundo de hoy los rechaza y aísla. No tienen futuro y su destino será perennemente aciago. Ante los demás tienen que demostrar una fortaleza que no tienen y consideran falta de autoridad cualquier muestra de sindéresis.
A contrapelo, la sociedad democrática conforma una clara mayoría y es reconocida por la comunidad internacional, tiene el apoyo de la voluntad popular pero está constreñida por una cúpula militar que destruyó a la Fuerza Armada como institución y sirve hoy de soporte al dictador por medio de una menguada pero feroz escolta pretoriana, represiva, junto con los cuerpos policiales.
En la jaula autoritaria en que los forajidos pretenden subyugar a un país, los demócratas sabemos de sobra que solo no podemos y por eso no cabe sino manifestar meridianamente la disposición de activar todos los resortes legales para exigirle al mundo la perentoria intervención de una fuerza internacional de paz para rescatar la democracia confiscada por el régimen.
El mandato popular es la conformación de una coalición liberadora de nuestro país que pueda enfrentar y derrotar a las fuerzas de ocupación que hoy existen sobre Venezuela y que constituyen una amenaza para toda la región. Todos debemos activarnos con la urgencia del momento histórico para lograr la salida de la corporación criminal integrada también por esperpénticas mafias foráneas. Ahora agravado por el relanzamiento de la disidencia de las FARC.
El estatuto de la transición es un instrumento legal para la recuperación de la república y le sigue en rango a la Constitución. El camino diseñado es muy claro y lo primero de lo primero es el cese de la usurpación y lo demás vendrá por añadidura. Guaidó es el presidente interino. Pero ni él ni Maduro deben participar en la venideras elecciones libres.
Grandeza demanda el momento nacional y cada quien tiene su papel con un peso importante y las medidas que se tomen deben vislumbran desde ya su acoplamiento a las formas republicanas que trabajamos por rescatar e implantar. Las actuaciones de la oposición con arreglo a los usos republicanos, descartando los ventajismos y juegos políticos menores. El momento no da para eso, aspiramos a un cambio verdadero.
A pesar del ataque duro que soportamos, no cejaremos ni nos dejaremos abatir, no nos cansaremos de resistir. Sabemos que Dios nunca nos abandona, aunque estemos en el pozo más profundo, aunque nos sintamos acosados por la vida. Él nos anima a seguir luchando, a no dejarnos llevar por el desánimo, porque vale la pena aguantar hasta el final. Es imposible para los hombres pero Dios lo puede todo.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!