I.
… preguntaría por pura curiosidad si nací en el vientre de mi madre o en el de otra mujer, que se lo alquiló a mis padres. Si fui engendrado a partir del óvulo de mi madre o el de otra señora. Si fui concebido gracias al espermatozoide de mi papá o el de otro señor que nadie conoce y si el banco de semen tiene tarjeta de débito. Y si la unión del óvulo con el espermatozoide ocurrió en la cama o en una probeta. Si mis padres pudieron seleccionar mi sexo, como se hace en otros países en donde nacen bastante más niños que niñas. Si hay la posibilidad de que yo haya sido un bebé diseñado a la carta, gracias a la evolución de la ciencia y si existe o va a existir una cosa que llaman el “supermercado genético”.
II.
… preguntaría, tratando de que sea a alguien de mente abierta, cómo es una familia con dos mamás, sin papá o dos papás, sin mamá. Por qué en nuestra sociedad puede haber tantas madres apenas un poco mayores que yo, serán abuelas jovencitas cuando les tocaba ser mamás. Por qué existen más mamás que papás, o sea, por qué hay más niños que tienen mamá que los que tienen papá, donde están los papás que faltan. Y por qué la autorización para adoptar un hijo es más difícil de conseguir que un permiso para construir un edificio.
III.
…. preguntaría cuál es la tasa per cápita (infantil) de columpios y toboganes en Venezuela. Por qué, en vez de a un parque me llevan a un centro comercial, alegando que es más seguro. Por qué solo hay circos muy de vez en cuando. Por qué faltan tantas canchas deportivas, sobre todo de fútbol. Por qué estoy tantas horas viendo la televisión o usando “guasap”. Por qué mi ciudad pareciera haber sido hecha como si nosotros no existiéramos.
IV.
… preguntaría por qué nos hacen adictos a la comida rápida, como si el apuro no fuera un defecto adulto. Por qué una gran parte de los niños venezolanos depende de la comida que les entrega el gobierno en unas cajitas que llama las CLAP. Por qué hacen cuñas para convertirnos en consumidores voraces de lo que sea, sin saber si nuestros padres tienen dinero. Y por qué algunos pretenden hacernos militantes políticos, loritos ideologizados que repiten clichés a favor de un partido o del gobierno.
V.
… preguntaría qué tienen en la cabeza los que crean programas infantiles, juguetes o venden playstations concebidos muchos de ellos en clave violencia. Los que hablan como gafos cuando se dirigen a nosotros. Y los que hacen cuñas para convertirnos en consumidores.
VI.
… preguntaría cuál es el fundamento de máximas pedagógicas como las siguientes: “Eso es caca”. “No hay nada como un buen correazo a tiempo”, “Los varones no lloran”. “Mijo, no se deje joder por nadie”. “Las hembritas deben ser dulces”. “Hay que ser un triunfador”. “Niño no es gente”. “Si no sacas buenas notas te saco de la natación, del beisbol o de las clases de pintura”. Y otras por el estilo.
VII.
… preguntaría por qué ante cualquier cosita medio rara ya te creen disléxico, si te mueves más de la cuenta hiperquinético y si no oyes a la maestra citando los catorce afluentes del río tal, te diagnostican “déficit de atención”. Por qué te mandan al kárate para que aprendas a pelear, al psicólogo para que controles tu agresividad y al neurolinguista para quién sabe qué cosa. Por qué a los adultos les cuesta entender que la buena crianza no pasa por tanta vaina rara, sino por los besos y los abrazos que te den.
VIII.
…preguntaría por qué no se ha consagrado el derecho inalienable a tener una mascota y a practicar deporte. A leer El Principito y las obras completas de Mafalda. A objetar ciertas comidas que te saben feo. A acceder a la canasta básica de chucherías A desplegar la imaginación y escribir historias de ratoncitos que son abogados y meten presos a gatos delincuentes o de periquitos australianos que trabajan como espías, sin que te acusen de inmaduro o de pendejo. A tener una formación más del siglo XXI que del siglo pasado (o del antepasado), a cargo de maestros respetados, preparados y bien remunerados que den clase asumiendo la omnipresencia de Internet y demás yerbas tecnológicas propias de estos tiempos.
IX.
… preguntaría por qué en la escuela me enseñan aritmética, biología, lenguaje, historia y cosas así. Y por qué no nos hablan, también, de solidaridad, paz, amor, tolerancia, fraternidad y cosas así que hacen mejor la vida.
X.
… preguntaría por qué hay en Venezuela casi 170.000 niños menores de 5 años padecen desnutrición y 3 de cada 10 son bajitos con relación a su edad. Por qué hay tantos niños que comen solo una vez al día, y dependen de unas cajas de alimentos que entrega el gobierno. Que tienen una talla menor que la que les corresponde a su edad. Que hay como 1 millón de niños trabajando. Que algo así como 3 de 4 muertes infantiles eran “altamente prevenibles”. Que cada vez hay menos escuelas y maestros y cada vez menos niños estudiando. Que hacen, a quienes les corresponde hacer, con ese bojote de datos tan lamentables. Y si la dirigencia del país piensa en nosotros en estos momentos de crisis o solo tratan de ver quién se queda con el poder.
XI.
… preguntaría por qué tantos niños menores murieron por causa de la violencia. Por qué hay tanta agresión en las escuelas y en el medio familiar, mientras el ciberespacio se hace cada vez más hostil. Por qué las estadísticas muestran a tanto niño trabajando y fuera del sistema escolar. Por qué después de la solemne promesa hecha hace dos décadas, los niños de la calle aún siguen sin ser niños de la patria.
XII.
… preguntaría por qué los expertos se preocupan tanto por las reservas petroleras del país, pero nada saben de sus reservas de ternura y si en verdad estas son inagotables, porque cada vez se utilizan menos. Si uno no tiene más remedio que crecer y dejar de ser niño y si el único destino posible es convertirnos en adultos parecidos a muchos de los que vemos hoy en día.
XIII.
… y me preguntaría a mí mismo si tengo buenos motivos para celebrar el Día del Niño.
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