Lo que interesa es si el Ejército venezolano está vivo o muerto, porque ante sucesos como los de Apure surgen dudas. Se acerca una vez más el 24 de junio y el 5 de julio, veremos desfilar soldados con uniformes planchados, oficiales lustrados, armas y tanques resplandecientes, de poca o ninguna experiencia bélica. Pasarán tronantes, fugaces y prepotentes los aviones Sukoi, F-16 y también los chinos, con destellos remotos en el cielo caraqueño, advertidos previamente los capitalinos por la propaganda oficial para evitar malos entendidos y falsa esperanza. Asimismo, los enormes equipos rusos antiaéreos, tanques que llenarán el ambiente de ruido y humareda de hollín; toseremos sin disfrutar del espectáculo que asfixia mientras recuerdan camioneros y transportistas que deben madrugar, humillarse a largas colas para que les den, pagando, unos litros de diésel indispensables para transportar verduras, frutas y hortalizas que algunos comprarán para tratar de rendir la comida cada día más precaria.
No importa si lo mataron y quién lo hizo, a un tal Seuxis Pausias Hernández Solarte, alias Jesús Santrich, en plena Sierra de Perijá. Persisten puntos oscuros en relación con el ataque. Hay ciertos misterios sin resolver. Cegato con lentes oscuros y chal palestino como si no estuviera caminando de lado a lado por llanos y selvas venezolanas-colombianas. No importa si mataron a quién sabe quién, nombre que no es el suyo, traidores a sus acuerdos, refugiados y protegidos sabrá Dios por cuál costosa razón por los mismos que, rebeldes de la lógica, han hecho lo que llaman revolución prometiendo felicidad escasa y costosa, justicia llena de desconfianza y temor, bienestar que se derrumba entre misiones y viviendas de mal construir sólo por salir del paso.
Lo que cuenta, después de descubrir la fórmula mágica de sobrevivir con ingresos que cada día compran menos, es saber si esos militares uniformados y equipados con carísimos equipos rusos-chinos, pueden garantizar que eso llamado patria sigue teniendo territorio propio para defender.
Fueron a Apure, en la Venezuela profunda, espacio venezolano, tierra de leyendas, valentía, astucia y coraje, cabalgatas de llaneros, primero Boves, después Páez, siempre osados, triunfadores, y llevan semanas estancados, frenados, volados por minas que no supieron encontrar, muriendo en emboscadas que no pudieron prever, descarada y ofensivamente secuestrados por los mismos a los que fueron a combatir.
Si el guerrillero cabecilla de las FARC-EP, de sus disidencias Segunda Marquetalia e integrante de la Cámara de Representantes, está muerto poco importa, si lo mataron colombianos que entraron en área venezolana; por venezolanos que se enfrentaron a colombianos invasores, o colegas traidores a sus propios alardes, no es relevante. Lo que cuenta es que el ejército autocalificado “forjador de libertades” no pueda hacer mucho por el territorio que juraron defender, los ciudadanos que pagan los platos rotos y sus compañeros endebles, mientras jefes militares atiborrados de condecoraciones por autocomplacencias y buena conducta, nada hagan, digan o expliquen.
La acción que dio de baja a uno de los aliados narcoterroristas es un duro golpe que angustia. Dos hipótesis se debaten: las coordenadas de su ubicación fueron intercambiadas, para obtener a cambio la liberación de los militares en manos de la disidencia de Gentil Duarte, conjetura que solo podrá ser corroborada cuando se informe de la liberación de los retenidos. Y la suposición más complicada de confirmar, la entrega del lugar como venganza contra Maduro. ¿Quién internamente querría un desquite de ese calibre? Llama poderosamente la atención el silencio aturdidor del oficialismo. Sin embargo, Estados Unidos indaga lo que ocurrió y sobre todo le interesa verificar si realmente murió el bandido asesino, para descartar un falso positivo.
La Fuerza Armada Nacional Bolivariana y los disidentes de las FARC entraron en una etapa de tregua, luego de semanas de enfrentamientos, que han dejado un número indeterminado de heridos y fallecidos.
Solucionar la larga, violenta y costosa crisis venezolana no ha sido tarea sencilla y por eso nunca las salidas sin estrategia ni coherencia han logrado los objetivos propuestos, alimentando desmotivación, desesperanza y además desconfianza de la población en los liderazgos políticos.
Apure, que deriva de una voz indígena, significa la tierra de más lejos que más nunca. Muertos y heridos, civiles y uniformados desplazados, atemorizados, en batalla oscura, defunciones sin explicaciones, discursos vacíos de generales, más que vergüenza, es la convicción de que tenemos una revolución para complicidades, no para mejorías y hasta nuestros ancianos abuelos tendrán que seguir huyendo de un país que cada día es menos.
@ArmandoMartini
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