OPINIÓN

Si cae Putin, cae Maduro

por Omar González Omar González

Sí, así como leen. Sí cae Vladimir Putin, caerá Nicolás Maduro. Y, ¿por qué lo digo? Pues, todo responde a las realidades y a lo intereses internacionales, como dirían en mi pueblo “cada quien hala brasa para su sardina”.

En este momento lal gobierno de Joe Biden le interesa un acercamiento con Nicolás Maduro y lo hace movido por la realidad internacional; la Casa Blanca quiere neutralizar a los amigos de Moscú en el hemisferio americano, y Miraflores es uno de los aliados más importantes de Putin en este lado del mundo.

A Washington no le conviene repetir la historia de la crisis de La Habana, cuando la extinta Unión Soviética iba a colocar armas nucleares en la isla caribeña a escasos metros de Estados Unidos. Esto es impensable para los estadounidenses, por esta causa maniobran.

La Casa Blanca necesita tener neutrales a cubanos, nicaragüenses y venezolanos, no por su impacto bélico sino por su importancia geopolítica y por sus riquezas naturales y estratégicas, por ejemplo el petróleo venezolano.

¡Ajá! ¿Qué pasaría si la amenaza de Putin desaparece? Entonces la política estadounidense volvería a cambiar, ahora bajo una realidad distinta y otros intereses. Allí Nicolás Maduro perdería importancia táctica y estratégica, y se le abrirían muchas opciones a los gringos.

En ese escenario Maduro estaría solo, y su valor caería. Pues, al no existir el riesgo de Putin y de la Rusia expansionista, entonces Estados Unidos apretaría su posición hacia Miraflores y sus ocupantes perderían el margen de maniobra que en este momento poseen.

Si cae Putin, Maduro caería más atrás, pues perdería todo soporte y, si a mí me preguntan, los chinos no lo salvarían a menos que el titán de Asia dé un paso hacia adelante y trate de ocupar la posición de Rusia, lo que generaría un tercer escenario.

Ahora bien, lo que está planteado en este momento es que Biden necesita a Maduro quieto; es por ello que propone el levantamiento de sanciones y la restitución de las relaciones comerciales entre ambas naciones. Y, Maduro se aprovecha de la ocasión para atornillarse en el coroto y darle la espalda a Putin, en una decisión que de seguro ya consultaron y acordaron con el Kremlin.

Entonces, la decisión de la Casa Blanca sobre Venezuela no debe ni desalentar a nadie de un lado, ni tampoco debe ser motivo de gran alegría por el otro. Porque los intereses y las coyunturas cambian, y lo que vivimos hoy, ya mañana no será.

Nicolás Maduro está consciente de todo esto, y debemos admitir que se la está jugando. En el fondo él sabe todos los riesgos que pesan sobre su cabeza y que si la jugada le sale mal terminará juzgado por tribunales internacionales, pues ningún acuerdo momentáneo borra la investigación que se lleva adelante a través de la Corte Penal Internacional.

Y mientras estos escenarios ocurren, se materializan, y los grandes jugadores mueven sus tableros de geopolítica, aquí, en la Venezuela adentro, los ciudadanos siguen enfrentándose a los problemas del día a día, por ejemplo ya empiezan a escasear productos como la harina de trigo que venían directo de Rusia y la gasolina de Irán. La lista sigue. Así de simple.

La guerra también tiene sus repercusiones sociales y económicas, que por lo general las pagan los integrantes más vulnerables de nuestra sociedad; lo pagan usted señor o señora lectora, lo pagamos todos los que nada tenemos que ver con las intrigas internacionales.

Así de simple.