Diana Montoya me invitó a un programa de radio. Se trataba de un debate sobre el sexo en grupo, donde participó gente muy inteligente, pero muy atrasada sobre conocimientos actuales de sexo y familia. Mi mayor asombro lo provocó una investigadora de Barcelona, que proclamaba que el sexo era una decisión de dos y que, si estaban de acuerdo en hacer orgías, ese era su problema.
Me parecía estar oyendo un discurso de los años setenta. Mis conocimientos sobre terapia familiar me han enseñado que todo lo que hacemos afecta a terceros, y que, cuando eso pasa, somos responsables de cambiar esa conducta.
La sexualidad implica hoy una gran responsabilidad. Ya no podemos hablar de que “es mi vida y la vivo como quiero”. Esos conceptos obsoletos son los responsables de tantas familias disfuncionales, tantas drogas, alcohol, enfermedades y tragedias en el mundo. Hemos pasado de centrarnos en el individuo a darle importancia a la familia, porque ya sabemos que es imposible vivir “mi vida” sin afectar a los que amo.
Lo que haga mi hija me afecta, y a su vez lo que yo haga, afecta a mi hija. El legado que les dejamos a nuestros hijos se basa en lo orgullosos que se sientan de nosotros, no en el dinero ni en la educación. Sin una estabilidad emocional es imposible manejar bien ni el dinero ni lo que sabemos. Sin sentirnos que valemos, es imposible tener seguridad emocional.
Cuando hay conflictos sin resolver, peleamos y hacemos un “corte emocional” con los abuelos, padres, tíos, los hijos sufren. Todo niño tiene un deseo en la vida: ver a sus padres felices y ser feliz. Ama a sus abuelos, hermanos, padres, tíos, primos. Y cuando la familia está llena de secretos, mentiras, celos, envidias y conflictos sin resolver, el niño lo capta y eso lo afecta terriblemente.
La época del individualismo quedo atrás y dejó sus huellas. Hoy lo estamos sufriendo en carne propia. Y que conste, no estoy de acuerdo con juzgar a nadie. Todos tenemos nuestras mochilas emocionales, ningún ser humano quiere hacer daño a sus hijos conscientemente. Son enfermos, están enfermos.
Aun los peores criminales y asesinos en serie tienen una historia muy triste de abusos físicos, psicológicos, sexuales y de negligencia, por parte de sus seres queridos. Pero no juzgar es muy diferente a ser irresponsable, ser libre es muy diferente a defender el libertinaje. Ya es hora de comenzar a cuestionarnos hacia dónde vamos y qué le estamos dejando a los hijos y nietos en el planeta Tierra.
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