El problema puede que sea el coronavirus y, aun peor, no solo que el régimen miente, sino que disimula las cifras de contagios que han ido en aumento, en vez de disminuir. Disponemos un sistema público de salud peor que nunca, con menos equipamiento, insumos y motivación. Todo, dentro de una economía pública y privada en crisis, estructura social amoratada, dolida, eso sí, rodilla en tierra no para defender la revolución sino para soportarla.
¿Cómo pueden quedarse en casa quienes necesitan ganarse la vida a diario, que no pueden esperar ni tienen un empleo que les garantice siquiera la mínima supervivencia?, catástrofe, terrible decepción de una revolución engendrada de un fracaso, engaño con picardía, que continúa con premeditación y alevosía mintiendo con la devastación de su torpeza, estrategia perversa y rapacidad descomunal.
Es la realidad, sin embargo, la victoria que no podemos ni debemos entregarles es el pesimismo, resignación, la derrota final. Porque lo que no han podido arrebatarnos es la voluntad de lucha, esa esperanza que es la fe en nosotros mismos. Han sido implacables, enriqueciéndose insaciables con dineros del tesoro público; obvio que no les preocupa la angustia ciudadana, son sus causantes. Muchos se arropan en la impunidad, pero la justicia llegará. El político es un empleado, no se le jura lealtad, si hace mal su trabajo se le juzga y cambia.
El culillo es gigantesco, enorme, por lo que revelará a investigadores estadounidenses el colombiano cómplice preso en una cárcel para narcotraficantes, porque a su codicia han sumado la confianza del indocto y conoce todo sobre sus compinches. Que se preocupen, den golpes contra la pared, la respuesta del pueblo trabajador, principios éticos, valores morales y buenas costumbres ciudadanas, debe ser la fe en nosotros, el porvenir que forjaremos con talento, sacrificio, esfuerzo, educación, como lo hemos hecho en una historia diferente a las peleas callejeras entre políticos y militares.
Hemos sido afanosos, cumplidores e imaginativos, por qué dejarlo de ser ahora. Tuvimos políticos ladrones, tiranos, asesinos, sinvergüenzas protectores aprovechadores de la corrupción, payasos contadores de fábulas, grandes embusteros, patrañeros y estultos charlatanes. Pero también, y más, ciudadanos estrictos de sus deberes, mujeres y hombres madrugadores, constantes, padres de labores duras, sin descanso, madres que nunca abandonaron a sus hijos, profesionales prestadores de eficientes servicios y hoy, muchos de ellos, educadores en tierras lejanas a las cuales los echó la ignominia revolucionaria.
Hemos tenido excelentes técnicos, empeñosos, exitosos, confiables emprendedores, sacerdotes que comparten la bondad y sabiduría con sus estudiantes, aún más con los necesitados de apoyo, solidaridad y consuelo en las zonas populares y depauperadas.
Los actuales regentes son la hez de América, pero la mayoría ciudadana no lo somos, y ese es nuestro orgullo, gentilicio, venezolanidad y fuerza. Leales a nuestros principios dentro y fuera de Venezuela, no para disparar fusiles, torturar ni matar, sino para luchar por nuestras familias, hijos, nietos, nación, futuro, convencidos de echar siempre hacia adelante.
Tenemos historia de casi cinco siglos, sobrevenido diversas circunstancias y calamidades, guerras, guerritas, terremotos, epidemias, pero también grandes empeños; la libertad de buena parte de Suramérica, construcción de una economía primero agropecuaria, después petrolera, con industrias propias y exportaciones al mundo.
Estamos golpeados, con derrotas, pero no vencidos. Poseemos un glorioso y admirable pasado, el presente nos encuentra enfermos, pero con un magnifico y extraordinario futuro. No es el momento de bajar la cabeza, ni doblegarse, mucho menos, doblarse para no partirse, es tiempo de mirar con fe en nosotros mismos, en los nuevos dirigentes que surgen con empeño de justicia y ciudadanía, es ese porvenir que vamos a tomar, moldear y poner a nuestro servicio.
Y aunque el régimen castro-chavista-madurista intente desesperado dar imagen de fortaleza, lo cierto es que está acorralado, débil, enclenque, sin asepsia y en fase terminal. Todo a su lado se contamina, infecta, desmorona y la comedia teatral puesta en escena, no es más que burda propaganda, en la cual hacen entregas mentirosas para que incautos crean.
Llueva, truene o relampaguee, viene un cambio. ¡La verdad triunfará!, a pesar de quienes defraudan, alérgicos a rendir cuenta, en actitud de imposición arbitraria y reparto del botín saqueado. Los que perjudicaron a Venezuela serán juzgados y recibirán justa condena. Se apropiaron de riquezas manchadas de sufrimiento, sangre y muerte, podrán disfrutar, vivir con delectación y ostentación, pero jamás gozarán ni disfrutarán la tranquilidad de conciencia, no podrán limpiar su alma y menos aún, evitarán la vergüenza y humillación, que sobrellevarán sus descendientes al solo pronunciar su apellido.
@ArmandoMartini