III. Para el régimen.
Las definiciones políticas del oficialismo de alto impacto para este año solo las habrá en la medida que vean afectadas sus áreas muy sensibles, dentro y fuera de su propia organización, que hoy parecieran estar a buen resguardo. Tal como hemos venido comentando, tienen la ventaja de manejar a placer la agenda política del país. Los mejores y más recientes ejemplos fueron el manejo del pretendido referéndum revocatorio y mantener una oposición a la medida. De manera que en esos ámbitos su finalidad es que siga incólume el status quo.
Para el régimen es sensible, y por tanto intocable, todo aquello que atente contra su hegemonía; para los gobernantes y específicamente para Maduro, es vital mantener el predominio absoluto hasta y después de las elecciones presidenciales de 2024. En este único objetivo político centrarán sus esfuerzos. De allí que es improbable que el oficialismo pudiera estar acariciando la posibilidad de que Maduro sea relevado de su aspiración a la reelección.
Su celebración y la candidatura no serán objeto de negociación interna en el PSUV porque los factores adversos al madurismo carecen del peso suficiente para ser determinantes y tendrían mucho que perder y nada que ganar en una confrontación que los dejaría en la inopia política, tal cual están aquellos quienes tomaron distancia y han ido a parar al propio limbo.
Maduro y los cubanos no están dejando cabos sueltos; en el peor de los escenarios, ante cualquier eventualidad, actuarán quirúrgicamente, amputándose el dedo meñique de la mano izquierda de ser necesario. Eso lo sabe Diosdado que seguirá sobrellevando el tormento de aquel trance de la sucesión que definió cual es su papel y destino, cuando el agonizante comandante supremo dijo: “Mi opinión firme, plena como la Luna llena, irrevocable absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente”.
Para complemento, el coto militar de Diosdado, cercenado por Maduro, se ha venido a menos. Tenemos que reconocer que el control ejercido a fuerza de prebendas y asignación de cuotas de poder político y económico, confabulados con una ausencia de liderazgo en los mandos medios e inferiores, apunta para que todo se mantenga como está. Incluso para Maduro tampoco tendría alguna consecuencia adversa importante la patada histórica que en cámara lenta le está dando a Chávez.
En modo alguno su nominación dependerá de su gestión de gobierno. Al régimen poco le importa el bien común; le basta tener el control absoluto del país y sus instituciones para manejar a su antojo cualquier eventualidad o coyuntura que se presente. En paralelo, Maduro solo apelará al maquillaje de avances para pretender mostrar “un país excesivamente normal” como diría un impresentable y desparecido personaje, corresponsable de esta tragedia.
Como tampoco la celebración de las elecciones en 2024, y mucho menos la candidatura de Maduro, serán objeto de negociación en México con una oposición, que concentrada bajo el auspicio del G4, los pondrá en escena retóricamente a sabiendas de que son supuestos negados. Igual sabe esa oposición que de haber unas elecciones presidenciales hoy nada tiene que buscar habida cuenta, entre otras cosas, de la desarticulación, el encono entre factores y las ambiciones personales, que de mantenerse, tampoco lograría un buen resultado en 2024.
En conocimiento de causa, como debe estar el país y particularmente toda la oposición, cabe preguntarse si este cuadro no obliga a que se haga un esfuerzo extraordinario para cambiar el rumbo de esta pretensión hegemónica que cada día se consolida más por la irresponsabilidad de una oposición endogámica y huérfana de liderazgo.
@vabolivar