I. Para el interinato
Es poco sensato creer que en manos del cogollo del interinato esté, en cualquier plazo, alguna solución a la crisis venezolana; antes, por el contrario, son muchas y muy variadas las señales que indican que ese cogollo es parte importante del problema. Mutó el interinato, desnaturalizándose, pecando de obra en sus originales objetivos. De un impresionante respaldo popular, que le permitió a esa dirigencia tener el manejo de la agenda política por primera vez desde su frustrante desempeño a partir de 2015, pasó a ser lo que es hoy: una falacia.
Basta mencionar las constantes contradicciones en las tácticas y estrategias de la abstención y la participación electoral, la opacidad administrativa y la degeneración del discurso que pasó del puntual cese de la usurpación a la gaseosa “defensa de la democracia” que, cual parche poroso de la reforma del estatuto, enmascara el fracaso de ese periplo para pretender convertir al G4 y a Guaidó en una especie de héroes de la democracia en la Liga de la Justicia.
En esa lamentable mutación vaciaron la calle y enterraron la esperanza de muchos venezolanos, que en buena medida han tenido que ir a parar a otras latitudes. También son corresponsables de la diáspora. Frustraron la creencia de quienes por ellos daban por descontado que también protagonizaban tiempos históricos; todo pese a la terrible lección de capitulaciones anteriores, como fue la entrega cómplice de la protesta de los verdaderos y únicos héroes que ofrendaron sus vidas o han sido torturados, en un sacrificio tan sublime como el de Óscar Pérez y su valiente comando. Hasta hoy no han tenido el coraje de fijar posición ante esos lamentables hechos. Evaden asumir cualquier responsabilidad que les complique su zona de confort.
Ese cogollo es el mismo que recientemente en México utilizó el escenario del diálogo, para sacarle provechos domésticos, propios de la mendicidad que lo ha caracterizado, en procura de favores y beneficios de todo orden. Tal cual lo hicieron cuando le torcieron el brazo al gobernador de Barinas, ofrendándolo como trofeo a Maduro a cambio de reconocimiento formal de sus agrupaciones. Con toda seguridad, si Garrido hubiese manifestado que reconocería a Maduro, para pagar favores grupales, el pueblo de Barinas no le hubiese dado el respaldo que le dio.
Esa es hoy una dirigencia disfuncional, atrapada en el coto de sus ambiciones y mezquindades de la que ese sector opositor solo se librará en la medida que la sustituyan por una dirigencia legitimada mediante métodos democráticos. Es un contrasentido que se le exija al régimen la celebración de unas elecciones libres y no den el ejemplo en sus propios grupos. Es deshonesto que se propongan condiciones para 2024, dando por sentado que no se celebrarán antes, tal como lo han predicado hasta el cansancio, y no se les dé una explicación a quienes dicen representar.
Pareciera que Venezuela no le duele a nadie, sigue huérfana y desguarnecida. No hay escrúpulos. ni siquiera sentimientos encontrados. Es una visión plana, lineal que solo persigue mantener el estatus. Hacerle el juego al régimen es el fin último de la nefasta agenda política de ese cogollo; alardeando con la muletilla del apoyo “de más de 50 países” y disfrutando del apoyo financiero del exterior, seguirán en tanto y en cuanto les sean útiles al castromadurismo.
El liderazgo no se decreta, se construye y legitima en el fragor de la lucha social y política. No crea Guaidó ni el G4 que con tan solo anunciar una convocatoria de calle baste para que le responda el pueblo venezolano, cuando lo primero que tienen que hacer es recuperar su confianza y esto no se logra si no hay reglas y conductas claras. Anuncien y hagan que cada uno de los partidos que integran esa oposición legitime sus autoridades, creando grupos o formas de acercamiento en esas instancias partidistas. Anuncien que invitan sin discriminaciones a sectores opositores y de la sociedad civil, que están dispuestos a reunirse para dialogar y lograr el objetivo fundamental de una verdadera unidad, creando también en ese contexto grupos o formas de acercamiento.
Seguramente, luego de esos esfuerzos, se generarán expectativas sobre un mejor manejo de la agenda política opositora. Quedará atrás su manejo a placer que el régimen le impone a esa oposición. El revocatorio es la mejor y más reciente lección que se debe aprender.
Este año seguiremos apostando a la salida de este régimen. No es necesario que expliquemos nuestro propósito, 23 años de hechos constatables ya forman parte de nuestra historia como un terrible y largo capítulo al que debemos ponerle punto final. Tenemos que dejar a un lado la banalización del debate político en Venezuela. Aún les queda la oportunidad para redimirse.
@vabolivar