Muchas décadas sumergidas en la reflexión sobre la pobreza, tratando de entender los hilos que la mueven, las visiones del mundo que dominan si se acepta ser pobre. A estas alturas parecen más cercanas algunas respuestas, la primera como hecho irrefutable es que ningún pobre se reconoce como tal y la segunda, los que anidan alguna aspiración en su alma, aun viviendo en el más terrible tugurio, no son pobres.
Cuando los investigadores se enfocan en el tema de la pobreza llegan a concepciones muy importantes, el peruano Hernando de Soto descubrió que la pobreza es una ficción porque en realidad se les llama pobres porque desde la formalidad no se les reconoce su patrimonio, aquello que han construido, lo que inverosímilmente han inventado, lo que han reparado y dado nueva vida por simple intuición. La conclusión simplificada a la que llega este autor es que bastaría con integrar el patrimonio formal con el informal para superar la pobreza. Imagine pararse en medio de un cerro caraqueño poblada de ranchos construidos por cuenta propia y en lugar de pensar que esto es un problema, verlo como capital acumulado, como creación de valor. Mirarlo así significaría un salto trascendental, nos lleva de inmediato a preguntar ¿Cuánto vale ese capital? cuánto valdría si su valor es reconocido por la economía formal, ¿cómo puede aumentarse su valor? Qué pasaría con una calificación nueva de los bancos, del mercado, de las leyes, los prestamistas, los constructores.
Si algún terreno ha sido propicio para la mentira del sector público y para la corrupción ha sido el atinente a la vivienda popular. “Haciendo una comparación entre los períodos 1977-1998 con 1999-2020, el gobierno aseguró que habrían aumentado la inversión en vivienda 38 veces. Según se informó en el documento “Venezuela en cifras. Nuestra transición al socialismo”, durante 2020 se habrían construido en el país 453.220 viviendas, una meta extraordinaria en situaciones normales e irreal en un año de inmovilización por la pandemia, la realidad es que sólo construyeron 2.271”. Podríamos estar más cerca de la realidad si entendemos que la vivienda, calidad, propiedad resume en gran parte la situación de vida las familias venezolanas “más de la mitad de la población venezolana habita en barrios; en el caso de Caracas, esta proporción llega a 56% (Martín, 2006), situación que trae, entre otras consecuencias, inequidad y fragmentación urbana (Bolívar, 1998)”.
Otro investigador, Mohamad Yunis, nos habla de la importancia de estimular el emprendimiento, dice que solo dejan de ser pobres aquellos que logran crear algún emprendimiento económico, crear una microempresa que genere algún valor o servicio apreciado por las comunidades.
Estos son caminos para encarar la pobreza, otros plantean como gran estrategia la creación de capacidades. Aquí se encuentra Amartya Sen, se trata de abrir las puertas para aprender, para tener medios, instrumentos, conocimientos para crear valor y que esto se convierta en la gran cruzada de cualquier país azotado por la pobreza, que la gente pueda hacer cosas que tengan valor.
Todos estos planteamientos son poderosos, tienen una lógica intachable, pero no contestan a la pregunta sobre qué anima a la persona que vive en pobreza, quién es el verdadero pobre y cuál es el camino interior que puede conducir a la ruptura de individuos y familias con su personificación o resignación como pobres.
A estas alturas y después de vivir muchas experiencias, me quedo con una conclusión muy sencilla, los pobres son aquellos que renuncian o no han concebido en su interior un sueño, un deseo o un proyecto de vida.
En el medio de la miseria total, sin servicios, sin agua, con electricidad intermitente, dificultad para eliminar la basura, sin un baño, retrete u urinario, no son pobres aquellos que afirman: mañana voy a construir un segundo piso a mi casa, o voy a reparar un carro viejo para usarlo como transporte, voy a darle duro para que mis hijos aprendan, sean técnicos o vayan a la universidad. Al paso del tiempo los encuentro de nuevo y hablamos en el segundo piso de una casa con una curiosa arquitectura hecha con sus manos y la ayuda de sus vecinos. O, recibo una invitación al acto de graduación del hijo de Pedro Pérez, el señor que vivía en un inaccesible sitio de Petare. Estas personas son los verdaderos dueños de la fórmula contra la pobreza porque divisan un futuro, saben que todo depende de sí mismos y tienen ganas y valor para ampliar su estrecha vivienda o estudiar como fórmula de vida. Todo esto se puede traducir diciendo que no es pobre todo aquel mundo de personas que tienen un proyecto de vida, que se acuestan con un sueño en la cabeza, que no se cuelgan de un hilo esperando que venga alguna dádiva del gobierno a costa de entregar su libertad. Son aquellos que aprenderán y harán que sus hijos estudien, aprendan y se esfuercen a cualquier precio.
En la metamorfosis de la pobreza hay una energía primaria y primordial, que cada ser tenga un sueño y luche por realizarlo, así desde el exterior se puede colaborar, subsidiar, reconocer, pero el sueño inicial tiene que estar presente. Cuando este sueño no existe lo que se invierte se consume, se apaga, no genera más valor. La mayor parte de los programas contra la pobreza no son más que gastos para la subsistencia, para responder a necesidades básicas, no es inversión, es gasto.
Para emprender un camino que cambie el panorama de la pobreza extendida en nuestros países, lo primero que se necesita como dato inicial es oír, saber, entender, a qué aspiran las personas, qué quieren o sueñan y qué estarían dispuestas a hacer para lograrlo. Todos tienen televisión y como dice Ernesto Cardenal: “Han visto el lujo desplegado en la boda de los nobles ingleses desde la destartalada salida de su vivienda”.
Después de muchas décadas, creo que es en la dimensión subjetiva, espiritual, cultural, donde está la palanca fundamental para enfrentar la depauperación y miseria que abate a mucha gente, sin deseos de levantarse cada mañana a recorrer un camino que saben que no los sacará del hueco profundo donde se encuentran.
Como en todo, la pobreza tiene una dimensión espiritual que derrota o mueve a las personas. Por ello es hora de dejar programas jactanciosos y propagar la certeza que se pueden tener aspiraciones, que idear no es un privilegio, que en la existencia humana no hay nada decretado, pero que si puede ocurrir el abandono de oportunidades. En realidad, la conclusión es sencilla, no son pobres aquellos que tienen un proyecto de vida.
Hay que reconocer que el aliado de la pobreza es la desesperanza. Un sentimiento contradictorio pues es muy activo para anticipar la derrota y desalentar a quien los escuche, pero totalmente inactivo y de espaldas a la posibilidad real de modificar la pobreza. Lo primero, deberíamos reflexionar, dejar las intemperancias, los deseos de descargarse insultando a los que te invitan a participar en la búsqueda del cambio, nuevos derroteros en nuestros proyectos de vida, pensar un poco y aprender a descubrir las mentiras. La filósofa Martha Nusbaum habla sobre el desarrollo de capacidades como proyecto de vida y enumera diez temas fundamentales:
“La vida: ser capaz de vivir la propia vida hasta el final. Algo que no está distribuido equitativamente hoy en día en todo el mundo no sólo por razones de esperanza de vida, sino también más simplemente por el criterio de asegurar la vida en algún lugar;
la salud del cuerpo: si queremos funcionar y ser libres, mejor que estemos sanos; la integridad del cuerpo;
Sentido, imaginación y pensamiento: poder usar los sentidos, la imaginación, el pensamiento y el razonamiento de una manera «humana», informada y educada;
Emociones: apego a las cosas y a las personas, es decir, el amor a los que nos aman y nos cuidan y nos rodean, etc.;
Razón práctica: la posibilidad de determinar una concepción del bien y de emprender una reflexión crítica sobre la propia vida. Esto está en la base de cualquier concepción de justicia;
Afiliación: la posibilidad de reconocer y mostrar empatía por otros seres, así como el derecho a tener una base social de respeto propio y protección contra la humillación. En otras palabras, es el derecho a ser tratado como digno;
Otras especies: el derecho a vivir con respeto y en relación con los animales y las plantas y el mundo natural en su conjunto;
Juego: la oportunidad de reír, de jugar, de divertirse;
Control sobre el propio ambiente: el derecho a vivir con respeto y con relación a los animales y las plantas y todo el mundo natural.
Mientras, leamos un pensamiento atribuido a Cantinflas: “Pienso que el humanismo está íntimamente unido a la evolución de las personas, a la superación del ser humano. Y la razón de mi vida ha sido la superación. Si hubiera elegido ser carpintero sería un buen carpintero. Si hubiera elegido ser electricista sería un buen electricista. Siempre creí que la superación del oficio está ligada a la superación del ser entero”. Quizás por eso Cantinflas fue el mejor cómico de América Latina.