A lo largo de años de reuniones y miles de mensajes, he notado que muchas personas expresan constantemente: “No soy lo suficientemente bueno” o “¿Cuándo me sentiré digno?”. Esta creencia de que nos falta algo no es aislada; es una experiencia compartida que nos lleva a tratarnos con dureza.
En el núcleo de esta sensación está una idea clave en la teoría de Sigmund Freud: la falta. Según el padre del psicoanálisis, la falta es una parte esencial de la experiencia humana y juega un papel crucial en nuestra vida emocional y psicológica.
Freud sugirió que todos tenemos deseos y necesidades que nunca pueden ser completamente satisfechos. Desde nuestra infancia, experimentamos esta falta. Por ejemplo, un bebé siente hambre y necesita ser alimentado, pero siempre habrá momentos en que esa necesidad no se cumpla inmediatamente.
La voz en tu cabeza que te dice que no eres suficiente no es realmente tuya; es el resultado de esta experiencia universal de falta. Sin embargo, se nos ha convencido de que nuestro valor depende no solo de nuestro desempeño, sino de alcanzar constantemente más y más.
Pero la falta no es solo negativa. Freud argumentaba que es precisamente esta falta lo que nos impulsa a crecer, a aprender y a buscar nuevas experiencias. Es la insatisfacción la que nos mueve a actuar y a desarrollarnos. La falta nos motiva a mejorar y a perseguir nuestros objetivos.
Pero cuidado: la falta debe ser la gasolina para tu accionar, no para el estado de la queja que no te lleva a nada.
El ciclo de sentirnos insuficientes se puede romper separando un hecho de la evaluación negativa de uno mismo. Por ejemplo, en lugar de pensar: «Olvidé el cumpleaños de María, soy una mala persona», desglósalo en dos frases: La primera es un hecho; la segunda, una mentira que te estás contando.
¿Qué tal si reemplazas la segunda frase con una afirmación de tu valía?: «Olvidé el cumpleaños de María. Sigo siendo digna (o) de tener su amistad».
Puedes aplicar esta técnica en diversas situaciones. Por ejemplo, si cometes un error en un informe, recuerda que tu valor no depende de tu desempeño. Si lastimas a alguien con un comentario, reconoce que eres una buena persona que cometió un error.
Al aceptarnos incondicionalmente, liberamos nuestro potencial y nos permitimos ser simplemente humanos.
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