Foto AFP

Para que nosotros occidentales comprendamos la relevancia del dragón en la cultura china es necesario comenzar por decir que todos los Años del Dragón la tasa de nacimientos allí se dispara. Así ha sido cada doce años en China. Para ello, un minucioso cálculo de los días de gestación se produce en las familias de la mujer deseosa de procrear, para asegurarse de que el nuevo bebé vendrá al mundo durante el año del mítico animal y ni un día después. Allí llegan al punto de que, si un parto se anuncia para después de la finalización del año, lo que corresponde es practicar una cesárea para adelantar la venida el mundo del nuevo vástago.

Es que si para nosotros la figura del dragón es maléfica y agresiva, para los chinos representa lo benéfico y lo bondadoso. Cada chino considera que el año del Dragón es sinónimo de innovación y creatividad y que viene cargado de crecimiento económico y de positividad en lo personal y lo societario. Algo de cierto debe haber en este credo milenario: tres de los más importantes billonarios del planeta Jack Ma, Lee Shau Kee y LiKa Shing nacieron en un año del dragón!.

Solo que la realidad de los últimos años ha inoculado escepticismo entre los más jóvenes para quienes esta festividad no pasa de ser una fábula de los abuelos. Una especie de inercial desencanto sobre el futuro ha ido percolando en la sociedad, sentimiento que fue exacerbado por la pandemia y el encierro al que China fue sometida. Lo ilustra bien la desaceleración de la economía de estos últimos años y otro fenómeno social lo acentúa: el colapso demográfico, una de las más severas amenazas que debe enfrentar la administración de Xi Jinping.

Entre 2013 y 2020 las parejas que se casaron en China pasaron de 13,4 millones a 8,1 millones, es decir una caída de 40%. Desde 2021 ya no se publicaron cifras demográficas hasta el presente. Mientras tanto, los jóvenes de las nuevas generaciones rechazan la paternidad por puras razones económicas y se embarazan más avanzados de edad. Aquellas parejas que aún legalizan su unión con el fin de tener hijos –culturalmente una mujer soltera no debe ser madre- muy difícilmente pasan de uno.

Hoy por hoy no tener hijos configura una actitud deliberada de protesta de las nuevas generaciones. En ellos la política desplegada por el actual gobierno de incentivar a los jóvenes a procrear no encuentra cabida. El Instituto Asiático de Política Social considera a esta nueva actitud, a esta ruptura voluntaria que tiende a generalizarse con las necesidades del país, como una declaración de hartazgo. ¡Suficiente! es lo que proclaman mientras se resisten a participar en la construcción del futuro.

Cualquiera que analice la pirámide y el decrecimiento poblacional entiende hasta qué punto esta situación debe ser revertida. La capacidad de crecer de cualquier nación está dada por la expansión poblacional y en China, por 3 años consecutivos, la población se ha encogido. Además, en 2023 solo 60% de los chinos (875 millones) se encontraba en edad de trabajar y se espera que en 5 años apenas 835 millones tendrán una ocupación remunerada.

Así pues, este año del Dragón no constituirá como en los anteriores un pronóstico de bienestar. Habrá más circo que otra cosa porque la realidad es dura. China crece lento, además se encoge y sus jóvenes no se comprometen a futuro.


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