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Ser en el tiempo

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La contemporaneidad está privada de la crítica y la autoevaluación. Imagen cortesía Gerd Altmann

La construcción de toda sociedad se inicia con la concreción de fundamentos ideológicos; sin estos es inviable el progreso social y ante esta carencia no se garantiza su existencia. Hoy ningúnpueblo escapa al deterioro  de sus fundamentos, esto se ha generado como consecuencia de que, si bien existió la creencia de que había uncrecimiento social, en el seno de las mismas se perdieron los espacios de análisis sobre si este hecho se estaba consolidando. En la etapa moderna del pensamiento se planteó que el conocimiento era absoluto, se tenía certeza que el  adelanto era total. Los filósofos postmodernistas advierten del fracaso de ese soporte y que debe romperse con este modelo sociopolítico que regía a casi la totalidad de las sociedades. Las naciones modernas se crearon en el siglo XIX inspiradas en las ideologías de la Ilustración y el Positivismo,  cimientos que a la luz de nuestra actualidad se aprecian caducos y no aptos para la compresión de la contemporaneidad.

Según el filosofo alemán Martin Heidegger (1889 – 1976) el ser avanza hacia la nada, pero lo hace por obra del hombre, diferenciando que hombre y ser no son lo mismo: el hombre es donde reposa el ser, pero el hombre es apto de crear métodos para alterar su instrumento principal: el planeta, la realidad.  En tal sentido, el pensador italiano Gianni Vattimo (1936) asevera que el hombre sucumbe a las necesidades y deseos de la técnica con la que este transforma su realidad:  el abuso de los recursos naturales, la producción material y la desigualdad.  Según el intelectual italiano el individuo saca partido de otros individuos aprovechándose de las circunstancias: una prestigiosa marca de calzado fabrica sus productos en un país del sudeste asiático,  los trabajadores reciben apenas centavos de dólar por cada producto realizado y  luego ese producto es transado comercialmente en doscientos dólares. Vattimo señala que eso es la explotación.  Acá surgen dos interesantes interrogantes: ¿hasta dónde es capaz de llegar la humanidad? y ¿ hacia dónde nos conduce el progreso? Sin lugar a dudas el humano actual está desconectado del otro y no existe un acercamiento del ser, sin esto sencillamente estamos condenados.

El hombre ha claudicado ante el ser para adherirse a la técnica: el poderoso salto tecnológico ha allanado todos los espacios propios de los humanos, pero no se ha planteado una responsable consideración sobresi todos estos avances realmente otorgan beneficios a la sociedad.  La tecnología  ha servido para apuntalar a las grandes naciones, pero con esto no se ha podido maximizar la esencia del ser ni tampoco establecer una verdadera mejoría para todos. Paradójicamente, en esa frenética carrera en procura de adelantos en la ciencia hemos olvidado el principal objeto del desarrollo: el ser social en sí.

Protágoras de Abdera (481 a.C. – 411 a.C.) plasmó en su obra un concienzudo estudio sobre el progreso de la humanidad partiendo de que no hay una verdad absoluta ni tampoco valores morales absolutos, para él todo era relativo: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Aceptar los puntos de vista que nos son adversos y asumir la diversidad resulta menos complicado que crear un planteamiento racional propio, al defender una multiplicidad de teorías, posturas e ideas podemos obviar que probablemente ninguno de esos pilares sea producto de lo más importante: nuestra reflexión.

Para Friedrich Niestzsche (1844 – 1900)el hombre por su interés en sí mismo había matado a Dios. Hoy, de acuerdo conlos pensadores postmodernistas, el hombre está aniquilando al ser.  El vaticinio de importantes estudiosos es actualmente una cruda realidad: la suplantación de la consciencia por un fallido logro del bienestar individual que no empatiza con el colectivo y en el cual se prioriza como valor a lo externo y ajeno a nuestra esencia. Una dramática consecuencia del anterior planteamiento se hace evidente cuando analizamos con detalle el comportamiento de las personas: por las más disímiles causas la inmensa mayoría de la población mundial se encuentra inmersa en vivir y no en existir, prefiriendo la comodidad a la reflexión sobre el ser.

Al comparar el nivel de vida de hace unas décadas con el de ahora es innegable el cambio favorable, sin embargo ese desarrollo ha provocado una crisis mundial al neutralizar las aspiraciones económicas de los países que están al margen de esos beneficios. Cuando Jean-François Lyotard (1924 – 1998) sintetiza su  propuesta sobre nuestro tiempo, podemos tener pistas de la significación de la profundidad de esta corriente del pensamiento en la que se sentencia el fin de la modernidad: “A pesar de la nostalgia, ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar la sociedad posmoderna. Debemos acostumbrarnos a pensar sin moldes ni criterios. Eso es el posmodernismo”. Nos encontramos con sociedades en las que la manipulación del poder ha sesgado el estudiar efectivamente y en las que la educación no ofrece una finalidad rentable ni operativa.

Finalmente, logramos señalar que la prosperidad ha suplantado casi por completo a la reflexión, el meteórico devenir con que se ha estructurado el presente no brinda espacios para el cuestionamiento a nosotros mismos.  Ser críticos y reflexivos es parte de nuestra condición y fueron de los sostenes que nos permitieron evolucionar como civilización. Por ahora solo podemos reprogramar la propia forma de interpretar la realidad y comprender que la clave  no es solo es vivir,  se trata de existir. Ser auténticos y satisfacer el sentido de  voluntad y dedecencia del ser. La única fuerza efectiva del cambio surge del pensamiento.

Debemos evolucionar buscando el significado de nuestro rol en el Universo, la plena consciencia  de ser en el tiempo, haciendo que tenga sentido el que hayamos nacido y el que tengamos que morir.

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