Han transcurrido diecinueve años desde aquella fecha. Varios importantes eventos tuvieron lugar en Estados Unidos de América. Las distintas ceremonias se repiten todos los años, parcialmente alimentadas por lo que sucede en cada momento. Lo cierto es que aquello fue tremendo. El derribo de las torres financieras de Wall Street con millares de muertos y heridos, otro avión estrellado contra las instalaciones del Pentágono y un tercero que cayó en Pensilvania gracias a la acción decidida de un grupo de pasajeros que enfrentó a los secuestradores impidiendo que llegara a su destino final, al parecer la Casa Blanca, son prueba inequívoca de lo que ese país representa para su pueblo y para el mundo.
Comparto la opinión de quienes sostienen que estamos en presencia de una verdadera guerra, aunque de naturaleza distinta a las anteriores, frías o calientes. Se trata de destruir principios y valores fundamentales para los verdaderos demócratas. Valores que trascienden los intereses secundarios y son los factores que unifican al mundo libre frente a las amenazas existentes. El enemigo es real. Existe y convive con todos en unas sociedades que es ahora cuando empiezan a estar alertas frente al peligro.
Este año, 2020, ha sido terrible. No solamente por la pandemia derivada del covid-19, sino también por el proceso de subversión en contra de la libertad que se adelanta en todas las regiones del planeta. Esto es especialmente válido para Europa y América, desde Argentina hasta Estados Unidos. Con variados pretextos, algunos con relativa justificación, se siente la acción subversiva de ataque abierto y destrucción de sociedades con muchas dificultades existenciales y con liderazgos bastante mediocres para enfrentar exitosamente, en corto tiempo, a los subversivos.
Venezuela es un objetivo importante. Desde este país se contribuye de manera decidida con quienes actúan en Colombia y Brasil. Se alienta a quienes trabajan hacia el sur y el centro del continente, aunque los dos citados tienen la prioridad a todos los efectos.
El liderazgo democrático venezolano pareciera no haber entendido a plenitud la magnitud de los peligros y se agota en peleas secundarias derivadas de la electoralitis aguda y la candidaturitis crónica que van despojando a la política de su verdadera razón de ser. Por supuesto que es una exageración generalizar, porque en este mundo de la dirigencia democrática hay de todo. Buenos, regulares y unos malos que deberían ser execrados. Debo colocar a Juan Guaidó y a las principales figuras de la Asamblea Nacional que preside, en el lado positivo aunque tengamos circunstanciales diferencias frente a omisiones y algunas acciones que al margen del protagonismo parecieran innecesarias.
Ahora se plantea la apelación directa al soberano mediante una consulta nacional con garantías ciertas de ejecución del resultado. Es un verdadero reto que merece consideración urgente. ¿Qué piensan Estados Unidos, Colombia y Brasil?
@osalpaz