OPINIÓN

Sentido común

por César Tinoco César Tinoco

 

Con relación al tema de pensamiento crítico, leo un trabajo de Oscar L. González-Castán titulado «Sentido común, filosofía y ciencia» (Teorema, Vol. XLI/1, 2022, pp. 127-139), en donde comenta el libro de Javier Vilanova Arias titulado Filosofía de Sentido Común (Editorial Escolar y Mayo, Madrid, España, 2021).

González-Castán es profesor en la Universidad Complutense de Madrid, con maestría y doctorado Filosofía y con estudios posdoctorales en la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos). Por su parte, Vilanova Arias también es profesor en la Universidad Complutense de Madrid con doctorado en Filosofía.

El libro de Vilanova intenta responder la siguiente pregunta: ¿Es posible hacer filosofía desde el sentido común? y a mí me resulta interesante e importante porque de manera análoga, uno puede preguntarse, a modo de ejemplo, ¿es posible hacer ciencia política y sus conexos, desde el sentido común?

Según González-Castán y en referencia a Vilanova Arias, el sentido común es simplemente una expresión útil para hablar de una forma indeterminada de los conocimientos compartidos que tenemos y que se expresan y reflejan en las acciones cotidianas.

«Hay cosas que la gente hace por sentido común y que hace bien gracias a él». En su libro, Vilanova nos ofrece algunos rasgos fundamentales del sentido común, ese reservorio de la inteligencia colectiva logrado gracias a la colaboración social. En ese aspecto, el sentido común y la ciencia se parecen mucho. Pero aclaro, solo –y únicamente- en tal aspecto.

Esos rasgos del sentido común que nos suministra Vilanova son siete, mismos que he resumido, para su facilidad de lectura, en: “El sentido común es un entendimiento compartido universalmente, arraigado en la experiencia cotidiana y aceptado como verdad evidente sin necesidad de justificación adicional. Es una herramienta fundamental para la toma de decisiones y acciones prácticas cotidianas, aunque su aplicación puede variar según contextos históricos y culturales”.

Ahora bien, en la síntesis que suministra González-Castán, el sentido común es el conocimiento común sobre los hechos comunes en torno a cuestiones comunes. O lo que es lo mismo, es un conocimiento compartido por la gran mayoría de las personas sobre los hechos más generales en torno a las cuestiones más básicas.

Según González-Castán, el sentido común es el producto del método generalizado de ensayo, error y corrección a lo largo del tiempo llevado a cabo por muchas personas distintas. El número, la cualidad y la pluralidad de individuos que intervienen es la clave para que los contenidos del sentido común se vayan sedimentando.

El caso es que las “reglas” del sentido común son vagas y muy complejas. De hecho, según Vilanova, lo son muchísimo. De ahí que no estén escritas. Sin intentar expresar cuál es la estructura “esencial”, “común” del sentido común, tarea que no tendría ningún sentido, Vilanova ofrece un acercamiento, una aproximación a esta cuestión. Una regla de sentido común se parecería a esto:

“En una situación parecida a A, haz algo del estilo de B, y si el resultado se parece a C o a D pero sin que ocurra E, entonces la solución puede ser F, o quizás G”.

La regla incorpora seguramente también calificaciones vagas del tipo “mucho o poco” además de cualquier cantidad de matizaciones según el contexto. Es, por tanto, la persona la que debe saber cómo aplicarla a su caso particular en sus circunstancias presentes.

Más allá de filosofar desde el sentido común, González-Castán nos plantea lo que, en su opinión, es el mensaje del libro de Vilanova:

«Piensa correctamente siempre que puedas y de una forma que sea ajustada y adecuada en relación con el tema que estés discutiendo y la finalidad que persigas. No mezcles peras con manzanas**, es decir, no mezcles el “sentido común”, ese que no existe (es solo una expresión útil), con la ciencia o la filosofía, y viceversa».

** En el texto original de González-Castán aparece “No mezcles churras con merinas”, locución proverbial española que significa no colocar en el mismo plano temas o personas de naturaleza muy distinta, algo así como, en nuestra cultura, la gimnasia con la magnesia.