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De allí no pasa la idea del resultado de las supuestas elecciones del 21 de noviembre, organizada por el régimen criminal (no lo digo yo; no lo digo solo yo). Unos miembros del partido que sustenta políticamente al régimen y unos miembros de partidos que buscan ampliar el reconocimiento del régimen, buscan ser llamados señor alcalde, señor gobernador; señora alcaldesa, señora gobernadora.

Quienes se están postulando,  candidatos y partidos, reconocen a la Asamblea Nacional ilegítima. Reconocen al Consejo Nacional Electoral que vindica la Asamblea Nacional ilegítima y reconocen a Maduro y su régimen tiránico, terrorista (criminal, según la CPI). Todo para que no más los llamen gobernador, alcaldesa. Detrás de esas decisiones circulan múltiples intereses. La mayoría crematísticos. No se están midiendo a ciencia cierta. No están todos los partidos ni, es lógico, todos los candidatos en la «contienda». Pero eso no les importa. Siguen adelante como si nada les importara.

Tampoco les importa que las elecciones servirán de nada para superar los principales problemas venezolanos. La elección, el cambio de unos figurantes arrastrados, por otros no menos rastreros, no servirá para superar las necesidades de servicios: alimentación, salud, gas, gasolina, gasoil, educación, electricidad, agua, vialidad, transporte y pare de contar. Remozar los rostros a quienes denominar con el cargo no será siquiera un avance democrático. Todo lo contrario. Es la entrega al poder siniestro en su esplendor. De allí el esmero de quienes defienden el Socialismo del Siglo XXI en estos «comicios» fraudulentos.

¿Por qué fraudulentos? Porque buscan vender la idea engañosa de que estamos en democracia, porque hay una contienda disfrazada, unos supuestos competidores. Un colorido y musical montaje teatral «nacional» que hace ver el ambiente como si fuera electoral, aunque esté, como está, cargado de pesadumbre. De la pesadumbre de saber, de veras, que esto no es el camino hacia la libertad ni hacia la democracia. Los políticos enclenques que ahora se postulan con sus partidos nada dicen ya de condiciones, nada dicen de sus posibles competidores tras las rejas o impedidos de cualquier modo de participar contra ellos. Se aprovechan. Creen que así sí ganan el cargo más fácil.

Me pregunto y les pregunto a estos infames miserables que venden la idea al público de la gran galería de que esto será un evento democrático: ¿Se creen su papel de engañadores? ¿Creen que el ciudadano común les cree su papelito mal hecho? Saben que esto no lleva a la libertad, ni de lejos. Pero llevan, casa por casa, la idea como si así fuera. Cobardes se plantan ante el público a evaporar azúcar verbal y gestual. Nadie les cree. El culazo vendrá. Su interés de prolongar en el tiempo la criminal tiranía los enfrentará en un futuro muy cercano con la verdad. No se trata de una telenovela. Se trata del destino de un país al que engañan descaradamente. Si hay un alma; los desprecio con toda la que tenga en mi.


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