Existen muchas adicciones, no solo a las drogas: a la comida, el sexo, a las personas, al juego, a las compras y hasta al trabajo. Los adictos al trabajo no pueden parar, se descuidan física y psicológicamente, viven en una carrera constante, no pueden “perder el tiempo”.
Su trabajo es una actividad compulsiva, obsesiva, que los lleva a desplazar otros intereses y obligaciones personales, familiares y sociales. Esta situación afecta profundamente a la pareja, la sexualidad y a los hijos. Les cuesta mucho descansar. Para ellos, el trabajo es algo más que una fuente de ingresos o una actividad que aman y necesitan para satisfacer una opción vocacional. Este profundo descontrol llega a cumplir los criterios diagnósticos de una adicción. La falta de “su dosis” los desestabiliza, los pone de mal humor, los torna ansiosos.
Cuando llegan las vacaciones, en vez de disfrutar, divertirse y buscar el bienestar, se siente perdidos sin el corre-corre de la oficina. Se aferran a su computadora o al teléfono para seguir “trabajando”. En fin, no pueden desconectarse.
Si usted está casada o casado con adicto al trabajo, seguramente sabe cómo serán sus vacaciones. Su pareja siempre lleva algún material relativo (apuntes, documentos o lecturas), se dedica a resolver problemas laborales, se siente cada vez más inquieto por no estar en el estrés laboral y suele finalizar las vacaciones antes del plazo original. Eso es precisamente a lo que teme el adicto: enfrentar sus problemas, ver a fondo lo que pasa en su vida, en su familia y en sus relaciones significativas.
Si está pasando en su pareja, ojo, estas son señales de alarma. Afecta la salud, se pierde el sueño, se altera el apetito e incluso la actividad sexual. Buscan excusas para relacionarse con alguna tarea, ya sea llevando trabajo al hogar o saliendo para buscarlo. Abandonan poco a poco las cosas que disfrutaban y solían hacer, también a sus amistades y familia (pareja e hijos), sufriendo todos el impacto de la adicción.
Muchos se refugian para olvidar un amor, para no enfrentar un matrimonio que no funciona, traumas de la infancia, un duelo mal resuelto y un gran etcétera. Recuerde lo que dijo Freud, el padre de la psicología: “El que no ama, trabaja y se divierte, termina mal de la cabeza”. Yo le añadiría: termina solo y haciendo que los que ama se sientan abandonados. Además, “quemado” por el estrés excesivo, sin creatividad, sin motivación y enfermo, tanto física como emocionalmente. Piénselo. Si a usted le pasa esto, necesita la ayuda de un buen terapeuta.