La ceremonia de santificación del doctor José Gregorio Hernández, que se celebrará el viernes en Caracas, ofrece una excelente oportunidad para evaluar la situación de Venezuela e impulsar lo necesario para lograr el cambio anhelado. Veintidós años es tiempo más que suficiente para tomar decisiones irreversibles a favor o en contra de lo que estamos viviendo.
El proceso de José Gregorio Hernández llega a su etapa más gloriosa en plena pandemia de coronavirus. Contrasta la vida y obra de este orgullo nacional con la dramática situación del país y la profunda crisis que atraviesa el sector salud tanto en lo material como en lo humano. Todo está a la vista. La improvisación y el desorden nos colocan a la cola de los países del continente. ¿Qué estará pensando desde las alturas el Siervo de Dios? Estoy seguro de que espera una fuerte reacción del ciudadano común antes de que sea demasiado tarde y conste que el país pareciera estar bastante atardecido.
La Asamblea Nacional legítima señaló un camino seguido plenamente por Juan Guaidó al asumir la presidencia de esta y ser designado como presidente (e) de la República. La ruta fue ratificada y ampliada en la consulta popular celebrada en diciembre del año pasado con el voto de cerca de 7 millones de venezolanos. Ahora se trata de ejecutar lo aprobado. Para tal fin se realiza un pacto al cual se han sumado importantes personalidades y organizaciones políticas y sociales a lo largo y ancho del país. La comunidad internacional sigue muy de cerca esta etapa del proceso. Espera que nuestra dirigencia democrática esté a la altura que exigen las circunstancias.
Los venezolanos en el mundo, más de 5 millones, integrantes de la migración de los últimos años, también esperan un cambio radical y están dispuestos a jugársela completa para alcanzar el objetivo. Muchos regresarán y otros continuarán en los países que los han acogido, pero la patria está siempre en el corazón, la mente y el ánimo de todos. También están a la espera de las recomendaciones del liderazgo opositor para actuar en consecuencia.
En este momento crítico las cabezas del régimen que han podido revertir hacia lo positivo el desastre actual y, aunque fuese parcialmente, reivindicarse ante propios y extraños. Pero no, no lo hacen ni lo harán. Pasarán a la historia como modelo de inconsecuencia, de cobardía, de incapacidad y de falta de sinceridad.
Con el sistema sanitario del país en ruinas, sin plan de vacunación conocido y sin vacunas suficientes, con una inflación impensable e injustificable, con el país en dolarización creciente pero sin dólares, llamamos a abandonar la “dulce tibieza de la comodidad”, como dijo hace algún tiempo un buen amigo.
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