Se redefinen las izquierdas o pasa a la banca por muchos años
En América Latina la redefinición de las izquierdas se está dando, a un costo alto, pero en medio de la alternancia en el poder. El caso de Chile y Colombia es emblemático.
Posturas como la de Boric en Chile ante la situación de Venezuela y Nicaragua, en específico sobre la violación de derechos humanos y libertades políticas, aun cuando en el caso venezolano pide la supresión de las sanciones, muestra consistencia con una izquierda no autoritaria, profundamente democrática y renovadora, que no se enquista en viejos dogmas, al punto de llegar a tratar estos puntos con el mismísimo Biden, sin pruritos antiimperialistas.
En el caso de Petro, su insistencia en las libertades democráticas, por experiencia propia sobre la inhabilitación que pesa sobre políticos venezolanos, es una clara evidencia de un enfoque adecuado a la democracia, que se contrapone a la utilización de herramientas administrativas para afectar las libertades políticas, y ahí claramente se distancia de esa izquierda que pretende utilizar cualquier recurso para la preservación antidemocrática del poder.
En el caso de las izquierdas venezolanas, los dogmas y el estigma del chavismo sobre un sector mayoritario de las izquierdas en las últimas décadas ha convertido a «la izquierda» en una visión retrógrada, mal vista, desencadenante y protagonista de lo malo, de lo perverso, de lo miserable.
Meter a todas las izquierdas en ese saco es el mismo error que estigmatizar a las derechas, y se distancia de la racionalidad de entender que en Venezuela el predominio de una cultura de izquierda no ha dejado de existir, aunque el repudio al chavismo se confunda, y erradamente se piense que todo el que no está con el chavismo es de derechas.
En este sentido, la separación del PCV del apoyo oficial deja claro que ya la izquierda no es de gobierno. Pero lo que también hay que dejar claro es que ninguna visión ortodoxa, extremista y aislacionista podrá tener oportunidad alguna de reconquistar la opinión de la mayoría de los ciudadanos, si desde las izquierdas se sigue tratando a los ciudadanos como «pueblo-masa» manejado desde un Estado-Partido centralista que todo lo da.
La redefinición del concepto de Estado, del papel del mercado en la economía, del rol del partido con el gobierno, la comprensión del rol del sector privado y la cada vez más avanzada superación de las formas tradicionales de relaciones laborales y de producción, además de nuestra relación con el medio ambiente, hace que existan nuevos planteamientos sobre el valor de la ciudadanía desde un contexto global y local, la glocalidad.
Los gobiernos abiertos y la transparencia, junto al rol de los ciudadanos y no del «pueblo-masa», establece una nueva dimensión de entendimiento de una izquierda que ve en el Estado a un ente que previene y no que interviene, que regula en medio de la libertad y respeta la propiedad en lugar de estar en búsqueda del mejor momento para expropiar o nacionalizar.
Estoy seguro de que en Venezuela ya hoy la mayoría de las izquierdas entienden la inviabilidad de proyectos planteados hace casi 200 años, que de manera anacrónica se pretende conservar como una cartilla para ser aplicada al día de hoy, pero además, soy de los convencidos de que ese infantilismo político que negaba la «fotografía» con los «distintos», debe ser superado por un diálogo abierto, con todos, sin comprometer principios y valores, que abra el entendimiento de la unidad superior para construir una nueva democracia, en medio de la peor experiencia de autocracia kakistocrática que ha vivido Venezuela en su historia.
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No es solo alimentar a su jauría extremista interna, es también alimentar a los sectores carroñeros de la oposición parasitaria, lo que lleva a brindar una herramienta de peso en el momento de llegar a discutir, con inhabilitación en mano, que la candidata de la Plataforma Unitaria no podrá inscribirse, y ahí estará varios voceros de AD, UNT y PJ utilizando esta carta como aval.
Presos políticos como fichas de canje en las negociaciones con EE UU
La situación de los presos políticos en Venezuela, de por sí dramática, hoy es insostenible. Lo que representa a los familiares sostener, con base en la incertidumbre, la manutención de los que hasta hace poco eran los sostenes de hogar, termina de fisurar la ya delicada situación de esas familias, y a esto se suma que detrás lo que hay es la utilización de estos ciudadanos como ficha de canje para una negociación entre gobierno y Plataforma Unitaria, que solo logra sacar de manera graneada unos pocos, en medio de una puerta giratoria eterna.
Esto debe llegar a su fin, y definitivamente no es un tema bien negociado, ni en Barbados ni en Washington.