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Los colores de la angustia y el desasosiego que no pintan nada bueno en el lienzo nacional, nos hablan de la terrible pesadilla ya veinteañera que jamás ha debido tener asiento en Venezuela, ni en ningún otro lugar del mundo, en ninguno.

Aunque en estos tiempos de «revolución bonita», coloreados de un rojo alarmante, vale la pena esperanzarse porque la verdad sea dicha, Venezuela siempre ha sido de todos y debemos evitar que la desmoralización haga trizas en el espíritu libertario de los demócratas venezolanos.

Al parecer, se aproxima un proceso electoral y yo feliz haré cola para acudir a las urnas electorales, porque será ocasión propicia y preciosa para encarar al futuro, con firme convicción cívica, con propósitos de enmienda y rectificación y con el irreductible afán por cambiar el terrible estado en que nos encontramos.

Pero ello no debe ser –lo hemos dicho antes– a pie juntillas ni como borregos al matadero, sino con establecimiento previo de normas claras que convenzan a la mayoría de la Venezuela decente que no desmaya en su afán por superar esta grave crisis que significa tener a una peste aposentada en Miraflores. Con no poca razón se afirma que el “coronavirus” ya está en el país. ¡Gravísimo!

Imposible asistir a comicios con un CNE que da a cada rato señales de su parcialización; su presidenta con odioso seseo atropelle el idioma con su neolengua y brazalete. Un CNE, ni el actual ni el que eventualmente se designe, debe generar tantas dudas ni inducirnos a sospechas sobre la necesidad y la conveniencia de exigir condiciones que garanticen pulcritud en el proceso. Limpieza en el llamado REP y el respeto a la paridad de condiciones que garantice la participación de todos los partidos políticos.

Claro que esto suena iluso, soñador y quijotesco, vista la experiencia donde el ente electoral no ha ocultado su desnuda inclinación, ni por un atisbo de decencia guarda las formas, pero la confianza en el voto debe seguir recuperándose, en el entendido que este resulta más eficaz que los fusiles de los milicos que hoy hacen estragos en el país y contra eso, democráticamente debemos dar al traste con la sucesión perversa del ch… abismo, hoy representada por las bandas que hoy desgobiernan mi país.

Ojalá podamos elegir una nueva Asamblea Nacional, como cuerpo representativo del Poder Legislativo, cuya integración mayoritaria tendrá la tarea de Estado de controlar al Ejecutivo y dictar leyes orientadas a enderezar los entuertos y desaguisados de la peste roja.

Pero esto no será posible si se conviene en la existencia de una írrita “asamblea constituyente”, una Asamblea Nacional “paralela” y la continuación de un Poder Ejecutivo que lleva plomo en el ala, dado que el pasado 20 de mayo de 2018 en Venezuela no hubo elecciones, sino una farsa, un fraude, un simulacro.

Ninguna “mesa de diálogo” puede convalidar trapisondas ni manipulaciones que contribuyan a la destrucción del país. No olvidemos las intenciones de la barbarie, que sin ideas favorables a la nación, sin el apoyo del otrora “pueblo” que los acompañó en estos tortuosos veinte años, y carentes de planes medianamente razonables para superar la crisis que han provocado, sus representantes se han acercado a un grupete de dizque “políticos”, no muy numeroso, parecidos en sus nefastos propósitos, pero igualmente están condenados al rechazo de la Venezuela que sufre los embates del infortunio que nos manda y perjudica.

Necesaria resulta una Ley de Amnistía que ampare (libere) a tantos presos políticos y perseguidos por las mismas razones, cuyo delito o pecado solo existe en la cabeza incendiaria de los chavistas, esos ayatolás de ideas explosivas y planes diabólicos, que no sesgan en su manía de gobernar a todo trance, sin importarles el daño que puedan causar.

Hay otras que seguramente están en los planes legislativos de la Unidad democrática, y satisfarán las exigencias y esperanzas de las mayorías que cifran sus anhelos en el nuevo parlamento y en sus diputados que desde las curules alcanzadas, sabrán responder a tales requerimientos en esta verdadera hora histórica de la nación venezolana. Hora en que el amarillo de soles apagados, nos indica que muchos militares los van ganando junto con estrellas, mientras van perdiendo cielo.

Momento en que el rojo sangriento de la barbarie da cuenta de los muertos producto del hampa armada y desalmada, y al parecer, con impunidad garantizada. Y para más INRI, se suma el hampa administrada que no se mide a la hora de entrar en la terrible escena de la violencia.

Y el verde vergüenza militar que exhibe su incompetencia, la ineficiencia del mando uniformado y nos confirma en la certeza de que nunca han gobernado bien, al contrario, siempre han fracasado, no hay una excepción.

He allí la vergonzosa metáfora de los tres bombillos, y yo siempre contra bando militar.

 

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