Puertas adentro, sobran las razones para que la gran mayoría de los venezolanos nos sintamos ninguneados por las posiciones, decisiones y resultados que en gran parte de la comunidad internacional tienen lugar con ocasión a la gran desventura del país. Las más recientes declaraciones que sobre nuestra situación ha dado el director de Asuntos del Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Mr. Juan González, en las que afirma que tanto Maduro como Guaidó están mal en las encuestas, expresando que “El enfoque nuestro no es un individuo, sino el proceso electoral”, generan más incertidumbre que sosiego.
Se enmarcan esas declaraciones en el contexto de muchos otros desatinos reveladores de que no todo lo que asumamos como apoyos de esa comunidad lo sean con el alcance y eficacia que esperamos. La retórica, los intereses políticos internos y los económicos externos de muchos de esos países; así como el gran desconocimiento de cómo se bate el cobre en Venezuela, son factores que en conjunto se constituyen en verdaderos obstáculos que impiden un trato idóneo a nuestra tragedia.
Gran parte de la cohorte de individualidades que han presidido o representado a países, organismos, parlamentos y otras instituciones internacionales, como también sus voceros, han abordado nuestra problemática a control remoto, demostrando su ineficacia. Las declaraciones, rechazos, comunicados y demás pronunciamientos, al margen de algunas positivas medidas concedidas a nuestros compatriotas en pocos países, no se corresponden con una política efectiva que tenga incidencia en el país. Cuando esa incapacidad se manifiesta, llegan a la lapidaria conclusión de que nuestra situación la tenemos que resolver nosotros mismos. Excepciones las hay, entre otras pocas, Almagro y Duque.
Hoy, Mr. González nos da otra muestra de cómo decir sí, pero no. Expresa que ni Maduro ni Guaidó cuentan con el favor popular; imaginamos que en virtud de tal conocimiento debe saber el porqué de ese generalizado rechazo y debe conocer cuáles son los motivos para tamaña animadversión del colectivo. Ahorrándole explicaciones, pudiéramos decir que concluye en que ninguno de los dos puede ser referencia en el marco de unas elecciones en las que se decida nuestro futuro. Se deduce, entonces, que ambos no son opciones. Y es en este punto, en el que la retórica se muestra de bulto; es el “pero no” que transgrede a la lógica, es ese planteamiento que nos pone en el centro de esos dos polos al bálsamo de un proceso electoral que curará una enfermedad que ya se antoja incurable.
Es decir al voleo cualquier ocurrencia sin detenerse en su real alcance; diríamos que es una gran incongruencia seguir -por ejemplo- apoyando a Guaidó a sabiendas de que no representa a los venezolanos porque según las encuestas la mayoría lo rechazamos. Es tanto como decir que la oposición no tiene rostro y que un hipotético proceso electoral presidencial sería una especie de cita a ciegas.
Y así los hay por doquier. Hay quienes se ufanan en el exterior de ser referencias en el país y le sacan provecho a sus supuestos liderazgos; también quienes aquí se solazan de un cacareado apoyo internacional sin tomar en cuenta que en ese ámbito se desdibujan los respaldos cuando se atraviesan los intereses. Los casos de China, Irán y Rusia, son emblemáticos. Son países que se manejan en ese ámbito internacional condicionando sus relaciones económicas con los demás países, anulándolos, para su avance geoestratégico. La comunidad europea, con sus desfases, y la incoherencia entre gobiernos y parlamentos de muchos países sobre el tema venezolano, demuestran una ambivalencia que se muestra más evidente cuando varios de ellos llegan al extremo de tener dos embajadores de Venezuela y tener embajadores ante un gobierno que dicen no reconocer.
Pareciera que poco importa manifestar su apoyo a una “Comisión Delegada” que es la caricatura de una pequeña constituyente sin ninguna base constitucional. Como tampoco pareciera importar que estadísticamente menos de 11% de las transiciones que se han dado en el mundo tienen lugar con la aplicación de sanciones económicas, y aquí se mantienen a troche y moche pese a que este mismo país que dicen apoyar, se deshace de igual forma como lo hizo Cuba; ese mismo país antillano que recibe nuestro gasoil como lo denuncia Mr. González, pero que seguramente contará con una política norteamericana de flexibilización.
De allí que en cuanto a la eficacia de las sanciones seamos escépticos con la posición de Estados Unidos, que se resume en las palabras del excelentísimo embajador Story: “Las sanciones están para obligar un cambio de actitud del régimen contra su propio pueblo. Siempre hemos dicho que estamos dispuestos a levantarlas si hay un camino de elecciones libres y justas, presidenciales y parlamentarias”. El problema es que la decisión de que haya unas elecciones como las que se necesitan para levantar esas sanciones, no la tenemos la mayoría de los venezolanos que sufrimos sus efectos.
Es no plantarle cara a quienes sí juegan a su antojo con las cartas marcadas. El Foro de Sao Paulo no se anda con pendejadas. Su renovado avance en Latinoamérica parece indetenible y esas son muy malas noticias para el pueblo venezolano. De momento, solo seguiremos siendo tendencia para aquellos que quieren hacer política desde afuera con nuestra desgracia.