En la actual invasión de Rusia a Ucrania se ha afirmado que Vladimir Putin pretende, entre otras metas, consolidar el dominio de la base naval que mantiene en Sebastopol en la península de Crimea. El mayor esfuerzo, después de su fracaso en la toma de la capital ucraniana, lo han dedicado tanto al área del Donbás cómo en torno a Crimea (ampliando el control de casi toda la costa). En 2014 había ocupado militarmente la península de Crimea y desde ese entonces la considera parte integral de su territorio, a pesar de las protestas de Ucrania y la comunidad internacional (incluyendo Naciones Unidas). La historia de Sebastopol como base de la Flota del mar Negro del Imperio Ruso comienza en 1783, pero su historia se remonta a la antigua Grecia en el siglo V antes de Cristo. Siempre en disputa por razones geoestratégicas durante la Segunda Guerra Mundial sufriría un sitio de ocho meses por parte de los alemanes. El 7 de junio de 1942 comenzaría su ofensiva final que terminaría con la derrota soviética el 4 de julio, cuando ya solo quedaba menos de diez edificios en pie.
En el primer año de la invasión de la Wehrmacht a la Unión Soviética (URSS), esta descubrió tempranamente la feroz defensa que realizaban los “Ivanes” (uno de los nombres que daba a los soldados soviéticos) de los fuertes o ciudades. Se enterraban en las ruinas y resistían hasta la última bala. El testimonio del periodista ruso (Boris Voyetekhov) que vivió los últimos días del sitio lo describe perfectamente: “Sebastopol era una galería de túneles perforadas en la roca, donde la gente vivía y trabajaba en medio de un aire enrarecido y los nervios de punta. (…) Todos los días eran bombardeados y era tan intenso que las rocas se agrietaban y parecía que todo se desplomaría y sepultaría a aquellas gentes que luchaban sin descanso”.
La solución para vencerlos parecía estar en incrementar el poder de fuego a través de la artillería (mientras más pesada, mejor) y el bombardeo de los Stuka, pero al final la infantería tenía que actuar y los costos humanos eran altísimos. Adolf Hitler optó por ordenar el sitio de algunas ciudades-fortalezas creyendo que el tiempo, la artillería y el hambre harían el trabajo sucio. Los mejores ejemplos fueron Leningrado (¡900 días!) y Sebastopol, pero ¡jamás se rendían!
En el segundo año (1942) el Ejército alemán ya no tenía la fuerza para actuar a lo largo de todo el Frente Oriental, Hitler entonces eligió como objetivo de su ofensiva de verano (operación Fall Blau) los campos petroleros del Cáucaso. Pero consideró que no podía dejar en la retaguardia a Sebastopol, por ello dio todo el apoyo al general Erich von Manstein con su 11° Ejército (era su comandante desde septiembre de 1941 cuando había pasado del Grupo de Ejércitos Norte al Sur). Dicho apoyo consistió en los 600 aviones la Luftflotte 4 bajo el comando del coronel general Wolfram Freiherr von Richthofen. Más de 10.000 piezas de artillería entre ellas el “Dora”, que es uno de los más grandes de la historia con 600 mm de ancho y un cañón de 47 metros de largo. También contaba con otros ejércitos aliados del Tercer Reich: rumanos, búlgaros e italianos (en especial en lo que respecta a lo naval).
Von Manstein había liderado a sus soldados del 11° Ejército a la victoria en la península de Kerch ¡en pleno invierno de 1941 a 1942, mientras en otros frentes los alemanes retrocedían! Kerch es el lado oriental de la península de Crimea, de esa forma logró reducir el sitio en torno al puerto que queda en el lado occidental. Fue una larga batalla hasta mayo del 42 en el cual las bajas alemanas no pasaron de 24.000 a diferencia de las soviéticas que superaron las 300.000. Aprendió a presionar con la artillería y los bombarderos, experiencia que le sirvió para la toma de Sebastopol donde se sirvió de varias operaciones de engaño. Primero tomó el Fuerte Gorki, luego el Fuerte Stalin y después pasó al puerto con un desembarco que el Ejército Rojo no se esperaba. En general fueron seis largas semanas donde cada puesto de ametralladoras debía ser tomado con morteros, lanzallamas e incluso se habla del uso de gases (no probado y sería la única vez que se usó en la Segunda Guerra Mundial); hecho que le costaría al Eje cerca de 35.000 bajas. Pero lograron capturar a 90.000 defensores aunque los soviéticos evacuaron a 25.000 (incluyendo oficiales y el comandante Ivan Petrov), y fallecieron en combate 18.000. El escape del puerto se resalta en la película rusa: La Batalla de Sebastopol (Serguéi Mokritskiy, 2015).
A diferencia de otros hechos de la Segunda Guerra Mundial conseguí poca bibliografía, documentales y películas. La editorial Osprey nunca decepciona y tiene su texto: Robert Forczyk, 2008, Sevastopol 1942. Von Manstein’s Triumph. No se pueden dejar de mencionar las memorias del que lograría su ascenso a mariscal gracias a este triunfo: E. von Manstein, 1954, Victorias frustradas. En mi adolescencia conocí este hecho gracias a los capítulos respectivos de la Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial (1965) del Reader’s Digest: Boris Voyetekhov “El sitio de Sebastopol”. La película citada es un biopic de la más famosa francotiradora del Ejército Rojo: Lyudmila Pavlichenco, y solo la batalla que le da nombre comienza a la hora y da muy pocos detalles de la misma. Al menos muestra algunas famosas anécdotas del sitio y la acción de la Luftwaffe.
El Sitio y Batalla de Sebastopol presagiaba de algún modo la larga y determinante Stalingrado (e incluso se advierte que demoró la ofensiva), pero también las terribles guerras del futuro en la Guerra Fría cuando ejércitos más débiles pero decididos se enfrentarían a fuerzas con mayor tecnología y poder de fuego. Los primeros se “enterrarían” y desarrollarían una guerra de desgaste que les daría la victoria final. El Frente Ruso con la ofensiva alemana de verano la retomaremos, Dios mediante, a finales de mes y las dos semanas que vienen nos centraremos en el análisis de los combates en el Norte de África con la toma por el general Rommel de Tobruk y su máxima expansión hasta llegar al Alamein.
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