La recta final de la breve y, algo dicho hasta la saciedad, atípica campaña electoral es la de un abultado contraste: el ventajismo oficialista demasiado obvio, pródigo en recursos materiales y simbólicos que son los del Estado, reforzado por sus excesivos agentes candidaturales de distracción, en beneficio del estelar Maduro Moros, frente a la modesta y genuina oposición –además– vituperada y perseguida, pero valiente y clarificadora, significativamente representada por Edmundo González, a quien –antes– nadie logró adivinar como el abanderado de las grandes mayorías deseosas de libertad y democracia; sólo bastó una limpia y reconocida trayectoria de servicio público para expresarlas y representarlas a cabalidad, perversamente bloqueada la opción ganadora de las consabidas primarias. Y es que el desempeño e imaginación, perseverancia y coraje de la oposición, ha compensado con creces la imposibilidad de contratar a grandes y sonoros asesores de campaña, imprimir y pegar los afiches tan elementales para la faena, contratar las grandes vallas, copar de avisos pagados a los medios, megafonear las calles al ritmo sofisticado y pegajoso de un costoso jingle, porque la realidad misma es la que está en campaña contra el gobierno, hora por hora, día tras día, facilitada con el cumplimiento espontáneo y creador de las líneas estratégicas básicas por una dirigencia dispuesta afrontar los riesgos, la irrupción de las multitudes en los más disímiles e irreprimibles espacios citadinos y rurales, el empleo de las redes digitales y el no menos intensivo de radio-bemba, la constante novedad noticiosa de los planteamientos de una candidatura y de quienes la impulsan interpretando un profundo sentimiento nacional, la hermandad que priva en un liderazgo local de proximidad y sintonía real con la ciudadanía.
La sobriedad y sencillez del candidato del consenso nacional no tiene comparación con la estridencia del continuismo gubernamental, estampado en todos los postes y murales de pueblos y ciudades con un discurso vial que despliega sus contradicciones a medida que los recorremos: llama a tener fe, fe ciega y sin obras para otro interminable período, al mismo tiempo que el candidato y presidente en ejercicio incurre en una circunstancia completamente inédita, como la de promover a una específica empresa comercial de transportación pública. De los legítimos mandatarios nacionales del siglo XX, nunca reelegidos inmediatamente, ninguno hizo algo semejante, pues, algo muy distinto fue la inauguración de un parque industrial de una fuerte inversión pública y muy otra que publicitaran una marca en particular, por ejemplo.
Lo acaecido recientemente en la sede de la Universidad Central tras recibir y escuchar al candidato presidencial de la oposición, catalogado de “asalto” por calificados voceros del partido de gobierno, lejos de confundir a la opinión pública, la actualizó inesperadamente respecto al gravísimo problema del aula superior en Venezuela. La determinación de realizar el exitoso acto en la sede de Villanueva, siendo tan evidente el entusiasmo del estudiantado, envió una poderosa señal a la ciudadanía que no se dejó intimidar por la contra-campaña oficial y oficiosa de una desautorización rectoral, nunca aclarada por esa autoridad, y diluida a través de un comunicado de la instancia que agremia a los rectores venezolanos.
Fácil de apreciar el señalado ventajismo, la abundancia de recursos, medios y productos de la candidatura oficialista, no guarda proporción con los pobres resultados en las demostraciones de calle y los estudios de opinión, elevando así los costos materiales y aún más los políticos de una obcecada permanencia en el poder. No ha permeado en el precario mercado electoral siquiera la idea del ”gallo pinto” que, por una parte, luce como una severa advertencia para los aliados que supieron de la suerte del gallo rojo, símbolo del PCV que faltaba por judicializar para garantizar su apoyo; y, por otra, lejos de compensar las fallas, les agrava la propia situación política con la abierta persecución y represión de los dirigentes, activistas y espontáneos e inocentes colaboradores de una oposición accesible.
Descartada la posibilidad de una discusión un poco más libre y fluida en los comandos del continuismo, sólo resta aceptarlo y apelar al esoterismo en el esfuerzo tardío de corregir el curso de la campaña que le ha sido tan desfavorable. Segura la derrota electoral, otro tipo de consultante quizá se imponga y satisfaga a los gobierneros.
@luisbarraganj