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¿Se puede o se debe renunciar al poder?

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Foto AP

Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Lord Acton

 

No es posible reinar sin perder la inocencia

Saint-Just

Un viejo profesor universitario decía entre sus definiciones de poder que era “la posibilidad de sustituir la voluntad ajena por la propia en la determinación de la conducta de otros mediante la eventual aplicación de un medio coercitivo, sea en un solo acto, sea a través a través de una serie de actos” (por Manuel García-Pelayo). La mía propia es la de alguien que puede dar premios y castigos, llámese obispo, director de una escuela, director de una cárcel, etc. Maquiavelo, famosísimo autor de El príncipe, especie de manual para mantenerse en el poder, ha sido comentado, y criticado hasta la exageración. Cabe destacar que en vida fue asesor de César Borgia, hijo del papa Alejandro VI y gran personaje del Renacimiento en su tiempo.

En Francia, Richelieu y luego Mazarino gobernaron, primero en nombre del rey Luis XIII y luego durante la regencia de Luis XIV. Después de que Luis XIV accedió al trono, gobernó con un absolutismo tal que lo llamaban el Rey Sol. Posteriormente, con el ascenso a la corona de Francia por Luis XVI, este señor mandó con ministros que se ocupaban del desarrollo, de la guerra, y de las finanzas públicas, pero al final lo agarró un descontento tal que terminó estallando la Revolución francesa y fue guillotinado. Por cierto, en la famosísima toma de la Bastilla, apenas se encontraron siete presos, ya habían sacado de allí al célebre Marqués de Sade. Sea como fuere, la revolución montó un régimen de terror, dominado por Robespierre, moderno maestro de nuevos tiranos y dictadores. Y, además, al no poder resolver el intríngulis del déficit fiscal, produjo una de las primeras inflaciones que ha conocido la edad contemporánea. Por si fuera poco todo esto, después del fin del régimen del terror, el mando absoluto terminó en las manos de Napoleón quien además de subsanar el problema monetario, metió a Francia en varias guerras en Europa.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial y la gestación de la Revolución bolchevique en Rusia, el mundo asistió al nacimiento de la primera tiranía de corte totalitario como nunca antes había existido. Lenin a punta de pistola se apoderó del país más extenso del mundo que en una época había sido llamado el granero del mundo, generó hambrunas, inflación y toda clase de epidemias, pero increíblemente era alabado por muchos intelectuales, artistas, y con la creación del Partido Comunista demostró que podía extenderse en el mundo entero. Ni siquiera Gengis Khan hubiera podido jactarse de tal poder. Después, de su muerte, el mando cayó en las manos de Stalin, quien rápidamente demostró que había llegado al Kremlin para mandar por muchos años, provocando una hambruna en Ucrania y metiendo sus manos en la guerra civil española, donde además de robarse las reservas internacionales del Banco de España, mandó a través de su Partido Comunista español ordenando la eliminación de 50.000 troskistas que allí peleaban contra las tropas franquistas, apoyadas por otros dos supradictadores: Adolf Hitler y Benito Mussolini.

Después de haber salido con el rabo entre las piernas en España, Josef Stalin comprendería que Hitler era un hueso durísimo de roer y firmó el pacto de no agresión con la Alemania nazi, buscando ganar tiempo a como diera lugar. Algo que han aprendido siempre los dictadores comunistas. Pero, Hitler siempre inquieto por guerrear, y atraído por las materias primas de Rusia, en 1941 le lanzó sus brigadas panzer sin ningún miramiento, obligando a Stalin a dejar sus mezquindades contra las democracias capitalistas y poder sobrevivir a una de las más terribles guerras que el hombre haya conocido. Después de salvar el pellejo, quedó con la mitad de Europa en sus manos, más ciento y pico de partidos comunistas alrededor del mundo que le dieron el título del tirano más poderoso que haya conocido el planeta. Así, el régimen comunista duró en Rusia más de setenta años, solo con la aparición del gobierno de Gorbachev se producirían ciertos cambios beneficiosos para la población en general.

En América Latina, tierra siempre propensa y abonada para el cultivo de férreas dictaduras y “hombres fuertes” existe la segunda tiranía más antigua del mundo, precisamente después de la de Corea del Norte, que es la cubana, en donde los hermanos Castro le enseñaron al pueblo de la isla a soportar hambre, y toda clase de miserias y penalidades. Raúl Castro le enseñó al mundo y en especial a los latinoamericanos que de carisma no solamente se alimentan los pueblos, sino de intrigas, y manipulando la propaganda y los servicios de inteligencia como pocos. A Venezuela con unos seudomédicos y enfermeros le ha sacado millones de dólares que hoy le faltan para siquiera comprar unas vacunas decentes para combatir el covid-19. A Barack Obama lo envolvió y le sacó un ablandamiento de las sanciones del Tío Sam y jamás cedió en algo. Pasado el temporal del gobierno de Trump, se ha preparado para simular que descansa renunciando como el rey Juan Carlos I a sus funciones tácitas. Algo parecido al dueño de un banco que renuncia a la presidencia del banco y le dan un título de consejero supremo, o algo similar.  Juan Vicente Gómez, también simuló renunciar a la Presidencia de la República, aunque jamás a la jefatura del Ejército que la sentía como cosa personal. A Winston Churchill, uno de los gloriosos artífices del triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial, le querían nombrar Lord para sacarlo de la Cámara de los Comunes y así por carambola de dos bandas de la política, pero el viejo zorro se negaba y permanecía en esta Cámara, aunque fuera en silla de ruedas.

De modo, pues, que este es un vulgar y asqueroso truco. Seguirá dando órdenes y si algo sale mal pagará el pato, este señor Miguel Díaz-Canel, muchacho de los mandados, como lo llamó acertadamente Carlos Alberto Montaner, que solo tiene funciones ceremoniales, el trono está en la residencia donde vive Raúl Castro, que ya está fastidiado de tantas reuniones inútiles. Si Díaz-Canel aparenta o resulta ser incapaz será reemplazado en el acto por alguien designado por el hermano de Fidel Castro. Jamás será Raúl Castro como el papa emérito Benedicto XVI: simplemente es un zorro escondido en su madriguera.

El poder en las democracias reside en el pueblo, quien nunca debe renunciar a su soberanía; mientras que en las dictaduras como la cubana el poder está secuestrado en las manos de tiranos en nombre de una revolución que niega las libertades individuales. En México, para evitar estos secuestros y agresiones contra  la soberanía popular, su constitución desde 1917 prohíbe la reelección en términos absolutos, algo que si bien a lo mejor, no le ha dado buenos gobernantes, por lo menos le ha traído paz y alternancia en los altos cargos de la nación.

 

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