Estado actual en Venezuela, un pueblo sufriente en las calles, gritando auxilio porque hay hambruna, cansado de los malos servicios públicos, escasez de gasolina, no ver una luz al final del túnel, brota la indignación y el desespero por la incertidumbre que vive el país. La revolución bolivariana está fracturada, existe un divorcio afectivo entre sus jerarcas. El “madurismo” que emerge es perdedor, fracasado y con fama de ineficiente, corrupto y fatigado. Estamos viendo un proyecto de socialismo del siglo XXI en plena decadencia, ya es un proceso del pasado, con un líder preso en su propio laberinto.
Aquella revolución bolivariana que se benefició de un aumento del precio del petróleo de alrededor de 1.000% desde la llegada de Hugo Chávez al poder, a inicios de 1999, quedó en el pasado. La quiebra de la industria del oro negro construyó una nueva realidad: diversas crisis que activan el desamor a la revolución. Hoy, tras dos décadas rojas rojitas, Venezuela vive una evidente combinación de crisis que hablan del agotamiento del proyecto chavista, Nicolás Maduro reconoció el “fracaso total” en materia monetaria y económica al asegurar ante los medios: “La dolarización que se vive en el país puede servir para el crecimiento económico de Venezuela”. “Estoy seguro de que me van a acribillar por esto que voy a decir: ese proceso (de dolarización) puede servir. Yo no lo veo malo porque la autorregulación de un país que se niega a rendirse permitió un intercambio nuevo, productivo».
Si la crisis te motiva a salir a protestar hoy día, eres considerado un traidor a la patria, lo relevante es la consigna gubernamental no importa que se pase hambre, lo significativo es mantener la revolución cueste lo que cueste. No obstante, la amenaza, la violencia y el miedo gravitan sobre la conciencia y la conducta de todos los venezolanos. El gobierno del comandante Chávez y Maduro trasfiguraron la vida normal de la gente, modificación que ha puesto a muchos venezolanos en niveles vulnerables.
En nuestro país existe una violencia estratégica, el gobierno es supra, amenaza, por encima del derecho y de las leyes, siempre apuntalado en la violencia estratégica. Las violaciones de los derechos humanos del adversario político ya es práctica gubernamental común, las continuas amenazas despidos a empleados públicos por sospecha de “infidelidad” electoral hacia el socialismo del siglo XXI, negación de los bonos de la patria o los CLAP, un verdadero chantaje, en otras palabras, es un instrumento que pretende recompensar la lealtad de 20% de la población que aún se mantiene estoicamente en el chavismo…
Lo que no razona o no quiere razonar el presidente Maduro es que lo grave está en que la mayoría de venezolanos ya no cree en su discurso de que la compleja crisis del país es causada por una «guerra económica» apoyada por empresarios apátridas, recibiendo órdenes del imperio norteamericano. En nuestro análisis integral se revela que 82% de los entrevistados opina que la guerra económica es una narrativa para soportar la aguda crisis. Es decir, Maduro inventó una “guerra económica” sospechosa incluso en su propio capital político. La percepción de la población es que construyó una escapatoria que le está amplificando el costo político–electoral. Resultado, efecto boomerang.
Desde su llegada a Miraflores, en abril de 2013, Maduro se mueve con un discurso violento, divisionista y fabricando guerras ficticias; lo que sí es una verdad es que en su gobierno la crisis se ha trasformado en algo complejo. Según los diversos análisis paradigmáticos – cuantitativos y cualitativos, esta realidad está derivando en que más de 83% de los entrevistados no vacila en señalar que Nicolás debería salir del poder este año a través de cualquier mecanismo constitucional. Ante la necesidad de apoderarse de la Asamblea Nacional existe un problema, la caída libre de su capital electoral, Maduro pareciera ordenarle al CNE construir más entramados para inducir la abstención mirando el 6D, en la lógica es el único escenario favorable para la revolución en la captura de su objetivo. Haciendo una abstracción final de nuestras investigaciones de opinión, las derivaciones hacen que lleguemos a inmediatas conclusiones, Nicolás perdió la calle, la popularidad del presidente, de acuerdo con nuestros datos cuantitativos, está un poco por encima de 14 puntos, se perdió la magia revolucionaria que los atornilló durante 21 años en el poder, emergió el desamor hacia un proyecto político que ilusionó pero no concretó los sueños de los que aspiraban a un mejor país. Es casi imposible llegar al final de una gestión con una opinión nacional en contra, el tiempo se le agotó al socialismo del siglo XXI.
En medio de esto, no obstante, la confrontación política al parecer seguirá dominada por la lógica de la confrontación radical.
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