Los empujan hacia el poder mediante petrodólares. Son hijos del maná, como lo llamaban los aborígenes, es aceitoso al tacto y vista, de origen orgánico, empero es también volátil y su sobrevenida fetidez se asocia al modo como es manipulado por gobernantes inescrupulosos: que obran al amparo de la obscuridad, que no del nada antropomórfico y apetecible combustible: santo grial del priorato despótico de Ultimomundano nada «socialista» que busca socializar o comulgar con el tyrannum arquetípico del mundo. Inculpan al narcotráfico, pero no. Gradualmente la cocaína y otras drogas famosas son desplazadas por el https://www.cdc.gov/stopoverdose/fentanyl/es/index.html o sustancias químicas similares (aerosol, gotas polvo) entre los habitantes del Imperio Yanqui. El petróleo continúa discordiatóxico: enriquece, otorga poder pero no gloria y suscita traiciones.
Con o sin charreteras, un paria jamás resguardaría a ninguna patria. Nunca su juramento de cumplir y hacer cumplir una constitución y leyes parecerá cosa diferente a una picaresca puesta en escena teatral, con patéticos espectadores convocados para ridículamente ovacionarlo cual si se tratase de un o una pontífice.
Durante varias décadas, en Ultimomundano el priorato despótico buscó, con tozuda persistencia, su santo grial representado por la riqueza fácil e ilícita: la que, fortuitamente, le proveería el petróleo, el cual, al cabo, le ha servido para afianzarse en el poder político transnacional.
El «priorato» sabía que, con la botija llena, podría torcer la historia y desestimar las leyes territoriales e internacionales mediante el soborno, chantaje y la masiva intimidación mercenaria. Amenazas focalizadas en despachos de presuntamente autónomos poderes: el parlamentario, ejecutivo, judicial, moral, electoral y ciudadano. Que ninguno es, en realidad, popular, y cuyo funcionariado suele experimentar infinito escozor cuando es obligado a satisfacer las necesidades de los humildes o cumplir con sus obligaciones.
Por lo expuesto, no asombra mirar a quienes integran la cúpula del priorato en actitud extremadamente soberbia y ofensiva. Ellos pretenden que, a ningún opositor o adherente, le quede dudas respecto a sus malas intenciones.
Por nada modestas sumas de próceres impresos imperiales, tienen a favor de sus delictivas conductas fuerzas armadas que igual desalmadas de varios países. Lastres uniformados, henchidos y apertrechados, que sienten regusto por exhibirse como sirvientes de sus pretores. Hombres y mujeres al mando de tropas, proclives cometer e incapaces de discernir nada que no sea el status de corte oligárquico que le confieren las billetardas remuneraciones.
Son los «defensores de la fe», cierto, pero por el dólar. Con o sin uniformes verde-olivas o rojos de falaz casulla obispal, no son custodios de alguna patria, credo o ciudadano que presumió ejercer su «soberanía» eligiéndolos para administrar los respectivos tesoros de las naciones. Paria al mando no boga por ninguna patria: e, intelectualmente, sólo distingue entre un billetardo de baja o alta denominación, entre un lingote de oro y uno de plomo, su peso, valor, y las formas de hurtarlos. Ante la inmoral y oprobiosa gestión gubernamental que esa casta de malvivientes protagoniza, el [a) «testado» que se atreva a encararla con la razón inmutable será marcado para ser judicial o militarmente tenido por objetivo, sujeto de persecución y finalmente encarcelado o ejecutado.
@jurescritor