OPINIÓN

Se mira y palpa una nueva pero mortal bestia presidente en Sudaca

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

Los empujan hacia el poder mediante petrodólares. Son hijos del maná, como lo llamaban los aborígenes, es aceitoso al tacto y vista, de origen orgánico, empero es también volátil y su sobrevenida fetidez se asocia al modo como es manipulado por gobernantes inescrupulosos: que obran al amparo de la obscuridad, que no del nada antropomórfico y apetecible combustible: santo grial del priorato despótico de Ultimomundano nada «socialista» que busca socializar o comulgar con el tyrannum arquetípico del mundo. Inculpan al narcotráfico, pero no. Gradualmente la cocaína y otras drogas famosas son desplazadas por el https://www.cdc.gov/stopoverdose/fentanyl/es/index.html o sustancias químicas similares (aerosol, gotas polvo) entre los habitantes del Imperio Yanqui. El petróleo continúa discordiatóxico: enriquece, otorga poder pero no gloria y suscita traiciones.

Con o sin charreteras, un paria jamás resguardaría a ninguna patria. Nunca su juramento de cumplir y hacer cumplir una constitución y leyes parecerá cosa diferente a una picaresca puesta en escena teatral, con patéticos espectadores convocados para ridículamente ovacionarlo cual si se tratase de un o una pontífice.

Durante varias décadas, en Ultimomundano el priorato despótico buscó, con tozuda persistencia, su santo grial representado por la riqueza fácil e ilícita: la que, fortuitamente, le proveería el petróleo, el cual, al cabo, le ha servido para afianzarse en el poder político transnacional.

El «priorato» sabía que, con la botija llena, podría torcer la historia y desestimar las leyes territoriales e internacionales mediante el soborno, chantaje y la masiva intimidación mercenaria. Amenazas focalizadas en despachos de presuntamente autónomos poderes: el parlamentario, ejecutivo, judicial, moral, electoral y ciudadano. Que ninguno es, en realidad, popular, y cuyo funcionariado suele experimentar infinito escozor cuando es obligado a satisfacer las necesidades de los humildes o cumplir con sus obligaciones.

Por lo expuesto, no asombra mirar a quienes integran la cúpula del priorato en actitud extremadamente soberbia y ofensiva. Ellos pretenden que, a ningún opositor o adherente, le quede dudas respecto a sus malas intenciones.

Por nada modestas sumas de próceres impresos imperiales, tienen a favor de sus delictivas conductas fuerzas armadas que igual desalmadas de varios países. Lastres uniformados, henchidos y apertrechados, que sienten regusto por exhibirse como sirvientes de sus pretores. Hombres y mujeres al mando de tropas, proclives cometer e incapaces de discernir nada que no sea el status de corte oligárquico que le confieren las billetardas remuneraciones.

Son los «defensores de la fe», cierto, pero por el dólar. Con o sin uniformes verde-olivas o rojos de falaz casulla obispal, no son custodios de alguna patria, credo o ciudadano que presumió ejercer su «soberanía» eligiéndolos para administrar los respectivos tesoros de las naciones. Paria al mando no boga por ninguna patria: e, intelectualmente, sólo distingue entre un billetardo de baja o alta denominación, entre un lingote de oro y uno de plomo, su peso, valor, y las formas de hurtarlos. Ante la inmoral y oprobiosa gestión gubernamental que esa casta de malvivientes protagoniza, el [a) «testado» que se atreva a encararla con la razón inmutable será marcado para ser judicial o militarmente tenido por objetivo, sujeto de persecución y finalmente encarcelado o ejecutado.

@jurescritor