Parece evidente que la tendencia de esta temporada son los líderes políticos soberbios y autoritarios. Es una tendencia interideológica, porque lo mismo se lleva en la derecha que en la izquierda, y casi nos parece racional, puesto que, desde siempre, lo más parecido a un tonto de derechas es un tonto de izquierdas.
La fundada sospecha de que no se trata de un caso aislado es que el último soberbio y autoritario ha sido elegido en Estados Unidos, y desde allí –no lo olvidemos– nos han llegado el pantalón vaquero, la hamburguesa, la coca-cola, el fin de semana, el televisor, la fabricación en serie de automóviles… etcétera. Lo que allí es tendencia pronto se generaliza en todo Occidente.
Las similitudes entre Pedro I, «El Mentiroso», y Donald Trump son deslumbrantes. Si uno alerta del peligro de la ultraderecha, el otro alerta de que los emigrantes vienen a robarnos; si el uno intenta dividir la sociedad en dos grupos irreconciliables, el otro va por el mismo sendero; si el otro insulta a los que no piensan como él, pues el de aquí los desprecia. Y, si el uno tiene medios de comunicación afines y fieles, el otro, también.
El profundo conocimiento que tienen de sí mismos les facilita poseer un altísimo concepto de sí mismos y, por tanto, observan con enorme desprecio a quien no les alaba, no les reverencia o no le da la razón.
Naturalmente, existen también grandes diferencias. Donald Trump sintió el balazo pasar por su oreja y, tras unos minutos de confusión, se enfrentó, dio la cara y permaneció en el lugar hasta que los servicios de seguridad se lo llevaron. Pedro I, ‘El Mentiroso’, notó en la espalda la llegada de un palo y eso, unido a los gritos de repulsa, le impelió a marcharse del lugar, demudado, dejando sólo al Rey. Ignoro si Trump es más chulo, pero parece que demuestra más arrestos. Aquí los arrestos parece que se reservan para poder arrestar con nuevas leyes a los periodistas que escriban de parecida manera a la de un servidor de ustedes. Y, por fin, otra diferencia: no es muy probable que doña Melania, esposa de Trump, pretenda dar clases en el Universidad de Yale.
Puede que estemos ante un nuevo ciclo, donde la desconfianza y el resentimiento social inciten a buscar salidas nada inéditas, y es que cuando la imperfección de la democracia irrita tanto que se destroza, viene otra cosa peor, que son las dictaduras. A Hitler lo eligió primero el pueblo, y luego evolucionó. La dictadura de Chávez se inició con un triunfo entusiasmado en las urnas. El actual tirano de Nicaragua derribó una dictadura de derechas, fue elegido democráticamente, se marchó y volvió vestido con uniforme de sátrapa de izquierdas. Y todos, todos, soberbios y autoritarios.
Artículo publicado en el diario ABC de España
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