Por más intentos que hagan en Miraflores, la verdad no puede ocultarse. El dinero se les agotó, la suerte se le está acabando y, Dios quiera, el tiempo en el poder se les acorta en la medida que se están estrechando los círculos que rodean a la usurpación.
Sí, «los círculos». Son varios los anillos que se achican en torno al cuello de aquellos que se empeñan en mantener un régimen violador de los derechos humanos y aniquilador de la tranquilidad de millones de venezolanos.
El primero es el círculo internacional. Ademas de la extradición de Alex Saab, mejor conocido como el testaferro mayor, con el paso de los días, es más evidente para los gobiernos occidentales que la realidad venezolana no solo es un mal que aqueja a Venezuela sino que se expande por el continente.
El financiamiento que desde Miraflores efectúan a insurgencias de laboratorio, diseñadas en cuartos de guerra social y psicológica, que han afectado a Chile, Ecuador, Colombia y hasta a Estados Unidos, son parte de los tentáculos de la usurpación venezolana en contubernio con extremistas de toda índole.
El segundo es el anillo de la crisis de la gasolina. Es más que notorio que la usurpación hace lo que sea para que en Caracas y zonas aledañas no se sienta la gravísima realidad la crisis del combustible. Mientras Venezuela entera se paraliza con la ausencia de carburante, en la zona capital nada pasaba.
Sin embargo, la escasez se agudiza, lo almacenado se acaba y ya las colas en las estaciones de servicio se van acercando con rapidez a Caracas, y la ciudad otrora de los «techos rojos» se vuelve parte de la masa angustiada e inmóvil por falta de gasolina.
Esto preocupa a los usurpadores, pues una revuelta en una gasolinera en Anzoátegui, Bolívar, Cojedes, Apure, Zulia, Lara o Barinas no afecta en mayor grado su tranquilidad y estabilidad en el poder. No obstante, Caracas es otra cosa, a pesar del tiempo aún están frescos en la memoria lo que son capaces de hacer los cerros caraqueños cuando sus habitantes alzan la voz y bajan de sus elevadas casas.
El tercer anillo es el de la paciencia ciudadana, más allá de las acciones que se tomen fuera del país está la realidad interna. Millones de ciudadanos están agotados por la carencia de gasolina, gas doméstico, agua, servicio eléctrico y muchas cosas más, es una sociedad que se hartó de esperar soluciones que jamás vendrán de aquellos que causaron los problemas.
El cerco social, económico y diplomático se estrecha y está asfixiando cada vez más a la tiranía, ahorcando la capacidad de maniobra de un régimen que ha sobrevivido mucho más de lo imaginable para una nación como Venezuela.
Se le termina el tiempo a un modelo que pulverizó las riquezas de un país petrolero en medio de la abundancia de los tiempos cuando el barril rozó los 100 dólares.
El círculo se cierra, Nicolás Maduro lo sabe. El cerco se empequeñece y él quedará allí atrapado en la misma red que tejió, en la misma trampa que la usurpación construyó.
Los usurpadores pagarán por el daño causado a Venezuela, por sus alianzas indecorosas, por sus cómplices mafiosos y sus amigos extremistas. Lo pagarán todo más temprano que tarde.