Los ires y venires de Gustavo Petro en su proceso de instauración de la Paz Total no están siendo bien leídos por sus votantes. Resulta imposible de entender a cuál estrategia atienden sus tratativas de paz con el conjunto de las fuerzas insurgentes y con los grupos delictivos al margen de la ley, metidos todos en mismo saco, cuando la realidad es que cada uno de ellos, por separado, protagoniza una dinámica bien diferenciada del otro en cuanto a sus actuaciones y también en cuanto a su filosofía de guerra y modelo de gobierno.
Ya el “cese el fuego” adoptado por las partes dentro del proceso negociador que tiene lugar en La Habana ha sido suspendido por las disidencias de las FARC, incumplido por el Clan del Golfo y desconocido por el ELN y los actos de barbarie de la guerrilla son cada día mas sangrientos y crueles con la población civil inocente.
Esta semana la disidencia de las FARC ha tenido la desfachatez de reconocer públicamente, en un repugnante comunicado y sin ninguna reserva, el ajusticiamiento de cuatro menores indígenas escapados de su centro de reclutamiento en el Putumayo escudándose en una reglamentación interna que los faculta para ello, es decir, para matar a mansalva. Sus palabras fueron que dicho crimen hace parte de “ la lucha por la paz”! . Su cinismo llegó al extremo de prometer reparación a las comunidades indígenas, como si cualquier género de reparación pudiera borrar la pérdida de la vida de infantes inocentes.
Otro atentado de bomba monstruoso tuvo lugar el miércoles en Tibú, Norte de Santander, contra una patrulla de la policía, dejando un saldo de 2 policías muertos, cuatro uniformados lesionados y ocho civiles heridos. Frente a ello, la oficina del Alto Comisionado para la Paz, Danilo Rueda, de nuevo afirmó la voluntad de seguir dialogando con los actores armados, mientras en el Catatumbo la sociedad no puede hacer más que llorar a sus muertos. A todas estas, el hombre de Estado que lleva las riendas del poder gobierna a través de twitts, una trinchera en la que solo actúa él y solo él. En un solo mes, 272 trinos…
La falta de garra del jefe de las Fuerzas Armadas del país – el Presidente Gustavo Petro- se encuentra en el trasfondo de la barbarie desatada, la que aspira, en esta hora y punto, a hacer una demostración de fuerza para reblandecer al otro lado de la ecuación en el proceso negociador.
Los disidentes de las FARC, con Iván Mordisco a la cabeza, señalan falta de seriedad de parte del gobierno e “incumplimientos” que no explicitan pero que hacer pensar a la colectividad en la existencia de negociados directos de la oficialidad con la guerrilla por fuera de las tratativas de La Habana. Esto solo le agrega complejidad y dramatismo a la situación.
No solo la violencia desatada es atroz. La incompresión de este escenario se ha estado colando en el animo de la ciudadanía. La manera del colectivo de responder a la falta de resultados es el desapego, y en el caso de Colombia la violencia renovada luego de promesas continuas de cambio de rumbo y de paz total, penaliza a quien lleva la batuta. No es raro, pues, que la popularidad de Gustavo Petro, a escasos 10 meses de gobierno, se esté yendo al foso. 60% de sus compatriotas censuran su manera de gobernar y solo 20% de ellos considera sensata la revolución que intenta llevar a cabo.
Nada indica que pueda haber un cambio de actitud en el mandatario ni un redireccionamiento en la estrategia, porque no se le conoce ninguna. El panorama es malo para Colombia. También para él.
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