Los republicanos moderados ganan terreno, el extremismo pierde fuerza en ambos partidos
Las elecciones de medio período en Estados Unidos han tenido un resultado que ha tranquilizado bastante a quienes temían una victoria aplastante de la derecha extrema.
¿Quiénes temían esta victoria? Por supuesto que los demócratas, tanto los extremistas de Bernie Sanders y la señora Ocasio Cortez como los moderados de Biden, pero también muchos independientes denominados “swing voters”, es decir, quienes votan por las cualidades del candidato más que por su afiliación partidista, así como muchos republicanos moderados quienes no acompañan a la derecha extrema en su política agresiva y destructora de las instituciones, aunque se oponen significativamente a las políticas del actual presidente Biden.
La combinación de estas fuerzas logró -en un evento electoral transparente- derrotar a candidatos claves seleccionados por la extrema derecha del expresidente Trump y mantener un saludable equilibrio a nivel de ambas cámaras legislativas. Parece ser que la Cámara de Representantes estará controlada por los republicanos y la Cámara del Senado, aunque aún en dura lucha que solo se resolverá en diciembre, pudiera mantenerse bajo control demócrata. Si esto fuese así el presidente Biden tendría que hacer concesiones importantes en sus políticas para lograr aceptación de algunas de sus más importantes propuestas.
Y es que de eso es que se trata la democracia. No habrá una aplanadora, ni demócrata ni republicana.
De particular interés en este proceso es la situación interna del Partido Republicano. Antes de las elecciones existía la sensación de que Donald Trump y su grupo de “niegófilos” electorales estaba en firme control del partido y que sus candidatos arrasarían en las elecciones e impondrían el tono agresivo y las estrategias antiinstitucionales que han caracterizado su postura política, tono que iría a reforzar su pretensión a la candidatura presidencial republicana para 2024. Las elecciones se han encargado de debilitar esa expectativa. Aunque bastantes candidatos republicanos apegados a la teoría conspirativa del fraude electoral ganaron en sus confrontaciones, es también cierto que candidatos claves del expresidente Trump perdieron en Michigan, Nuevo México, Minnesota, Wisconsin y Pensilvania, y pudieran perder en Georgia y Nevada, debilitando significativamente su aparente dominio absoluto sobre el partido. Por otro lado, estados como Nueva York, considerados como bastiones demócratas, vieron cómo los republicanos surgieron con fuerza, conquistando cuatro nuevas sillas en la Cámara de Representantes.
El resultado neto de estas elecciones debe ser visto como una derrota para el trumpismo. Esta percepción se refuerza con la victoria clara del gobernador Ron DeSantis en Florida, quien ha surgido como rival de Trump para la candidatura presidencial republicana. Antes de las elecciones Trump cometió el error, frecuente en él, de insultar a DeSantis aplicándole un nombre peyorativo (tal como hacia Chávez con sus adversarios), llamándolo Desantimonioso (beato, mojigato). Peor aún, lo trató de chantajear, al amenazarlo con decir cosas muy feas sobre él si se lanzaba como su candidato rival. Esta es una actitud de Trump que confirma su naturaleza gansteril y que ahora -al verse el resultado de las elecciones- contribuye significativamente a su aislamiento.
En síntesis, el Partido Republicano pudiera haber emprendido el camino de la “destrumpización”, aunque esto no será fácil y probablemente generará importantes conflictos internos en el partido.
La democracia estadounidense está viva y coleando.