Estas últimas semanas el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha sacado a relucir de una manera mucho más concreta su mente y su propósito de dictador. Ya hasta en su círculo cercano, por lo menos de historia, hablan de Petro el dictador, Petro el enamorado del poder, Petro el que se quiere quedar en el poder.
Pero lo de estos días tiene unas características de Stalin o Mao, de Chávez y Maduro que deben poner en alerta a todos los demócratas del continente. En Colombia ya la alarma crece y empieza a generar reacciones por lado y lado que pueden conducir al país a un conflicto que puede desembocar en una guerra civil. Quizás ese es el caos que pretende generar para así dejar la Constitución y las leyes de lado y asumir poderes plenos como lo trató de hacer el presidente del Perú, Pedro Castillo, quien por fortuna acabó destituido legalmente y encarcelado.
Uno de los incidentes tiene que ver con un contrato de medio billón de pesos, cerca de 150 millones de dólares, para manejar todo el ecosistema de pasaportes en Colombia. En el proceso de licitación solo quedó un proponente -el mismo de hace décadas lo que es muy pero muy sospechoso- pero fue dentro de las reglas legales de contratación pública. El gobierno tuvo un año para cambiar o frenar el proceso pero por su ineficacia no lo hizo. Petro, cuando ya estaba listo para adjudicarse, decidió pararlo, obligó al ministro Alvaro Leyva frenar el proceso lo que le costó una suspensión por parte del ente de control y una demanda al estado colombiano que iba ser mínimo por ese monto, pero con daños y perjuicios mucho más.
Luego de ese desastre, el fin de semana pasado. el secretario general del ministerio, José Antonio Salazar, quien además tiene la competencia, tomó la decisión de otorgar el contrato. Cumplió con la ley, así no nos gustara como fue el proceso o mucho menos ese monopolio que tiene esa firma con ese contrato. La reacción de Petro por X (antes Twitter) fue esta: “el secretario general de la Cancillería nos ha traicionado. Se firma su insubsistencia inmediata”.
Nos traicionó. Claro, al cumplir la ley traicionó al dictador, quien espera que se haga lo que él dice, así la ley diga otra cosa. Así funciona Petro: quien me sirve, como Laura Sarabia, la secretaria general de la presidencia investigada por dineros ilegales y de narcotráfico en la campaña y por utilizar su poder para arrestos ilegales de su empleada del servicio, no importa que cometa un crimen acá se queda. Luego del escándalo ella fue a otro cargo y ahora regresa triunfante al centro del poder.
Al contrario, quien no obedece o tiene diferencias se va, sale de la foto y si pudiera se enviaría al gulag. Así ha sido con los muchos ministros que han estado poquísimo tiempo. Me obedecen o se van. En la Unión Soviética o la China de Mao los fusilaban. Ahora no puede pero la actitud es igual.
El segundo tema es el de la salud y la insulina. El objetivo de Petro es destruir el mejor sistema de salud del continente. Como Stalin colectivizó la tierra y murieron millones de soviéticos o Mao en el gran salto adelante de los 50 y murieron decenas de millones de chinos. Acá en Colombia la salud de los colombianos no importa. Que se mueran. Petro tomó la decisión de crear una crisis financiera que tiene a las Empresas Prestadoras de Salud en una situación fiscal crítica. No les gira lo que toca, no paga, demora los pagos, en fin.
Ya se comienzan a ver las consecuencias. Ante la escasez de recursos y el no pago del gobierno, muchos pacientes ya tienen restringida la entrega de medicamentos. ¿Quién sufre más? Los pobres obviamente. Más grave aún, el desorden del gobierno –que hace parte de la estrategia de ahorcar el sistema de salud– ayudó a crear una escasez de insulina en un país con 1.7 millones de diabéticos. Ante la crítica Petro respondió que el problema se debía a que en el sistema las EPS usan la insulina para adelgazar. Miente como Maduro o como Chávez sin mayor rigor por la verdad. No le importa mentir descaradamente si le sirve a su propósito, el de acabar el sistema de salud, que no les quepa duda va a dejar muertos que tocará ir contando.
Finalmente, el manejo del presupuesto. Obvió la ley, mejor dicho la mandó al carajo, y está a punto de incumplir obligaciones legales y financieras con empresas privadas que están construyendo carreteras a lo largo y ancho de Colombia. “Son un modelo tramposo” producto de la “dictadura de la burocracia” dice Petro. Claro esa burocracia cumple lo que dice la ley y eso no le sirve a Petro el dictador.
Ah y una perlita. Mientras le da dinero a los delincuentes, frena a la Fuerza Pública en su lucha contra la criminalidad –lo que ha fortalecido a los narcos, a las Farc (no, no se han acabado) y al ELN– saca un trino diciendo “el viejo paramilitarismo se reencaucha en el nuevo… la orden dada por el gobierno es clara: destruirlo”. Es decir, hay criminales buenos y criminales malos. A unos se les debe destruir, con lo que estoy de acuerdo, pero a los otros no, con lo que estoy en total desacuerdo obviamente. Hay que destruir a todos los criminales señor Petro. Por eso para Petro los de Hamás son unos angelitos, criminales buenos, pero Israel es genocida.
¿En cuánto lo veremos salir por la calle a gritar exprópiese como lo hacía Chávez? Si por él fuera, hoy. Pero de cada uno de nosotros depende que nunca lleguemos a eso. Por eso, de nuevo termino diciendo más calle y menos redes sociales y chat de WhatsApp. Hay que pasar del activismo de escritorio al de la calle.
Artículo publicado en La Silla Rota
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