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Se acelera la revolución de las mentes: No te asustes 

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La integración de interfaces de la Inteligencia Artificial con el cerebro humano avanza muy rápido ¿Encontrará un futuro mejor para todos?

Chips de interfaces expandirán nuestros cerebros

La tecnología de la implantación de componentes o chips conectados directamente al cerebro ha avanzado de manera significativa en las últimas décadas. Esta innovación promete revolucionar la forma en que interactuamos con la tecnología y expandir nuestras facultades cognitivas mediante la integración de memorias virtuales y cibernéticas, en principio. Pero, cuál es la viabilidad actual de estas tecnologías, y cómo será su disponibilidad futura para el público en general y las implicaciones sociales y éticas que conlleva.

La idea de implantar chips en el cerebro para mejorar las capacidades cognitivas no es puramente teórica. Investigadores y empresas tecnológicas están trabajando activamente en el desarrollo de interfaces cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés). Una de las compañías más destacadas en este campo es Neuralink, fundada por Elon Musk, que está desarrollando dispositivos implantables para tratar enfermedades neurológicas y, eventualmente, mejorar las capacidades humanas.

Viabilidad actual y futura de los interfaces cibernéticos

En 2020, Neuralink demostró un prototipo funcional de su dispositivo BCI en cerdos. Durante la presentación, se mostró cómo los dispositivos implantados podían registrar la actividad neuronal en tiempo real mientras los cerdos realizaban diversas actividades. Esta investigación ha sido fundamental para demostrar la viabilidad de las interfaces BCI en animales grandes. En 2021, la empresa publicó un video de un mono jugando un videojuego con su mente, controlado por un chip Neuralink implantado. Estos desarrollos sugieren que la tecnología es viable y está en rápida evolución.

La implementación generalizada de chips cerebrales aún enfrenta largos caminos técnicos y regulatorios. A pesar de los avances, la seguridad, la biocompatibilidad y la eficacia a largo plazo de estos dispositivos necesitan ser rigurosamente probadas. Además, su aprobación legal será un proceso extenso y complejo.

Algunos expertos estiman que los dispositivos BCI podrían estar disponibles para tratamientos médicos específicos en los próximos 5 a 10 años. Sin embargo, la adopción masiva para la mejora cognitiva de individuos sanos podría tardar varias décadas. Esta diferencia en la disponibilidad estará ligada a los rigurosos ensayos clínicos necesarios para asegurar la seguridad y la eficacia del dispositivo en humanos.

En el laboratorio de John Donoghue en la Universidad de Brown se encuentra Matthew Nagel, que es tetrapléjico. Desde lo alto de su cabeza emerge un enchufe de pedestal que está conectado a un enchufe que conecta con una computadora. Conectado a esa computadora a través de una tecnología llamada BrainGate, Matthew puede mover el cursor completamente con sus ondas cerebrales. Se ha vuelto tan experto que venció a un periodista de Wired en un videojuego cuando el periodista fue a ver el laboratorio. En la Universidad Emory, los doctores e investigadores Roy Bakay y Phillip Kennedy tratan a JR, un hombre de 53 años que padece el síndrome de enclaustramiento debido a un derrame cerebral. Han implantado en el cerebro de JR ampollas de vidrio que contienen electrodos y están recubiertas con sustancias químicas neurotrópicas extraídas de sus nervios periféricos. Sus neuronas migran a las ampollas y se conectan a los electrodos. Ahora este hombre, que no podía comunicarse con el mundo exterior, está conectado a una computadora donde puede mover un cursor para deletrear palabras y seleccionar frases.

En un importante paso adelante en neurotecnología, las empresas que fabrican dispositivos implantables de interfaz cerebro-computadora BCI, han recibido la aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU para realizar estudios clínicos en humanos. Tras esta autorización de la FDA, Anna Wexler, de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pennsylvania, analiza los avances en las interfaces cerebro-computadora y las preocupaciones éticas que se avecinan.

Todos estos adelantos en relación a los interfaces cerebro-computadora BCI han comenzado a generar lo que se consideran los nuevos derechos humanos de la era de la neurociencia y de la neurotecnología, los derechos de la privacidad mental, de la libertad cognitiva y de pensamiento, y el derecho de la continuidad psicológica, este último emergente en el campo de la bioética y la neuroética, está referido a la protección de la identidad y la integridad psicológica de una persona a lo largo del tiempo. Este derecho aboga por la preservación de los aspectos fundamentales de la personalidad, la memoria, y las capacidades cognitivas de un individuo frente a intervenciones tecnológicas o médicas que puedan alterarlos significativamente.

Implicaciones Sociales y Éticas

La posibilidad de ampliar las capacidades cognitivas mediante la implantación de chips cerebrales plantea importantes cuestiones éticas y sociales. En cuanto a la identidad y la autonomía, la capacidad de modificar funciones cognitivas fundamentales plantea preguntas sobre la identidad personal. Surge una pregunta inquietante: ¿Hasta qué punto sigue siendo uno mismo cuando las memorias y capacidades cognitivas pueden ser manipuladas o ampliadas artificialmente? Estas interrogantes filosóficas y éticas serán centrales en el debate sobre la adopción de estas tecnologías.

Una de las preocupaciones más destacadas es la potencial creación de una nueva forma de desigualdad social. Si estos dispositivos resultan ser costosos, solo las personas o grupos con mayores recursos económicos podrán acceder a ellos, creando una brecha significativa entre quienes tienen acceso a estas mejoras y quienes no. Esta situación podría amplificar las desigualdades existentes y dar lugar a una división social basada en las capacidades cognitivas mejoradas por la tecnología.

Desde una perspectiva de privacidad y seguridad, otra aspecto importante es la privacidad de los datos cerebrales. La posibilidad de que terceros puedan acceder, manipular o incluso hackear estos dispositivos plantea riesgos significativos para la privacidad y la seguridad personal. La regulación de la protección de datos cerebrales será determinante para mitigar estos riesgos.

Psicología y ética

Como profesionales de la conducta, debemos estar atentos a las implicaciones emocionales y psicológicas que estos avances tecnológicos pueden tener en nuestros pacientes y en la sociedad en general. Es esencial fomentar un diálogo ético y reflexivo que nos permita abordar este tema de manera equilibrada y consciente.

La implantación de chips cerebrales para la ampliación de memorias virtuales y cibernéticas es una posibilidad real y emocionante que está siendo activamente investigada y desarrollada. Aunque su disponibilidad para el público en general aún se encuentra a varias décadas de distancia, los avances actuales sugieren un futuro donde estas tecnologías podrían ser una parte integral de la vida humana.

Más allá de la supermemoria

Los avances en la ingeniería de interfaces cerebro-computadora (BCI) y la implantación de chips en el cerebro han capturado la imaginación de científicos y del público en general. Aunque gran parte de la atención se ha centrado en la mejora de la memoria, estas tecnologías tienen el potencial de influir en diversas áreas de la cognición humana. Estos dispositivos auxiliarán a las personas para tomar decisiones, pensar, resolver problemas y aumentar su inteligencia en general. También optimizarán el procesamiento de la información, al dotar a las personas de instrumentos para analizar de manera más rápida y eficiente.

La Inteligencia Artificial en acción

Esto se lograría mediante la amplificación de las señales neuronales y la optimización de las conexiones sinápticas. Al procesar información a velocidades más altas las personas realizarán múltiples tareas de manera más efectiva y con mayor precisión. Los dispositivos BCI podrían filtrar la información irrelevante, enfocando la atención en los aspectos más importantes de una tarea específica. La integración directa de chips con el cerebro proporcionaría acceso instantáneo a vastas bases de datos y conocimientos, y las personas alcanzarían suficiente información sin la necesidad de buscar manualmente en dispositivos externos.

Las interfaces crean una vía de comunicación directa entre la actividad eléctrica del cerebro y una salida externa. Sus sensores capturan señales electrofisiológicas transmitidas entre las neuronas del cerebro y llevan esa información a una fuente externa, como una computadora o un miembro robótico, lo que esencialmente habilita a una persona convertir sus pensamientos en acciones.

Por otro lado, la toma de decisiones es un proceso complejo que contempla la evaluación de opciones, el análisis de riesgos y beneficios, y la selección de la mejor opción posible. Los dispositivos BCI pueden mejorar este proceso de varias maneras como el hacerlo con enormes cantidades de datos en tiempo real.

Esto es especialmente útil en campos como la medicina, donde los profesionales necesitan tomar decisiones rápidas basadas en datos complejos.

En cuanto al potencial de resolver problemas de manera efectiva en muchos aspectos de la vida estos dispositivos implantados podrán perfeccionar esta capacidad mediante el apoyo a diferentes etapas del proceso de resolución de problemas al estimular áreas del cerebro asociadas con la creatividad, facilitando la generación de ideas innovadoras y soluciones fuera de lo convencional. En Frontiers in Human Neuroscience se menciona que la estimulación no invasiva del cerebro puede mejorar significativamente la memoria de trabajo y otras funciones cognitivas, lo cual es crucial para la resolución de problemas complejos​. Esto será especialmente beneficioso en campos que requieren pensamiento lateral y creatividad .

Además, los chips cerebrales analizarán patrones en la resolución de problemas y al sugerir estrategias óptimas basadas en experiencias pasadas y algoritmos avanzados, mejorando la eficiencia y la eficacia en la resolución de problemas complicados.

Aumento de la Inteligencia

La inteligencia es una combinación de varias habilidades cognitivas, incluyendo la memoria, el razonamiento, la comprensión y la adaptación a nuevas situaciones. Las BCI tienen el potencial de aumentar la inteligencia general. Los dispositivos facilitarán el aprendizaje rápido y eficiente de nuevas habilidades y conocimientos, proporcionando retroalimentación en tiempo real y ajustando el proceso de enseñanza a las necesidades individuales del usuario. Asimismo, como la comunicación efectiva es un componente clave de la inteligencia las BCI incrementarán las habilidades de las personas para comunicar ideas complejas de manera clara y precisa, facilitando la colaboración y el intercambio de conocimientos.

¿Es probable una IA integrada en el cerebro en este siglo XXI? 

La idea de integrar una inteligencia artificial (IA) directamente en el cerebro humano y comunicarse con ella de manera cerebral, al igual que hoy nos comunicamos con dispositivos externos, es una visión fascinante y potencialmente revolucionaria. No obstante para lograrla se requieren varios avances tecnológicos significativos. Las BCI actuales logran la comunicación entre el cerebro y dispositivos externos. Para una IA cerebral, estas interfaces necesitarían ser mucho más avanzadas, consiguiendo una comunicación bidireccional fluida y en tiempo real dentro del cuerpo humano. Los dispositivos implantables deben ser lo suficientemente miniaturizados para no causar daños, y biocompatibles para evitar rechazos o infecciones. La nanotecnología y la ingeniería de materiales jugarán un papel crucial en el desarrollo de estos dispositivos. La IA integrada debe ser capaz de comprender y responder a pensamientos y comandos complejos. Esto requerirá algoritmos de aprendizaje preciso, altamente sofisticados y adaptativos, capaces de interpretar señales neuronales cognitivas en tiempo real. Dada la rapidez con la que avanzan las tecnologías de IA y BCI, es plausible que se logren prototipos funcionales de IA cerebralmente integrada en este siglo pero tardará décadas.

El “timing”

Primera y segunda década: Los primeros dispositivos probablemente se enfocarán en aplicaciones médicas específicas, como el tratamiento de enfermedades neurológicas. A medida que se demuestre su seguridad y eficacia, su uso podría expandirse a la mejora cognitiva y la integración de IA.

Tercera y cuarta década: Comunicación Cerebral con IA. La comunicación directa con una IA integrada podrá procesar pensamientos y responder de manera instantánea, proporcionando información, asistencia y soporte en tiempo real. Esto podría elevar significativamente la eficiencia en tareas cognitivas complejas.

Quinta y sexta década: La IA podría adaptarse a las preferencias y necesidades individuales, proporcionando respuestas y soluciones personalizadas. Esta personalización podría incluir ajustes en el tono y estilo de comunicación, haciendo que la interacción sea más natural y fluida.

Telepatía virtual entre personas con BCI e IA

En el futuro, será plausible que dos personas con interfaces cerebro-computadora (BCI) intracraneales puedan comunicarse mediante tecnología inalámbrica con la tecnología Bluetooth muy avanzada. Estos dispositivos evolucionados podrían permitir la transmisión directa de pensamientos, emociones y datos sensoriales entre individuos. La comunicación bidireccional en tiempo real a través de BCI ya se está explorando, y los avances en la miniaturización y eficiencia energética de la electrónica hacen que la integración de tecnologías como Bluetooth sea factible. Sin embargo, hay desafíos significativos en términos de seguridad, privacidad y la complejidad de decodificar y transmitir señales neuronales de manera precisa y efectiva

Impacto en la evolución humana de BCI

La integración de dispositivos tecnológicos para mejorar la memoria y otras capacidades cognitivas plantea preguntas sobre el impacto a largo plazo en las capacidades innatas de memoria de las generaciones futuras porque el uso de la memoria virtual y cibernética podría llevar a una disminución en las capacidades naturales de memoria innata y biológica en la cadena evolutiva. La expansión de la memoria a través de la tecnología ofrece beneficios claros, pero a medida que estas tecnologías se integren más en la vida diaria, surge la preocupación de que la dependencia excesiva en una memoria artificial pueda afectar negativamente la memoria innata. Según la teoría evolutiva, los órganos y capacidades que se usan menos tienden a debilitarse con el tiempo. Si las generaciones futuras dependen cada vez más de dispositivos externos para la memoria, es posible que la capacidad de memoria biológica se vea reducida debido a la falta de uso intensivo. El cerebro humano es altamente adaptable. La neuroplasticidad permite que el cerebro se reconfigure y fortalezca las conexiones neuronales con el uso regular. Si la memoria biológica se usa menos, estas conexiones podrían debilitarse, llevando a una disminución de la capacidad de retención y recuperación de información.

Por otro lado, la evolución cultural, que incluye la adopción y transmisión de tecnologías, puede avanzar mucho más rápido que la evolución biológica. Las prácticas culturales, como el uso de dispositivos de memoria, pueden cambiar significativamente en pocas generaciones, mientras que los cambios biológicos requieren miles de años. Si la tecnología de aumentar la memoria se vuelve omnipresente, podría alterar los mecanismos de selección natural. Las habilidades de memoria innata podrían volverse menos cruciales para la supervivencia y el éxito, cambiando así las presiones evolutivas sobre la especie humana.

Para evitar una posible disminución en las capacidades innatas de memoria, habría que considerar varias estrategias, como promover un uso equilibrado de la tecnología y la memoria biológica para mantener las capacidades innatas. Esto podría involucrar programas educativos que fomenten el uso activo de la memoria sin depender excesivamente de dispositivos tecnológicos. Actividades como juegos especializados de memoria, lectura y aprendizaje continuo pueden mantener y mejorar las capacidades innatas de memoria. La propia IA en el cerebro podría coadyuvar en estos ejercicios.

Las políticas de salud pública y la educación deberán desempeñar un papel decisivo en la gestión del impacto de estas tecnologías al fomentar prácticas saludables que equilibren su uso tanto de la memoria virtual como de la biológica.

La evolución humana, tanto biológica como cultural, continuará adaptándose a estas nuevas tecnologías, y es nuestra responsabilidad gestionar esta transición de manera que maximice los beneficios y minimice los riesgos para las generaciones futuras. La integración de una inteligencia artificial directamente en el cerebro y la posibilidad de comunicarse internamente con ella es una meta ambiciosa que podría lograrse en el siglo XXI, impulsada por avances en BCI, nanotecnología y algoritmos de IA. A pesar de ello, su implementación exitosa dependerá de superar inmensos problemas técnicos hoy extremos, así como asuntos éticos trascendentales. La protección de la privacidad, la equidad en el acceso y la preservación de la autonomía e identidad personal serán fundamentales para asegurar que esta tecnología beneficie a la humanidad de manera equitativa y segura.

La ética de la neurotecnología debe considerar el derecho a la continuidad psicológica para garantizar que las intervenciones no comprometan la integridad individual ni las creencias de cada persona y su felicidad personal y familiar. Esto implica el desarrollo de regulaciones y directrices que protejan a todos de posibles daños psicológicos y aseguren el consentimiento informado. Obviamente, cada ser humano debe tener igualdad de oportunidades para beneficiarse de los avances tecnológicos sin que esto comprometa su identidad. De una cosa estamos seguros si tienes menos de 40 años con toda certeza vivirás y experimentarás esta revolución de las mentes que ya comenzó…

María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad y ¿Quién es el Universo?

 

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