Llegó Maduro y mandó a parar. En la versión original quien llegaba era Fidel, en la voz de Carlos Puebla. Un himno con toque sabrosón sobre los explotados y cómo serían resarcidos por los barbudos de la Sierra Maestra. Cuba, pues, lleva paralizada sesenta y pico de años. Ellos decidían sobre los gustos y colores, sobre la música premiada y la castigada. Ahora es su émulo en Miraflores quien convierte una canción en una afrenta y la descarga en un mitin en nombre, dice sin vergüenza, de la dignidad.
La cancelación de la gira de Rawayana, la banda musical venezolana que ya tiene 17 años dando que hablar, y divirtiendo, nominada a los Grammy, y del Cúsica Fest, festival de marca nacional que suena puertas afuera, va más allá de la canción “Veneka”, contra la cual despotricó, sin consideración ni reparo, el prisionero de palacio al que hay que juzgar por sus actos públicos y sus actas escondidas.
Como acertadamente lo dijo El Nacional, en la nota en la que se informó de la cancelación de la gira, la razón es política. Política de bajo nivel. A Rawayana le estarían cobrando que pidió mostrar las actas, las pruebas del fraude gigantesco de Maduro y su combo. Un estribillo —muestra las actas Nicolás, muéstralas— que hace desafinar aún más al régimen en el poder. También que en la víspera de las elecciones que se robaron, la banda puso un círculo nada más sobre el rostro de Edmundo González en el tarjetón electoral.
Aunque Maduro adelantó a octubre la celebración navideña, para escabullirse de la deuda pública que tiene con los venezolanos, que no es otra que reconocer su derrota electoral, la fiesta a la que invita es una en la que solo haya loas a su persona y su clan. Así que Rawayana no podrá cerrar su gira ¿Quién trae las cornetas World Tour?, que iniciaron el año pasado, en Venezuela.
El cierre comenzaría en Caracas con dos shows los días 13 y 14 de diciembre, agotados a pesar de la cantaleta madurista, y luego presentaciones en Mérida, San Cristóbal, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Lechería y en la isla de Margarita. La sinfonía que le gusta a Maduro es un viejo disco rayado.
Por donde se agarre a este desgobierno hay tela que cortar. Nada funciona, todo es inexplicable, incomprensible y siempre, o casi, para causar daño y molestia. A una banda musical, que muestra el espíritu disconforme y creativo de jóvenes talentosos, en lugar de ocuparse de otras “bandas” más sonoras por los estropicios que causan al amparo del poder.
Rawayana seguirá, sin duda, con sus letras insólitas, que a unos podrán gustar más o menos, pero nadie se quedará quieto cuando suenen y pidan imprimir “los billetes con la cara de tus padres, que quiten a los presidentes”.