Fuera de la concepción común, América del Sur es una de las regiones menos belicistas del mundo. Sorprendentemente, Perú habría participado en 18 de las 38 guerras que se han librado en nuestro continente, contando desde las guerras de independencia de España, lo que nos convertiría en uno de los países históricamente más bélicos de toda la región.

Por ejemplo, la última guerra que hubo en todo el continente suramericano fue la Guerra del Cenepa, que peleó Perú contra su país vecino, Ecuador, en el año 1995.

No sería exacto afirmar que nuestro continente es pacífico, dado que nuestra región ha estado plagada de terrorismo, guerras civiles, pandillaje, y altas tasas de criminalidad por las drogas y el tráfico de bienes prohibidos como el oro o la tala ilegal. Sin embargo, si comparamos nuestro continente con el resto del mundo, es claro que hemos sido bendecidos por la ausencia de guerras en los últimos años e incluso aquellas que se pelearon en tiempos recientes no llegaron a ser conflictos totales que llevaran a la muerte y desplazamiento de millones de personas.

La ausencia de guerras le ha ahorrado a nuestra región incontables vidas, y el gasto de cuantiosos recursos económicos para solventar este tipo de actividades militares. Sin duda, nuestro continente sería más miserable y pobre si es que las guerras volvieran a proliferar.

Lo mismo no se puede decir de África y el Medio Oriente, continentes que han estado embarrados en diversos conflictos que solo han traído miseria y muerte a sus poblaciones. En cambio, en el caso de Europa y Estados Unidos, podemos ver que las grandes potencias terminan gastando muchísimos recursos para financiar sus operaciones militares en otras partes del mundo y sus ciudadanos terminan perdiendo sus vidas en combate.

Existen muchas teorías sobre por qué América del Sur ha podido lograr una paz tan prolongada, a pesar de ser tan políticamente inestable. Una de estas teorías sería que nuestro legado hispano impide que los conflictos bélicos puedan escalar de manera muy alta, dado que hay más cosas que nos unen a las que nos separan. Digamos que un chileno y un mexicano comparten bastantes atributos culturales y religiosos. Esto podría demostrar que las líneas que nos separan muchas veces terminan siendo artificiales.

Después, otra teoría afirma que desde que Estados Unidos se convirtió en la potencia más grande del mundo habría decidido que era necesario impedir a toda costa que América del Sur se vea envuelta en grandes conflictos militares como una medida de seguridad nacional, dado que esto podría terminar desestabilizando a toda la región. Esto podría ser cierto, dado que en el siglo XX solo se habrían librado 13 guerras en nuestro continente.

Sin embargo, preocupa que la Venezuela socialista de Maduro ha puesto en jaque la larga paz de casi 27 años que hemos vivido en Suramérica, al anunciar un referéndum consultivo para el 3 de diciembre que propone anexar 73% del territorio del país vecino de Guyana, una excolonia británica, en la que recientemente se habrían descubierto vastas reservas de petróleo.

Como podemos ver, esta situación no pinta nada bien, dado que parece ser una jugada geopolítica impulsada por China y Rusia para abrir un frente bélico en el continente americano. Guyana es un país, pequeño y pobre, que no podría defenderse militarmente sin la intervención de los grandes potenciales occidentales como Estados Unidos y el Reino Unido, que, sin dudas, se verían forzados a frenar esta invasión.

Venezuela, por su lado, al ser una dictadura socialista, sí cuenta con amplios recursos militares para verse involucrado en una guerra. Sin embargo, su ejército no cuenta con ningún tipo de experiencia militar, dado que el último conflicto bélico fue en el año 1902, y esto fue más un bloqueo militar, llevado a cabo por las marinas de Inglaterra, Alemania e Italia.

A pesar de esto, dado que Guyana no es un país de tradición hispana, sino más bien un país con población predominantemente hindú y afroamericana que hablan inglés, el nacionalismo venezolano no tendrá muchos problemas en vender una equivocada guerra contra una población culturalmente ajena a los venezolanos.

Además, las guerras siempre sirven como una jugada de manual para que los dictadores puedan aferrarse al cargo en momentos de crisis, dado que pueden aumentar el nacionalismo. Sin duda, Venezuela espera que China y Rusia los apoye económica y militarmente.

También es una incógnita qué haría el resto de los países de Suramérica si es que esta pesadilla se convirtiera en realidad. ¿El Brasil de Lula y la Colombia de Petro se quedarían cruzados de manos para apoyar a su colega socialista? ¿Se lograría armar un bloque de países democráticos de la región para invadir Venezuela? ¿Finalmente caerá el régimen de Maduro, tras una intervención militar internacional?

Es imposible predecir si es que verdaderamente Venezuela se atreverá a romper la paz suramericana. Sin embargo, es la responsabilidad de aquellos que defendemos la democracia que estemos listos para esta situación y que podamos evitar esta guerra a toda costa.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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