OPINIÓN

Sapo y diplomático

por Antonio Ledezma Antonio Ledezma

No es menos que una penetrante “pica en Flandes” la que le ha metido o colocado la DEA al dictador Nicolás Maduro. Eso de contar en su nómina con Alex Saab, el mismísimo tesorero de la “revolución bolivariana”, convertido en delator, el supuesto embajador, que está al tanto de cuanta pillería han hecho sus clientes en estos últimos años, es de verdad un mérito que bien debe ser resaltado en la hoja de servicios de los funcionarios de esa agencia antinarcóticos. ¿Qué dirán ahora los que alzaban cartelitos con escritos pidiendo la libertad de su flamante diplomático?

Todo es consecuencia de una guerra, no como la que se desarrolló durante los siglos XVI y XVII, en la que la mayor dificultad para los ejércitos españoles era enviar a tantos soldados hasta aquellos territorios que se encontraban rodeados de diferentes potencias extranjeras enemigas; lo que acontece en torno a la figura del socio que apadrinó la “heroína del turbante”, Piedad Córdoba, forma parte de esas confrontaciones que se dan para combatir a un enemigo con las técnicas de sus guerras híbridas, en donde “todo se vale” con tal de vencer al adversario. Es la lucha contra los narcotraficantes, los que utilizan el dinero que se acumula derivado de la economía oscura, en la que se da por un hecho que en “todas partes se cuecen habas”, y si no veamos los más disímiles negociados con dólares preferenciales; adquisición de alimentos, materiales de construcción, todo con sobreprecio o facturaciones falsas, contrabando de alimentos, de gasolina y ecocidio como el que se ejecuta en nuestro Arco Minero.

Resulta y acontece que ahora Maduro y su pandilla tienen sobre sus espaldas una afilada “espada de Damocles”. Todos los nombres de los que han recibido coimas y todos los que se han beneficiado de sus actividades ilícitas, ya deben estar sonando en las dependencias de la DEA, porque según se sabe el emisario plenipotenciario, que también era un agente encubierto de la DEA, “está soltando la sopa”, como dicen los manitos mexicanos. Así terminan esas mafias: matándose unos a otros, porque se reducen a “faltones” que tratan de sobrevivir dándole piso a sus “compañeros de revolución”.

Los chismosos de Miraflores cuentan que cuando agarraron a los sobrinos en Haití y se los llevaron para gringolandia por sus vínculos con el narcotráfico, Maduro se quejaba de las traiciones de la que eran víctimas sus parientes, exclamando que “no hay peor cuña que la del mismo palo”, y todo obedecía a que tanto él, como su mujer, sospechaban que a sus muchachos los había entregado Diosdado. Esa estaca la llevan clavada entre pecho y espalda, y de allí que no es “hilar fino” suponer que “un clavo saca otro clavo”, y por eso se sospecha que el personaje de marras actuaba con el consentimiento de Maduro, pero le “terminó saliendo el tiro por la culata”. Esta historia continuará porque “todo tiene su final”.

@Alcaldeledezma